Frank Sheeran vive solo en una residencia de ancianos. Allí rememora sus días de camionero, los primeros contactos con la mafia italiana de Filadelfia para sacarse un dinero extra y cómo conoció al hombre que le cambiaría la vida, Russell Bufalino. Poco a poco fue recibiendo encargos mayores y más violentos, hasta que a Frank lo nombraron guardaespaldas de Jimmy Hoffa, el presidente del sindicato de los camioneros y uno de los personajes más influyentes en la política de Estados Unidos de mediados del siglo XX.
El Irlandés es una obra de arte, sencillamente. Una película en la que un narrador prodigioso repasa las claves de su cine y ofrece un relato sobrecogedor en clave crepuscular. La génesis de este proyecto ha sido, cuando menos, complicada. Hace casi diez años se escucharon los primeros rumores de que Robert De Niro quería volver a trabajar con su amigo, el director Martin Scorsese, y le llevó dos novelas de gánsteres de avanzada edad, El invierno de Frankie Machine, de Don Winslow, y He oído que pintas casas, de Charles Brandt. El tiempo pasaba, el proyecto no veía la luz verde y los dos se dedicaron a trabajar en películas diferentes. Se sumó otro viejo conocido, Joe Pesci, dispuesto a salir de su retiro para colaborar una cuarta vez con Bob y Marty. Y entonces llegó Netflix. El gigante del vídeo bajo demanda apostó por la película, como ya hiciera con los trabajos más recientes de otros grandes cineastas, caso de los hermanos Coen y Alfonso Cuarón. Netflix produjo la película, incluso la costosa tecnología para rejuvenecer los rostros de los protagonistas en las escenas que suceden en el pasado.
Martin Scorsese regresa al género por el que quizá sea más conocido, el de los mafiosos. No en vano, al director neoyorkino se lo recuerda por acercar a los espectadores a la vida cotidiana y mundana en el mundo de los gánsteres, lejos del glamur y las formalidades de El Padrino (The Godfather, 1972) o Los Intocables (The Untouchables, 1987). Ha narrado el día a día de los mafiosos en Malas Calles (Mean Streets, 1973), su evolución y tejamanejes durante tres décadas en la soberbia Uno de los Nuestros (Goodfellas, 1990), el papel que jugaron en la construcción de Las Vegas en Casino (1995) e incluso su origen, en la Nueva York de la segunda mitad del siglo XIX en Gangs of New York (2002). El Irlandés (The Irishman) supone el regreso de Scorsese a este género en clave de epopeya crepuscular, al igual que hiciera Clint Eastwood con el western en Sin Perdón (Unforgiven, 1992). La película de Netflix narra cómo la mafia italoamericana intervino en el devenir de la política estadounidense de la segunda mitad del siglo XX y cuenta la versión de un trabajador que se convirtió en asesino a sueldo, para lo cual Scorsese se sirve de buena parte de los recursos narrativos que han caracterizado su cine y muchos han imitado sin éxito: un narrador omnisciente en off, planos secuencia con coreografías imposibles, escenas a cámara lenta, planos congelados, violencia fría y nada estilizada, iconografía católica y el montaje endiablado de Thelma Schoonmaker.
Son varios los críticos que han comparado El Irlandés con El Hombre que Mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962) de John Ford, y no les falta razón. En ambos casos, un cineasta mayúsculo regresa al género que lo hizo famoso, lo revisita en compañía de sus actores fetiches y retoma los temas que han caracterizado su filmografía. Las tres líneas narrativas que vertebran El Irlandés versan sobre la amistad y su evolución con el paso del tiempo, la camaradería del día a día frente a las adversidades mundanas. Además, recupera temas ya visitados en Uno de los Nuestros y El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013), como son los abusos de poder y cómo los niños sufren en silencio los delitos de sus padres, por los que más tarde pueden arrepentirse.
El protagonista absoluto de la función es Robert De Niro, que llevaba sin trabajar con Scorsese más de veinte años, desde Casino. Desde entonces, la carrera del protagonista de Taxi Driver iba a la deriva en comedias insustanciales y películas de serie B, salvo alguna notable excepción como El Lado Bueno de las Cosas (Silver Linings Playbook, 2012). El Irlandés es un ejercicio de contención para De Niro, que da vida a un trabajador leal y silencioso, a quien las dudas y la culpa lo comen por dentro. Coincide con otro de los mejores actores de su generación, un recuperado Al Pacino que interpreta a un Jimmy Hoffa enérgico, cabezota y divertido, un complemento a la versión de Jack Nicholson en Hoffa: Un Pulso al Poder (Hoffa, 1992), la algo olvidada biografía dirigida por Danny DeVito. El regreso de Joe Pesci es motivo de celebración. El peculiar actor compone un personaje cercano y aterrador a base de pequeñas intervenciones. Lo define más con lo que se calla que con lo que dice y es una interesante contrapartida al bocazas de Tommy DeVito. El Irlandés también recupera a otro viejo conocido del cine de Scorsese, un tal Harvey Keitel, y reserva papeles secundarios para quienes trabajaron con el director en las series Boardwalk Empire y Vynil, aparte de para Jesse Plemons (Breaking Bad) y Anna Paquin, que interpreta a la sufridora hija de Frank.
Sorprende cómo el diseño de producción recrea las distintas décadas que abarca la saga de El Irlandés y cómo la narración prodigiosa de Scorsese fluye de una a otra, hilando la historia del protagonista. Es tal su pericia narrativa que las casi tres horas y media de metraje atrapan y cautivan desde las primeras escenas. Los efectos digitales que rejuvenecen a los actores suponen un nuevo avance respecto a lo que se vio en El Curioso Caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button, 2008) y la reciente Capitana Marvel (Captain Marvel, 2019), están al servicio de la trama y del poder interpretativo de los actores. El único inconveniente de la película es que se estrene solo en una decena de salas de cine, al tratarse una producción de Netflix que estará disponible en la plataforma de vídeo bajo demanda. De verdad merece la pena verla en la pantalla grande.
Guillermo del Toro ha dicho que “El Irlandés es una obra maestra”. No le falta razón, pues la película revisita los lugares y los temas claves de un cineasta fundamental de los últimos cincuenta años, pero los aborda desde una perspectiva distinta, marcada por el paso del tiempo y la amistad que une a los protagonistas y a los propios actores con el director. El Nuevo Hollywood reflexiona sobre sí mismo, sus logros y aportaciones y filma una película de dimensiones épicas que resume buena parte de las inquietudes, temas y hallazgos narrativos que introdujo en el cine. Eso es El Irlandés, el cine.