Un artículo de Juan Pais.
Ambientar una historia en el pasado para reflejar un determinado clima del presente es un recurso que bien llevado puede producir resultados remarcables. The Order se desarrolla en 1983, pero realidades como el asalto al Capitolio de 2021 y los dos mandatos presidenciales de Donald Trump han evidenciado en nuestros días la insatisfacción de muchos ciudadanos de la llamada América Profunda.
En la filmografía del director de The Order, el australiano Justin Kurzel, se hallan películas como las muy interesantes Los asesinos de Snowtown (Snowtown, 2011) y Nitram (2021), además de la notabilísima adaptación de Macbeth (2015) protagonizada por Michael Fassbender y Marion Cotillard. En The Order abandona los habituales escenarios aussies para trasladarse al pueblo de Coeur d'Alene, Idaho, manteniendo el habitual vigor de sus realizaciones previas, abundantes en locura y violencia. El cine de Kurzel se caracteriza también por una elegante factura. La lustrosa fotografía de su habitual colaborador Adam Arkapaw imbuye de adecuada gravedad a la película y evoca los thrillers de los 70s y 80s. The Order podría haber sido dirigida por Alan J. Pakula y fotografiada por Gordon Willis.
Un efímero grupo terrorista de ideología supremacista surgido en Estados Unidos en el citado año 83 da nombre a esta película. Fundado por el fanático Robert Jay Matthews y otros integrantes de Nación Aria, organización que habían abandonado por su inacción, The Order tenía pensado rebelarse contra el gobierno federal y crear un estado independiente en el noroeste estadounidense, en el que estarían rigurosamente vetados negros y judíos. No tardó más de un año en extinguirse, pero alarmó considerablemente a las autoridades.
“Según mi experiencia, los grupos de odio no roban bancos”. A raíz de esta reflexión, Terry Husk, el agente del FBI llegado a Idaho para investigar el repentino incremento delictivo en aquellas tranquilas tierras, empieza a intuir que algo realmente amenazador está en marcha. Con la ayuda de un policía de Coeur, Jamie Bowen, llevará a cabo unas pesquisas que concluirán con la confirmación de sus sospechas: sobre esas tierras (la cámara de Arkapaw capta su agreste grandiosidad) se cierne un peligro mayor que el inicialmente calibrado.
El enfrentamiento entre Terry Husk y Bob Matthews es el eje sobre el que gira The Order. Las buenas interpretaciones de un airado Jude Law y un gélido Nicholas Hoult como estos personajes inciden en su credibilidad. También es reseñable la relación entre el veterano Husk y el bisoño Bowen (el pujante Tye Sheridan), con trazas de buddy movie, lo que bien puede verse como un guiño al cine de los 80s.
Una de las virtudes de The Order es su perspicaz descripción de la llamada América Profunda. En unas zonas se les llama rednecks, en otras hillbillies, pero algo muy común en esos ciudadanos es su decepción con las élites, a las que acusan de haberlos abandonado y humillado, y es frecuente su resistencia mediante una orgullosa actitud de anclaje a la tierra y la tradición. Algunos, como Robert Matthews, querían "menos palabras y más acción”, lo que exige en una reunión de Nación Aria. Posiblemente, The Order podría haber profundizado más en el tema político, pero también es posible que al tratarse The Order de un thriller se hubiera resentido en cuanto a narrativa y ritmo.
En la trayectoria de Justin Kurzel, The Order es un nuevo paso adelante. Una película atenta al contexto en el que se desarrolla la acción y que sitúa con tino la violencia en el centro del análisis. En estos convulsos tiempos pueden producirse hechos alusivos a lo relatado en The Order, no sería extraño.