Un espía de la CIA acepta la misión de salvar el mundo de la guerra nuclear y de las maquinaciones de un peligroso traficante de armas ruso, que ha conseguido una tecnología para viajar en el tiempo. El espía cuenta con un grupo reducido de aliados y con una contraseña que le abrirá varias puertas: Tenet.
Por méritos propios, cada nuevo trabajo de Christopher Nolan se espera con máxima expectación y el director figura en la lista de jóvenes clásicos modernos junto a Wes Anderson, Quentin Tarantino o David Fincher. Warner confía en él y pone a su disposición toda la maquinaria del estudio y un par de cientos de millones de dólares por proyecto. Tenet, su nuevo trabajo, se ha visto perjudicado por la tragedia del coronavirus, que ha ido retrasando su estreno hasta que ha conseguido llegar a las salas europeas a finales de agosto. Ojalá el público acuda a los cines y disfrute de la experiencia, desde luego merece la pena.
El guionista y director británico destacó con Memento (2000), una película de corte independiente que ya sentaba las bases de su cine. Tras filmar el enfrentamiento definitivo entre Batman y el Joker en El Caballero Oscuro (The Dark Knight, 2008), Origen (Inception, 2010) supuso la obra maestra que consagró a Nolan y exploró los elementos que caracterizan sus películas y, por supuesto, están presentes en Tenet; a saber: un protagonista con un fuerte sentido del deber, padres obsesionados con recuperar a sus hijos, una damisela en apuros, juegos de percepción, una narrativa fragmentada que envuelve un thriller clásico del bien contra el mal, atracos imposibles, violencia limpia y estilizada, travellings circulares, una fotografía gélida, una banda sonora atronadora, un tercer acto frenético de montaje en paralelo, repartos corales y papeles secundarios para Michael Caine.
Tenet podría verse como la película de James Bond que Christopher Nolan estuvo a punto de rodar, pues en el fondo se trata de un thriller de espías estadounidenses y británicos que intentan salvar el mundo de los rusos, con la notable influencia de El Hombre que Sabía Demasiado (The Man Who Knew Too Much, 1956) de Alfred Hitchcock, a la que rinde homenaje. En una de las primeras escenas, el protagonista habla con una científica que le explica que no hay que dar demasiadas vueltas a las paradojas temporales, sino dejarse llevar. Puede leerse como una advertencia para los espectadores, ya que, si nos dejamos llevar por los trucos del director, vamos a disfrutar de dos horas y media muy entretenidas, con una historia que atrapa desde el principio, no da respiro y ofrece secuencias de una planificación brillante, en especial las relativas a los atracos que planea el protagonista. Este papel recae en John David Washington, quien se dio a conocer con la recomendable Infiltrado en el KKKlan (BlacKkKlansman, 2018) de Spike Lee. Lo acompañan Elizabeth Debicki (familiarizada con el espionaje desde El infiltrado, 2016), Aaron Taylor-Johnson en sustitución de Tom Hardy (Kick-Ass, 2010) y Himesh Patel (Yesterday, 2019), además de que Nolan recupera a Kenneth Branagh (Dunkerque, 2017) para dar vida al malo de la función, un oligarca ruso que no va más allá del cliché andante. Agrada el sorprendente rol de Robert Pattinson, la mano derecha del protagonista que esconde algunos secretos fundamentales para el desarrollo de la trama. El actor británico deja atrás el papel de vampiro adolescente por el que muchos lo recuerdan y afianza la carrera que ha ido labrando con trabajos interesantes en películas independientes, caso de la reciente El Faro (The Lighthouse, 2019). Por cierto, siempre es una alegría ver a Michael Caine en la gran pantalla, aunque sea con un cameo.
En Tenet hay ciertos elementos que restan en vez de sumar al conjunto de la película y dañan el acabado final, lejos de la contundencia de El Caballero Oscuro y la frescura de Origen. Los espectadores no saben nada del espía protagonista y cuesta empatizar con él, como ya sucediera con los soldados británicos de Dunkerque. Además, el personaje de Elizabeth Debicki no pasa de ser una damisela en apuros hasta bien entrado el tercer acto y la banda sonora de Ludwig Göransson (The Mandalorian) es una burda imitación de los trabajos graves de Hans Zimmer, el compositor habitual de Nolan, ya que carece de emoción alguna y hasta molesta en las escenas de conversaciones.
Aparte de estas pequeñeces, Tenet es una propuesta sumamente interesante, una película de gran presupuesto capaz de asombrar a los espectadores y proponerles un juego narrativo para que vuelvan al cine, se evadan y disfruten. Con los tiempos que corren, es un mérito de lo más loable que solo pocos magos consiguen, caso de Christopher Nolan.