Por méritos propios, Jojo Rabbit se ha convertido en una de las películas de 2019, ha conquistado al público internacional, cuenta con seis nominaciones a los Oscar, se ha llevado el BAFTA a mejor guion adaptado y, ante todo, ha supuesto la consagración de su director, Taika Waititi.
Este joven maorí de familia judía despuntó en 2004 con el cortometraje Two Cars, One Night, una sencilla historia de amor entre niños neozelandeses que le valió una nominación al Oscar (el corto completo puede verse aquí). En 2007, Waititi dirigió Eagle vs. Shark, una comedia concebida para el lucimiento de su amigo, el humorista Jemaine Clement, a quien volvió a dirigir en varios episodios de la serie Flight of the Concords.
En 2010 estrenó Boy, su primera película como autor completo y uno de sus títulos más personales hasta la fecha. Narra la historia de un niño que, tras la muerte de su madre, vive con sus hermanos y primos entre la pobreza de una reserva maorí. Waititi escribe, dirige y se reserva el papel del padre del protagonista, un expresidiario obsesionado con encontrar un antiguo tesoro. Boy sienta los motivos recurrentes en el cine de Waititi: niños protagonistas que se ven envueltos en circunstancias fuera de su control, padres ausentes, una sátira sobre el racismo y la exclusión social, la defensa de la cultura de los nativos neozelandeses (no en vano, la película mezcla una haka con la música de Michael Jackson) y la combinación equilibrada entre el drama y la comedia absurda, esta última heredada de exponentes británicos como los Monty Python y Rowan Atkinson. Además, Boy supone la primera colaboración entre Waititi con su actriz fetiche, la también maorí Rachel House.
La siguiente película del director kiwi se convirtió en un fenómeno viral y lo acercó al gran público. En 2014, Taika Waititi y Jemaine Clement coescribieron y codirigieron Lo que Hacemos en las Sombras (What We Do in the Shadows), que adapta un corto previo del mismo dúo. Filmada en clave de falso reportaje, la película documenta el día a día de un grupo de vampiros en la Nueva Zelanda actual, sus escapadas nocturnas, los conflictos con los hombres lobo y los problemas de convivencia. Tras pasar por multitud de festivales y muestras de ciencia ficción y terror, acabó estrenándose en el circuito comercial. Tal fue su éxito que ha generado dos series derivadas: Wellington Paranormal (2018), acerca de los policías que investigan los fenómenos sobrenaturales en la capital neozelandesa, y What We Do in the Shadows (2019), la divertida versión estadounidense del documental de vampiros para la que el propio Waititi escribe y dirige varios episodios.
Disney confió en el director kiwi para reflotar la franquicia de Thor, pero le dieron tiempo para que terminase su próxima película. A la Caza de los Ñumanos (Hunt for the Wilderpeople, 2016) cuenta la odisea de Ricky Baker, un problemático niño maorí al que adopta una pareja de granjeros. Como no consigue adaptarse a su nueva familia, Ricky se fuga, se pierde en las montañas y conoce a varios personajes pintorescos mientras le persigue una tenaz representante de los servicios sociales, a la que interpreta Rachel House. Por desgracia, esta maravilla y alocada película apenas se distribuyó en cines.
En Marvel Studios, Waititi se enfrentó a la difícil tarea de insuflar nueva vida a la saga de Thor en solitario. La primera entrega de Kenneth Branagh sentó las bases del conflicto entre el protagonista, su hermano y su padre, pero la segunda fue una película insulsa y vacía. Thor: Ragnarok (2017) adapta con libertad la etapa más celebrada de los cómics del personaje, la escrita y dibujada por Walter Simonson. Retrata a un dios del Trueno que no es más que un niño grande. Aun así, el hijo de Odín ha de afrontar la muerte de su padre y los conflictos que lo separan de sus hermanos. Además, intenta salvar a su pueblo, que se ha visto forzado a exiliarse. En un reparto plagado de caras familiares, Waititi se reserva uno de los papeles más divertidos, el del tontorrón alienígena Korg, y le guarda otro a Rachel House. Thor: Ragnarok es, sin duda, una de las películas más brillantes y personales de las que han salido de la factoría Marvel Studios.
Antes de comprometerse con más superproducciones, Taika Waititi ha adaptado y dirigido Jojo Rabbit (2019). El niño que da título a la película se alista en las juventudes hitlerianas en plena Segunda Guerra Mundial, pero pronto comienza a descubrir las muchas mentiras que el Tercer Reich cuenta sobre los judíos y las atrocidades que comete. Jojo Rabbit despliega la habitual mezcla de tragedia y comedia de las obras de Waititi, recopila los motivos que explora en toda su filmografía (padres ausentes, racismo, niños en situaciones extraordinarias…) y los pasa por el filtro de las sátiras sobre el nazismo, con especiales guiños a El Gran Dictador (The Great Dictator, 1940), Ser o no Ser (To Be or Not to Be, 1942) y Los Productores (The Producers, 1967). Con semejantes ingredientes, la película consigue acercar el estilo de este peculiar director a un público amplísimo. Además, el cineasta se rodea de dos de los mejores actores secundarios del momento, Scarlett Johansson y Sam Rockwell, y se reserva para sí mismo un papel muy especial: la versión de Adolf Hitler que se convierte en el amigo imaginario del niño protagonista.
Mientras cosecha elogios y premios por Jojo Rabbit, Taika Waititi no descansa. Ha dirigido el último e impresionante episodio de The Mandalorian, la primera serie de imagen real del universo Star Wars. Prepara también Thor: Love and Thunder, la adaptación de otro de los cómics más aclamados del personaje, en concreto el protagonizado por una diosa del Trueno. Por fortuna, también tiene suerte de dedicarse a proyectos más pequeños y personales, pues escribe y dirige Next Goal Wins, una película sobre el equipo de fútbol de Samoa, que cuenta con Elisabeth Moss y Michael Fassbender a la cabeza del reparto.
Los premios para Jojo Rabbit suponen el reconocimiento que este director tan peculiar se merece, pues es capaz de reflexionar acerca de temas personales en historias de todo tipo, de traspasar fronteras y dejar atrás prejuicios para buscar las emociones y experiencias que nos unen y humanizan. Es también buen momento para echar la vista atrás y recuperar las joyas que esconde la carrera de Taika Waititi.
Este joven maorí de familia judía despuntó en 2004 con el cortometraje Two Cars, One Night, una sencilla historia de amor entre niños neozelandeses que le valió una nominación al Oscar (el corto completo puede verse aquí). En 2007, Waititi dirigió Eagle vs. Shark, una comedia concebida para el lucimiento de su amigo, el humorista Jemaine Clement, a quien volvió a dirigir en varios episodios de la serie Flight of the Concords.
En 2010 estrenó Boy, su primera película como autor completo y uno de sus títulos más personales hasta la fecha. Narra la historia de un niño que, tras la muerte de su madre, vive con sus hermanos y primos entre la pobreza de una reserva maorí. Waititi escribe, dirige y se reserva el papel del padre del protagonista, un expresidiario obsesionado con encontrar un antiguo tesoro. Boy sienta los motivos recurrentes en el cine de Waititi: niños protagonistas que se ven envueltos en circunstancias fuera de su control, padres ausentes, una sátira sobre el racismo y la exclusión social, la defensa de la cultura de los nativos neozelandeses (no en vano, la película mezcla una haka con la música de Michael Jackson) y la combinación equilibrada entre el drama y la comedia absurda, esta última heredada de exponentes británicos como los Monty Python y Rowan Atkinson. Además, Boy supone la primera colaboración entre Waititi con su actriz fetiche, la también maorí Rachel House.
La siguiente película del director kiwi se convirtió en un fenómeno viral y lo acercó al gran público. En 2014, Taika Waititi y Jemaine Clement coescribieron y codirigieron Lo que Hacemos en las Sombras (What We Do in the Shadows), que adapta un corto previo del mismo dúo. Filmada en clave de falso reportaje, la película documenta el día a día de un grupo de vampiros en la Nueva Zelanda actual, sus escapadas nocturnas, los conflictos con los hombres lobo y los problemas de convivencia. Tras pasar por multitud de festivales y muestras de ciencia ficción y terror, acabó estrenándose en el circuito comercial. Tal fue su éxito que ha generado dos series derivadas: Wellington Paranormal (2018), acerca de los policías que investigan los fenómenos sobrenaturales en la capital neozelandesa, y What We Do in the Shadows (2019), la divertida versión estadounidense del documental de vampiros para la que el propio Waititi escribe y dirige varios episodios.
Disney confió en el director kiwi para reflotar la franquicia de Thor, pero le dieron tiempo para que terminase su próxima película. A la Caza de los Ñumanos (Hunt for the Wilderpeople, 2016) cuenta la odisea de Ricky Baker, un problemático niño maorí al que adopta una pareja de granjeros. Como no consigue adaptarse a su nueva familia, Ricky se fuga, se pierde en las montañas y conoce a varios personajes pintorescos mientras le persigue una tenaz representante de los servicios sociales, a la que interpreta Rachel House. Por desgracia, esta maravilla y alocada película apenas se distribuyó en cines.
En Marvel Studios, Waititi se enfrentó a la difícil tarea de insuflar nueva vida a la saga de Thor en solitario. La primera entrega de Kenneth Branagh sentó las bases del conflicto entre el protagonista, su hermano y su padre, pero la segunda fue una película insulsa y vacía. Thor: Ragnarok (2017) adapta con libertad la etapa más celebrada de los cómics del personaje, la escrita y dibujada por Walter Simonson. Retrata a un dios del Trueno que no es más que un niño grande. Aun así, el hijo de Odín ha de afrontar la muerte de su padre y los conflictos que lo separan de sus hermanos. Además, intenta salvar a su pueblo, que se ha visto forzado a exiliarse. En un reparto plagado de caras familiares, Waititi se reserva uno de los papeles más divertidos, el del tontorrón alienígena Korg, y le guarda otro a Rachel House. Thor: Ragnarok es, sin duda, una de las películas más brillantes y personales de las que han salido de la factoría Marvel Studios.
Antes de comprometerse con más superproducciones, Taika Waititi ha adaptado y dirigido Jojo Rabbit (2019). El niño que da título a la película se alista en las juventudes hitlerianas en plena Segunda Guerra Mundial, pero pronto comienza a descubrir las muchas mentiras que el Tercer Reich cuenta sobre los judíos y las atrocidades que comete. Jojo Rabbit despliega la habitual mezcla de tragedia y comedia de las obras de Waititi, recopila los motivos que explora en toda su filmografía (padres ausentes, racismo, niños en situaciones extraordinarias…) y los pasa por el filtro de las sátiras sobre el nazismo, con especiales guiños a El Gran Dictador (The Great Dictator, 1940), Ser o no Ser (To Be or Not to Be, 1942) y Los Productores (The Producers, 1967). Con semejantes ingredientes, la película consigue acercar el estilo de este peculiar director a un público amplísimo. Además, el cineasta se rodea de dos de los mejores actores secundarios del momento, Scarlett Johansson y Sam Rockwell, y se reserva para sí mismo un papel muy especial: la versión de Adolf Hitler que se convierte en el amigo imaginario del niño protagonista.
Mientras cosecha elogios y premios por Jojo Rabbit, Taika Waititi no descansa. Ha dirigido el último e impresionante episodio de The Mandalorian, la primera serie de imagen real del universo Star Wars. Prepara también Thor: Love and Thunder, la adaptación de otro de los cómics más aclamados del personaje, en concreto el protagonizado por una diosa del Trueno. Por fortuna, también tiene suerte de dedicarse a proyectos más pequeños y personales, pues escribe y dirige Next Goal Wins, una película sobre el equipo de fútbol de Samoa, que cuenta con Elisabeth Moss y Michael Fassbender a la cabeza del reparto.
Los premios para Jojo Rabbit suponen el reconocimiento que este director tan peculiar se merece, pues es capaz de reflexionar acerca de temas personales en historias de todo tipo, de traspasar fronteras y dejar atrás prejuicios para buscar las emociones y experiencias que nos unen y humanizan. Es también buen momento para echar la vista atrás y recuperar las joyas que esconde la carrera de Taika Waititi.