Un artículo de Juan Pais
La vida no fue inicialmente fácil para Steve McQueen. Nacido el 24 de marzo de 1930 en un suburbio de Indianápolis, Terrence Steven McQueen fue el fruto de una efímera relación entre un piloto de acrobacias automovilísticas, William McQueen, y una joven alcohólica que ocasionalmente se dedicaba a la prostitución, Julia Crawford. Incapaz de encargarse de su hijo por sí misma, Julia se lo entregó a sus padres para que lo criaran, y posteriormente el niño pasó a casa de un hermano de su abuela, propietario de una granja. Steve guardó siempre muy buenos recuerdos de su tío abuelo, Claude. Al no haber conocido nunca a su padre, que abandonó a Julia antes de que él naciera, representó para Steve una figura paterna. Cuando a los ocho años el pequeño regresó junto a su madre, que se había casado, Claude le regaló un reloj de bolsillo con la inscripción: "Para Steve – Quien ha sido un hijo para mí".
Por desgracia, las cosas con su madre no fueron bien, ya que el padrastro, un hombre violento, le pegaba con frecuencia. Harto de esos abusos, Steve huyó de casa y vivió, siendo un niño, en las calles, llegando a unirse a una banda y cometiendo pequeños delitos. Una vez localizado, Julia lo envió de nuevo con el tío Claude, y tiempo después, cuando se hubo divorciado de su marido y casado con otro, reclamó al niño a su tío. El nuevo padrastro era peor que el anterior, y los castigos y las palizas se repetían. Steve, ya adolescente, estaba lleno de ira y dolor a causa de la desdichada vida. Una nueva estancia en la granja de Claude no sirvió de mucho y un buen día, sin despedirse, el joven McQueen abandonó aquella granja donde había pasado los únicos días felices de su joven vida.
El reformatorio fue su siguiente destino. La policía le había detenido y enviado al hogar materno. La madre no sabía qué hacer con su díscolo hijo y el padrastro la presionó para que lo enviase al California Junior Boys Republic, en Chino, California, un lugar en el que maduraría y que le marcaría para siempre. De hecho, cuando se convirtió en una estrella, siguió vinculado al centro, al que hacía regulares visitas y enviando ropa y regalos a los muchachos internos, con muchos de los cuales se carteaba habitualmente.
Cuando salió del reformatorio y tras desempeñar diversos trabajos, como leñador o marinero, Steve se alistó en los Marines en 1947. Como sucedió en el reformatorio, le costó trabajo someterse a la disciplina del cuerpo militar. Pero poco a poco fue entrando por el aro, y en 1950 se licenció con honores. Había salvado la vida de unos compañeros durante unas maniobras en el Mar Ártico, y como reconocimiento fue asignado a la guardia de honor del presidente Truman, siendo destinado al yate presidencial. Steve declaró posteriormente que había disfrutado mucho de su etapa militar.
En los años cincuenta, los soldados que se licenciaban recibían una ayuda económica para que pudieran reintegrarse a la vida civil. A Steve le había picado el gusanillo de la interpretación y decidió prepararse para ser actor. Tras estudiar con Sanford Meisner y Lee Strasberg en los neoyorquinos Neighborhood Playhouse y Actor's Studio, consiguió debutar en Broadway con la obra Un Sombrero Lleno de Lluvia (A Hatful of Rain), de Michael V. Gazzo, protagonizada por Ben Gazzara. Se había convertido en actor, y soñaba con el éxito que posteriormente alcanzaría.
Después de Broadway, el siguiente paso para triunfar consistía entonces, al igual que ahora, en trasladarse a Hollywood. Steve no se lo pensó dos veces y viajó a la lejana California, consiguiendo su primer papel en el cine como raterillo en Marcado por el Odio (Somebody Up There Likes Me, 1956), con Paul Newman de estrella. Otros papeles secundarios le llevaron a su primer protagonista en el sci-fi La Masa Devoradora (The Blob, 1958), aunque la fama le vendría al desempeñar el rol de Josh Randall en la serie televisiva Wanted: Dead Or Alive, un western sobre cazadores de recompensas.
McQueen ya era un hombre casado en los años 60, la década en que se convertiría en una superestrella. Su mujer se llamaba Neile Adams, también actriz,y era la madre de sus hijos Terry y Chad. No fue fácil para Neile estar casada con un hombre que según iba logrando éxitos con Los Siete Magníficos (The Magnificent Seven, 1960) o La Gran Evasión (The Great Escape, 1963), dos clásicos del western y del cine bélico respectivamente, se convertía en un sex symbol, deseado por muchas mujeres. Además, McQueen se dejaba querer y en muchas ocasiones fue infiel a Neile.
En los años 60 y 70, Steve alternó inteligentemente papeles en películas de acción, como Bullitt (1968) o El Coloso en Llamas (The Towering Inferno, 1974), con otros más dramáticos (Junior Bonner o Papillón), lo que redundó en su prestigio interpretativo. Incluso en 1978 se atrevió con una adaptación de Un Enemigo del Pueblo (An Enemy of the People), de Ibsen, saliendo bastante bien parado del desafío. El mito McQueen, que se empezó a crear con películas como El Rey del Juego (The Cincinnati Kid, 1965), El Yang Tsé en Llamas (The Sand Pebbles, 1966) o Nevada Smith (1966), presenta a un personaje rebelde pero de buen corazón y amante de las emociones fuertes (en la vida real, McQueen era piloto de de carreras). No tardaron en llamarle el rey del cool.
El matrimonio McQueen-Adams acabó por disolverse en 1972, y el protagonista de El Caso de Thomas Crown (The Thomas Crown Affair, 1968) al año siguiente se casó con Ali McGraw, su compañera de reparto en La Huida (The Getaway, 1972). El matrimonio fue muy publicitado y turbulento, y Steve, bastante misógino, pretendía que Ali se quedase en casa con la pata quebrada. Aquello no funcionó, claro. Posteriormente, en 1980, contrajo de nuevo matrimonio con la modelo Barbara Minty, mucho más joven. Parecía que había encontrado con ella la estabilidad, pero el destino le tenía preparada una mala pasada.
McQueen había estado expuesto al amianto en muchas ocasiones, tanto cuando fue marine y desempeñó trabajos mecánicos como cuando conducía coches de carrera (los trajes de piloto contienen el peligroso mineral), y desarrolló un letal cáncer de pulmón llamado mesotelioma pleural. Cuando le dijeron que le quedaba poco tiempo de vida, el actor, desesperado, buscó una solución a su problema en tratamientos de dudosa eficacia que ofrecían médicos de moralidad aún más dudosa. Así fue como llegó a Ciudad Juárez, México, donde falleció el 7 de noviembre de 1980, a los 50 años.
A más de treinta años de su muerte, Steve McQueen sigue representando como nadie la virilidad y la rebeldía. Su aspecto es rudo pero su gesto afable. Es alguien a quien los hombres imitan y a quienes las mujeres aman, un icono no sólo del cine sino de la cultura popular; algo que no demasiados actores han conseguido.