14 d’abril del 2021

Minari. Historia de mi familia (Minari, 2020)


Jacob es un padre de familia de origen coreano que, en los años ochenta, decide comprarse una parcela en Arkansas y llevarse allí a toda su familia. Su esposa Anne y él trabajan de sexadores de pollos en la fábrica del pueblo y Jacob dedica todo el tiempo libre a cultivar verduras coreanas, con la intención de venderlas a negocios locales. David, el hijo pequeño de la pareja, tiene problemas para adaptarse al nuevo entorno y queda al cuidado de la abuela, Soonja.

Minari se ha convertido en una de las películas de este año tan atípico, de estrenos en plataformas de streaming y cines cerrados. Junto a títulos como Nomadland, Mank o The Sound of Metal, figura en las listas de la extraña temporada de premios que nos ha traído la pandemia. Supone la consagración del director estadounidense Lee Isaac Chung, que cuenta con varios títulos de corte independiente y ha conquistado a la crítica y al público con Minari, cuyo guion ha escrito basándose libremente en sus propias vivencias personales.

Minari narra las peripecias de una familia de inmigrantes trabajadores en un pueblo remoto del sur de Estados Unidos, una zona de marcados contrastes que a veces tildamos de la “América rural” y que tanto dista de la imagen cosmopolita de las ciudades costeras. El filme podría ser la enésima historia de superación y triunfo frente a las adversidades o un retrato de la corrupción y las trampas del sueño americano, pero opta por un tono equilibrado y pausado, con luces y sombras. Los protagonistas son humanos, tienen sueños y obsesiones y los espectadores somos testigos de distintos episodios que marcan su vida gracias al ritmo pausado de la narración de Chung. Destaca la puesta en escena, capaz de combinar la naturaleza sobrecogedora del sur estadounidense con los fuertes contrastes (en términos de pobreza y religión) de la zona.


La dirección de actores y el trabajo del reparto son admirables. La película se narra desde el punto de vista de David, un niño de identidad híbrida, atrapado entre las tradiciones de la abuela coreana y las costumbres estadounidenses. Lo interpreta el debutante Alan J. Kim, cuyo trabajo no desentona al compararlo con los papeles de los adultos, en especial los personajes de Steven Yeun (Jacob) y de Yuh-Jung Youn (la abuela Soonja). Hasta resulta convincente Will Patton, actor curtido en decenas de películas y series menores. Sorprende, asimismo, el bilingüismo de la cinta, que alterna diálogos en coreano con otros en inglés.

Minari viene avalada por dos sellos de calidad del cine independiente: Plan B, la productora de Brad Pitt que nos ha ofrecido títulos tan interesantes como La Gran Apuesta (The Big Short, 2015) y Selma (2014), y la distribuidora A24. En sus escasos ocho años de vida, la joven A24 se ha labrado una reputación en el cine de terror independiente gracias a títulos como La Bruja (The Witch, 2015) o El Faro (The Lighthouse, 2019). También ha destacado al apostar por películas que abordan las distintas caras del sueño americano y las experiencias de los inmigrantes y las minorías étnicas. En este último grupo se enmarcan filmes tan recomendables como El Año más Violento (A Most Violent Year, 2014), Moonlight (2016) o The Florida Project (2017), que aportan perspectivas plurales y alternativas a las manidas historias de progreso y éxito frente a la adversidad.

Minari es una película pausada, sencilla y sólida, de marcados claroscuros y un reparto entregado y convincente, una buena excusa para volver a las salas de cine a disfrutar y descubrir historias distintas e inesperadas.