Un artículo de Juan Pais
Corazones de hierro (Casualties of War, 1989) está inspirada en un suceso real: el rapto, violación grupal y asesinato de una muchacha vietnamita por integrantes de un pelotón del ejército norteamericano durante la guerra del país surasiático. No tan conocido como la matanza de My Lai, el Incidente de la Colina 192 causó también conmoción, sobre todo a partir de la publicación de un artículo del periodista Daniel Lang en el New Yorker (inicialmente, las autoridades pretendieron silenciarlo). Entre los lectores impactados por su lectura se encontraba un joven Brian de Palma, que desde ese momento se planteó llevar el suceso al cine, aunque hubo de esperar casi veinte años.
De Palma no fue ajeno a la revolución social que cambió el paradigma moral en los años 60. El progresismo reemplazó al conservadurismo imperante, e instituciones sagradas, como el ejército, y valores asociados, como el patriotismo, fueron cuestionados. El desconcertado estado de ánimo de los soldados norteamericanos en Vietnam y las protestas mundiales contra la guerra son consecuencia de esta nueva moral.
El cine abordó a partir de los años 70s, con la aparición del Nuevo Hollywood, el tema de Vietnam, y lo hizo con potentes películas que incidieron en la crudeza del conflicto y en los devastadores efectos en sus participantes. Es por ello que Corazones de Hierro está narrada como si fuera una pesadilla. La película se inicia y se termina con el protagonista Eriksson dormido en el metro, insinúandose que todo lo narrado por él es un mal sueño. Sabemos que por desgracia los hechos narrados se produjeron, pero De Palma con esa sugerencia proporciona una suerte de alivio al agobiado espectador.
En el recuerdo/sueño de Eriksson es un soldado que integra un pelotón comandado por un bravo sargento, Meserve, al que sus hombres siguen con admiración y fidelidad, incluído Eriksson. Sin embargo, este se horroriza cuando su superior, después de la muerte de un compañero, propone raptar a una chica vietnamita para utilizarla como "máquina de ocio portátil" durante una incursión en la selva. El pelotón irrumpe en una aldea y se lleva a una muchacha que dormía en su choza. Eriksson trata de que Meserve libere a la chica, llamada Oanh, pero sus ruegos son desoídos, e incluso empieza sufrir la ira del resto del grupo.
En el guion de David Rabe destaca la penetrante perfilación de los personajes. A dos de ellos podemos considerarlos villanos, los sargentos Meserve y Clark, aunque mientras que se percibe a Clark como un tipo genuinamente perverso, el primero parece haberse corrompido debido a las terribles experiencias vividas. Los otros soldados que participan en la violación son el bobalicón Hatcher y el débil Díaz. Este inicialmente se niega a participar en el crimen, pero no resiste la presión de sus superiores. Hatcher, simplemente, no sabe muy bien lo que hace.
El componente moral de Corazones de Hierro es muy relevante, ensalzando la ética frente a la manipulación, en consonancia con los nuevos tiempos. La obediencia ciega a las órdenes superiores no es tan uniforme como en el pasado. Eriksson se muestra firme en su negativa a participar en el crimen y también en llevar adelante la denuncia, en contra del parecer de sus superiores. Es posible que se pueda advertir cierto maniqueismo, pero hay que tener en cuenta que la guerra es una experiencia que lleva a los combatientes a situaciones extremas. La degradación de Meserve o el heroísmo de Eriksson son buenos ejemplos.
Uno de los aciertos de Corazones de Hierro se halla en las poderosas interpretaciones de Sean Penn y Michael J. Fox. Su elección es una muestra de sagacidad por parte de los responsables de casting. Sean Penn tiene una presencia poderosa, alimentada por su aureola de bad boy, y se percibe su influjo sobre sus hombres. Fox, intérprete más ligero, se enfrenta al primero recurriendo a la sensatez. El primero representa la fuerza y el segundo la razón, y es gracias al óptimo trabajo de estos actores que son reflejadas las implicaciones morales de su enfrentamiento.
Es destacable, e incluso curioso, que en esta película De Palma no haga demasiados alardes de virtuosismo. Acaso en un largo plano secuencia en la que se intenta matar a Eriksson con una granada, pero por lo demás la puesta en escena está sometida a la historia. Cabe señalar también que la atmósfera opresiva de la selva está certeramente captada. A destacar el estremecedor tiroteo en unas vías de tren cuya víctima es Oanh, una muestra de buen cine y del talento del autor de Scarface (1983) y Los Intocables (The Untouchables, 1987).
En el epílogo de Corazones de Hierro, Eriksson charla un rato con una joven a la que conoce en el metro. Asiática, le recuerda a Oanh (de hecho, esta interpretada por la misma actriz, Thuy Thu Le). Es una chica normal, el tipo de chica que habría sido si no hubiera caído en manos del pelotón de Meserve, al igual que Eriksson tendría una existencia acaso anodina pero posiblemente no traumática si la guerra no irrumpiera en su vida.