A ver, antes de empezar, tenemos que centrarnos un poco, porque si no el que no esté al día en la saga Millennium va a perderse. En su momento, Stieg Larsson se sacó un trilogía de libros protagonizados por Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist que hizo que el mundo se centrara en la novela policíaca nórdica —aunque ya había algunos que hacía años que funcionaban—, por lo que irremediablemente fueron llevadas al cine siendo todo un bombazo, aún siendo una producción sueca. Y es entonces cuando los dólares entraron en juego e hicieron la cosa más estúpida del cine —solo al alcance de unos pocos—, hacer un remake americano solo un par de años después de que se estrenaran las originales. ¿Por qué? Quién lo sabe. Aunque en el proyecto había nombres propios como David Fincher o Daniel Craig, la cosa no cuajó porque, además de no ser tan buena como la primera película —porque solo se hizo una, cosa de la taquilla—, el público ya había tenido su dosis de Millennium. Ahora, casi una década después del estreno de las tres películas suecas, y con nuevas historias firmadas por David Lagercrantz, las productoras americanas, para no perder los derechos sobre las adaptaciones, han optado por saltarse las tres primeras historias en un reboot innecesario, y adaptar la cuarta, en algo que también era innecesario. Pero dejemos de preámbulos y metámonos de lleno en Millennium: Lo que no te mata te hace más fuerte… la traducción más lógica de The Girl in the Spider’s Web, a la vez la traducción más sensata del original sueco Det som inte dödar oss, algo así como Lo que no nos mata… ¿Lo habremos hecho bien por una vez?
Tras unos años desaparecida, aunque haciendo de las suyas como justiciera, Lisbeth Salander regresa al mundo real cuando se ve involucrada en una trama de espionaje internacional. Un ingeniero sueco le pide que robe del sistema de la NSA americana, un programa que les estaba haciendo para poder controlar todos los silos de misiles del mundo; pero, cuando los tiene en su poder, se los roba una organización mafiosa, que no duda en acabar con el ingeniero y hacerse con su hijo, la única clave para resolver el código de acceso. Será entonces cuando Lisbeth deberá hacer lo que esté en sus manos para salvar al chico e impedir la fin del mundo, como tener que enfrentarse a fantasmas del pasado.
Antes de ahondar en una historia más propia de un argumento de James Bond, fijaos que en ningún momento he mencionado a Mikael Blomkvist, simplemente porque su personaje aparece pero no juega ningún papel en la trama, pero ninguno, ninguno, vamos que si no sale ni te enteras. Además, el actor que le da vida, Sverrir Gudnason, parece no tener sangre en las venas o tenerla muy fría —perdón por la broma «nórdica»—, pero comparado con Michael Nyqvist, es una broma de mal gusto.
Algo parecido sucede con Claire Foy y su Lisbeth. A pesar de bordar su papel de joven reina Elizabeth II en la serie The Crown. No es que lo haga mal, pero su interpretación, comparada con la de Noomi Rapace, no es ni comprable. Es como si le faltara algo, tan solo está formada por postureo, cara de mala hostia y muchos piercings.
Y, si nos fijamos bien, veremos que, en realidad, toda la película parece cortada por el mismo patrón. Las escenas de acción espectaculares, los paisajes irrepetibles, casi de foto, los momentos de tensión… impostados. No sé si sucede igual con la novela, pero en el caso de la película da la impresión de que solo se ha hecho para seguir recogiendo la caja cada fin de semana, y aprovechar al máximo el tirón que implica el nombre de Stieg Larsson. Ya que al ser una heredera de sus historias debería tener un trasfondo más complejo, no ser, simplemente, una historia de espías que hemos visto más de una decena de veces. En muchos sentidos recuerda más a un argumento de Jason Bourne, pero simplificado. Al final, la única sorpresa, es que las malas son… la hermana y la policía… ¡Ups! Se me ha escapado. Pero tampoco pasa nada, al fin y al cabo, parece que lo único importante de estas películas es llenarlas con un exceso de escenas violentas, con mucho bondage —que para quién no sepa lo que es, le recomiendo que no lo busque en Google—, y ciertas asquerosidades completamente gratuitas —solo aviso, cuando aparezca un tío con un tatuaje en la frente y una nariz rara, los de estómago delicado, no miréis—, que no aportan nada a la trama, no como sucedía en las primeras entregas, que, aunque tampoco comprendí, estaban un poco más justificadas.
Llegados a este punto os voy dar una recomendación muy simple: si queréis ver como los americanos pierden el culo para resolver un problema que han creado ellos y se les ha girado en contra, coged cualquier película de Bond, la que más apetezca; y si queréis ver thrillers de misterio de origen nórdico, os pilláis la trilogía original sueca de Millennium, o la serie Wallander de Kenneth Branagh, que son más auténticas.
Para terminar y resumirlo un poco, no es que la peli esté mal hecha o sea mala por defecto, es que simple y llanamente era innecesaria.