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17 de desembre del 2018

Historias de Hollywood: la inquina de Robert Downey Jr. hacia Hugh Grant


El talento interpretativo de Robert Downey Jr. fue acreditado a muy pronta edad. Convertido en el mejor actor de su generación, realizó papeles de fuerte carga emocional desde finales de los 80 y en los noventa su carrera seguía ascendiendo dejando atrás una prometedora etapa juvenil para sumergirse en el reto de consolidarse en Hollywood. 

Mientras los puntos fuertes de Downey estaban bien firmes una sombra permanente amenazaba su vida y su carrera. Las múltiples adicciones a sustancias configuraban una faceta oscura que en cualquier momento podía emerger para acabar con todo.

Muy probablemente, la fuerte personalidad del actor y su carácter rebelde se vieron acrecentados por las drogas y, en no pocas ocasiones, Downey protagonizó situaciones complicadas en los sets de rodaje. Sin embargo, quizá una de las más desconocidas surgió mientras rodaba Restauración (Restoration, 1995).

La película partía de un guión original de Rupert Walters que situaba la acción en plena corte de Carlos II de Inglaterra. El heredero del decapitado Carlos I encarnó la restauración monárquica en las islas tras el periodo en el poder del Lord Protector Oliver Cromwell. En esta época de regreso a los excesos y de alejamiento respecto a los problemas reales de la población, un joven doctor, Robert Merivel (Downey), obtenía el reconocimiento salvar de la muerte al perro spaniel favorito del monarca.

A partir de ese momento, el buen doctor tenía la oportunidad de vivir entre los fastos de una monarquía desatada, que buscaba recuperar el tiempo perdido trayendo consigo la fútil extravagancia y el atroz desgobierno. Merivel vería comprometida sus posición y volvería a la vida humilde hasta que se le presentara otra oportunidad de reconocimiento gracias a sus enormes méritos como galeno.

Robert Downey Jr. realizó, nuevamente, una gran interpretación. Se entendió bien con el director Michael Hoffman y apartó momentáneamente su faceta más salvaje para sacar partido de su excelencia como profesional. Sin embargo, nadie está a salvo mientras las adicciones se mantienen activas. Este pareció ser el caso cuando a Downey se le volvió a girar la cabeza al tratar con uno de sus compañeros de reparto. 

El actor de moda en la escena inglesa a mediados de los noventa era, sin duda alguna, Hugh Grant. Tras el éxito comercial de Cuatro Bodas y un Funeral (Four Weddings and a Funeral, 1994) su carrera se estaba estabilizando y las ofertas de Hollywood no paraban de llegar a las oficinas de sus representantes. Pero Downey no podía soportarle, no le tragó desde el primer momento. La pomposidad y altanería que caracterizaba a Grant en esa época pareció alterar el por entonces débil equilibrio del norteamericano.


Grant interpretaba un papel relativamente breve en Restauración. Daba vida al pintor Elias Finn, quien arruina la vida disipada de Merivel al revelar los sentimientos románticos que el doctor sentía por la concubina preferida del Rey. De alguna manera, realidad y ficción parecieron interrelacionarse puesto que en el rodaje la animadversión de Downey hacia Grant parecía ser un firme reflejo de lo ocurrido delante de las cámaras. 

"I just thought he was a d*ck, that’s all. And I still do."
 Robert Downey Jr.

"He hated me. He took one look at me and wanted to kill me"

Hugh Grant


La situación se salvó como se pudo pero poco después, durante la promoción del film, se explicitó claramente que los actores nunca coincidían en las mismas premieres. Incluso en la 46 edición de la Berlinale (celebrada en febrero de 1996), el propio Downey, en rueda de prensa, soltó unas brutales descalificaciones hacia Grant que todos aquellos que conocían el estilo de vida del actor atribuyeron al consumo excesivo de sustancias.

Esa deriva hacia el pozo de las almas perdidas, sumergió a Downey en comportamientos erráticos y agresivos que precipitaron su caída en Hollywood hasta llegar al punto de ser apartado de las producciones importantes. La justicia empezó a perseguirle por varios delitos relacionados con el consumo de drogas y su única salvación profesional se la brindó David E. Kelley, dándole un papel en la serie Ally McBeal a condición de que se sometiera a análisis periódicos de orina que certificaran su aptitud para trabajar. No obstante, desde ese momento de máxima dificultad, Downey fue capaz de resurgir cual Ave Fénix y gracias al apoyo de su nueva pareja y futura esposa, Susan Levin, salió definitivamente del mundo de las adicciones y pudo comprar confianza en los estudios. Así fue como volvieron a llegarle ofertas en el cine que él se ocupó de valorizar recuperando lo mejor de su arsenal interpretativo. En pocos años, volvió a recuperar un estatus consolidado que se acabó de confirmar con la oferta para dar vida a Tony Stark a.k.a. Iron Man en la primera película del universo cinematográfico de Marvel Studios. 

El tiempo tiende a ser un factor favorable en la resolución de conflictos y Downey, desde su envidiable posición actual en la industria, ya no necesita alimentar polémicas estériles. A principios de 2018, escribió un tuit en su cuenta personal que rezaba así


El pomposo y relamido actor, que había disparado todos los resortes de resistencia, ahora parecía tener la condiciones que, a su juicio, le permitían establecer un armisticio.

Por su parte, el británico no tardó en responder para congratularse de las palabras de su colega:



Finalizó así una inquina de 23 años en la que el receptor de los ataques nunca creyó haber hecho nada especial para merecer esa tormenta de descalificaciones. Como siempre ocurre en estos casos, hay que felicitarse de que un gran actor haya podido dejar atrás los elementos oscuros de su pasado y se haya reivindicado como persona y como profesional.

Un dato más antes de finalizar. El maestro Ian McKellen también tenía un papel en Restoration y durante el rodaje de la película quedó impactado por el trabajo de Downey. A tal punto llegó su admiración que le propuso, en el mismo set, participar en la película que estaba preparando como actor y director. Consideraba que su trabajo estaba muy por encima de otros intérpretes británicos y su condición de norteamericano podía servir para conseguir mayores fuentes de financiación para la cinta. La película era una ambiciosa adaptación del clásico shakespeariano Ricardo III, ubicada esta vez en en la década de los 30. Este marco permitía dotar al personaje, ya de por sí tenebroso y megalómano, de un matiz mayor de perversión al proponer una estética filonazi que aumentaba su vileza. Curiosamente, Ricardo III se estrenó antes que Restauración puesto que Michael Hoffman tuvo que afrontar importantes contratiempos en el montaje que requirieron reshoots.