Un artículo de Juan Pais
El señor Perdicaris se disponía a disfrutar del almuerzo junto a su mujer, Ellen, y el hijo de esta, Cromwell, en su casa de Tánger cuando la escena es interrumpida al ser asaltada la propiedad por un grupo de berberiscos, que hieren a algunos criados y se llevan a Perdicaris y al chico. Aún siendo el inicio de la mayor aventura que aquel hombre experimentado había vivido nunca, seguramente no previó en ese momento que su secuestro terminaría por casi provocar un conflicto internacional ni imaginó — estamos en 1904 — que el entonces incipiente cine abordaría su historia, lo que por un lado le honraría, aunque por otro le haría arrugar la nariz al ser representado en la todavía lejana película como una mujer.
Así comienza El Viento y el león (The Wind and the Lion, 1975), película que refleja el llamado Incidente Perdicaris, causado por el secuestro del citado ciudadano americano — en la película señora Pedecaris — por parte del líder berberisco Ahmed Al Rasuli, que pretendía, además de un cuantioso rescate, provocar la reacción de Estados Unidos contra el sultán de Marruecos, al que consideraba corrupto y entregado a los europeos. En dos líneas argumentales paralelas se desarrollan tanto la convivencia de los berberiscos y la señora Pedecaris y sus hijos — en la película el hijastro de Perdicaris ha pasado a ser dos niños, William y Jennifer —, como la reacción del gobierno estadounidense ante el suceso, al frente del cual se halla en ese momento el legendario Theodore Roosevelt, figura fundamental en esta película.
John Milius es el director de El Viento y el León. Milius era en los 70s una figura emergente dentro del Nuevo Hollywood, habiendo despuntado como guionista de películas como El Juez de la Horca (The Life and Times of Judge Roy Bean, 1972) o Las aventuras de Jeremiah Johnson (Jeremiah Johnson, 1972). Sin embargo, en una época de antihéroes y revisitaciones, Milius heredaba desacomplejadamente la tradición de virilidad del cine de aventuras clásico. Eso le fue convirtiendo en una suerte de rara avis, lo cual explicaría que haya sido valorada más su función de guionista que la de cineasta, un poco lo sucedido con su compañero de generación Paul Schrader.
Este desdén hacia Milius ha provocado que, a pesar de su calidad, El Viento y el León sea una película algo infravalorada. No es justo porque se trata de una obra muy notable, que partiendo de un estupendo guion de Milius en el que imbrica hábilmente la epopeya de los Pedecaris en manos de El Raisuli en un complicado contexto político — Marruecos estaba influenciada por potencias europeas (Gran Bretaña, Francia, España y Alemania) —, ensalza el idealismo y la dignidad en aquel entorno exótico pero peligroso. En definitiva, un agradable relato de aventuras y un esplendoroso espectáculo visual a la antigua usanza.
Sean Connery interpreta a El Raisuli. Para muchos un guerrero, para otros un bandido, se trataba de un jefe tribal muy respetado — también temido — a causa de su inteligencia y ferocidad. Con su apostura y templanza, el escocés aporta el carisma que requiere el personaje. Connery rodó también en 1975 El Hombre que Pudo Reinar (The Man Who Would Be King), otra emocionante y magistral película de aventuras, en este caso a las órdenes de John Huston, que curiosamente participa en El Viento y el León como actor — es el secretario de Estado, John Hay —.
A Eden Pedecaris le da vida Candice Bergen. Este personaje es uno de los más determinados escritos para una película de aventuras, género en el que suelen adaptarse al estereotipo de "damisela en apuros". Eden actúa resolutivamente en todo momento, a pesar de su situación, sin dejarse amedrentar. Es una de las mejores interpretaciones de la bella y talentosa Bergen — guapísima con su peinado eduardiano —.
Es precisamente uno de los principales valores de El Viento y el León el tratamiento que hace de la relación entre El Raisuli y la señora Pedecaris, que tras el recelo inicial acaba convirtiéndose en entrañable, e incluso con ciertos visos de comedia, como si se tratara de una guerra de sexos. "No se ría de mí" le advierte en varias ocasiones el personaje de Connery al de Bergen. Desde la primera vez, en tono sombrío, a la última, indisimuladamente cordial, su relación ha evolucionado. No hay romance entre ambos, pero a lo largo del metraje el agreste guerrero y la refinada dama acabarán respetándose y queriéndose.
El Viento y el León no solo refleja el inicial antagonismo entre El Raisuli y la señora Pedecaris, sino también el enfrentamiento entre el líder berebere y el entonces presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, que constituye el telón de fondo de la historia. Roosevelt fue un político muy popular en su tiempo. Carismático, fuerte y osado, la película refleja su arrojo a la hora de abordar la crisis abierta por el secuestro. "Pedecaris viva o El Raisuli muerto" es la consigna de Roosevelt. Brian Keith, cuyo parecido con el presidente es remarcable, le da vida brillantemente. En El Viento y el León lo vemos ejercitándose al aire libre y practicando deporte, escenas similares a las que en verano mostraban a Vladimir Putin cazando en Siberia. La fotografía de Billy Williams ilumina con idéntico fulgor la acción desarrollada en los bosques americanos y la que acontece en el desierto africano, lo que pretende una uniformidad espacial que represente un acercamiento físico entre El Raisuli y Roosevelt.
El Viento y el León se levanta sobre antinomias. La más inmediata proviene del título. El líder berberisco se lo explica en una carta al presidente estadounidense: "Hay una gran diferencia entre nosotros. Yo, al igual que el león, debo permanecer en mi sitio mientras que vos, como el viento, jamás sabréis cuál es el vuestro". Con estas palabras, El Raisuli quiere evidenciar el interés y la volatilidad de la política frente a la perennidad de los principios. Aún así, queda una antinomia, la más definitoria de la película, que contrapone al viejo mundo, en el que los combatientes luchaban cuerpo a cuerpo mirándose a los ojos, con el moderno, que utiliza cañones lanzados a distancia por soldados que ni siquiera ven a sus enemigos.
Como vemos, el título de El Viento y el León tiene un valor simbólico muy importante en esta película, pero aún mayor el animal que parece el preferido de Roosevelt: el oso. El presidente lo describe emocionado: "El oso pardo americano es el símbolo del carácter de América. Fuerza, inteligencia, ferocidad. Algo ciego y temerario a veces, pero un gran coraje también. Y con otra característica no menos admirable: la soledad. Un oso vive toda su vida al acecho. Indomable, invencible, pero siempre solo. No tiene aliados, sino enemigos, pero ninguno es tan grande como él". Así, en boca de Roosevelt, queda reflejado el que para John Milius es el perfil ideal de héroe.
El señor Perdicaris, su mujer, Ellen, y su hijastro y compañero de cautiverio, Cromwell, abandonaron una mañana Tánger para no volver nunca más al continente africano. Embarcados contemplaron por última vez el desierto, un desierto tan limpio y puro como feroces son las luchas que acontecen en él. Aquel día Pedecaris y los suyos se despidieron de un pueblo al que aprendieron a comprender y amar.