Un artículo de Juan Pais
Lamentablemente, vivimos un presente muy turbulento, una constante en el siglo actual. En Estados Unidos la agitación es especialmente acusada. La administración Trump (2016-2020) resultó muy controvertida y polarizó a la sociedad norteamericana, un problema aún no resuelto. Es por ello que Civil War propone un futuro tan posible que parece tener una ambientación contemporánea.
Las llamadas Fuerzas Occidentales de California y Texas se han sublevado contra el gobierno federal, al que en su imparable ofensiva van empujando hacia el este. La fotógrafa Lee Smith (Kirsten Dunst) cubre el conflicto en Nueva York. Es una mujer experimentada pero, por fortuna, la reiterada visión del horror no la ha privado de la sensibilidad ni del sentido común. Además, se siente responsable de la joven Jessie (Caisee Spaney), también fotógrafa, que la idolatra. Junto a ellas se hallan otros colegas: el veterano Sammy (Stephen McKinley Henderson), hombre sabio y sensato, y Joel (Wagner Moura), uno de esos reporteros a los que las guerras han convertido en adictos al riesgo.
En un momento dado, Lee decide que deben dirigirse a Washington para entrevistar al presidente, cada vez más cercado. A bordo de una furgoneta, los cuatro parten desde Nueva York hasta la capital del país presenciando durante el trayecto diferentes sucesos que los sobrecogen. Ante sus ojos, Estados Unidos se ha convertido en un espacio caótico, una tierra sin ley. Nuevamente, una road movie representa un camino metafórico, en este caso, el de la decadencia estadounidense.
Alex Garland, brillante realizador responsable de Ex Machina (2014) y Men (2022) propone una película inquietante y tensa, transmitiendo una permanente sensación de peligro. Narrativamente, es imprevisible. Cuando estamos en una escena no sabemos lo que ocurrirá en la siguiente, pero intuimos que nada bueno. Como ejemplo, la secuencia que comienza jovialmente, con Lee y sus compañeros bromeando con otros fotoperiodistas desde sus respectivas furgonetas, y termina con Jessie aterrorizada dentro de una fosa común y rodeada de cadáveres.
Civil War se suma a la relación de películas sobre reporteros comprometidos, del estilo de El Año que Vivimos Peligrosamente (The Year of Living Dangerously, 1982) o Los Gritos del Silencio (The Killing Fields, 1984). Al igual que sucede en estas, el periodista actúa no solo como testigo de los hechos, sino también como una suerte de reserva moral de un mundo que parece haber renunciado a esta. Cierto es que Lee afirma que la función del periodista es ser neutral y documentar. Pero en realidad su intención no es neutral: sabe que las imágenes se bastaran por sí mismas. La objetividad también puede tener valor moral.
Otro aspecto remarcable es la agudeza con la que se capta el ambiente de locura, y esto no se refiere únicamente a la extravagancia de los periodistas. La guerra significa una suspensión de la cotidianidad de las personas y, en cierta medida, de la sensatez que rige sus vidas. Es significativo que nuestros protagonistas lleguen a un pueblo y entren en una tienda cuya dependienta actúa como si no estuvieran en medio de un conflicto bélico. Puede comprenderse su resistencia a entrar en la espiral de violencia y locura que conlleva la guerra.
No se sabe mucho de esta guerra civil. ¿Por qué comenzó, cuál fue el detonante?¿Quiénes son esas Fuerzas Occidentales de California y Texas?¿Cuáles son sus asideros ideológicos o qué intereses representan? Garland no es explícito. Tampoco lo es con el presidente, al que se quiere ver como una representación ficticia de Donald Trump. Se habla de un tercer período presidencial, algo que indicaría una ruptura de la legalidad, de la supresión del FBI...El espectador debe implicarse para aclarar esa ambigüedad, resultándole seguramente más fácil a los politizados.
Alex Garland ha anunciado que dejará la realización por su descontento con la industria cinematográfica. Es de lamentar esta decisión, pues se trata de director imaginativo y audaz. Cierto es que no siempre funcionan sus ideas. El enfoque irónico en el uso de las canciones de la banda sonora de Civil War puede resultar contraproducente. Sin embargo, es de agradecer que un director asuma riesgos. Esperemos que reconsidere su intención y dirija más películas.