Precisamente vamos a hablar del último de ellos. El británico John Boorman no confluyó con el resto de directores en el mismo entorno de origen pero compartió con ellos esas nuevas inquietudes formales y de fondo que se tradujeron en una narrativa más arriesgada, técnicas de rodaje innovadoras y menores limitaciones morales.
Al igual que otros compañeros de generación, Boorman se forjó en el mundo de la televisión y desde allí había tenido la oportunidad de cruzar el Atlántico para rodar una película de especial repercusión: A Quemarropa (Point Blank, 1967), a la que siguió Infierno en el Pacífico (Hell in the Pacific, 1968). Su elección para Deliverance estaba más que justificada puesto que el contenido bizarro de la misma, repleto de violencia extrema, requería de un director de nueva generación y amplios horizontes creativos.
La película estaba basada en una cruda novela de James Dickey donde se explicaba el viaje de cuatro urbanitas de Atlanta a uno de los lugares más recónditos del norte de Georgia. La excusa era visitar determinados lugares poco conocidos antes que la construcción de una presa hiciera desaparecer ese paraje para siempre. El encuentro con la gente local, que es el producto de una endogamia enquistada durante generaciones debido al aislamiento, provocará que ese viaje de ocio se transforme en una auténtica pesadilla.
Este thriller, que roza los cánones del cine de terror en determinados momentos, contó con un reparto liderado por Jon Voight, al que acompañaba un rostro prometedor de la época: Burt Reynolds. También formaron parte de la película Ned Beatty y Ronny Cox. Precisamente es éste último el que protagoniza una de las secuencias más recordadas de la película, el mítico "Duelo de Banjos".
No obstante, Historias de Hollywood busca esencialmente las anécdotas así que centrémonos en el rodaje en Chattooga river (Georgia). El personaje de Burt Reynolds, Lewis Medlock, se veía implicado en una caída por una cascada de ocho metros. Se consideró excesivamente peligroso para que lo realizase un doble así que se colocó un maniquí en la canoa. El resultado fue patético puesto que se veía claramente la falsedad de la toma en una película que buscaba el máximo realismo. Ante tal diatriba, Burt Reynolds, un auténtico representante del estilo interpretativo testosterónico, se ofreció a asumir el reto. Boorman quedó anonadado y la productora temió por la póliza de seguro pero Reynolds insistía puesto que Deliverance era la película que le iba a convertir en estrella y estaba dispuesto a arriesgarse. Boorman aceptó finalmente la propuesta pero no apreciaba a los actores que se la jugaban de esta manera. Sin embargo, también reconocía que la audacia del intérprete podía ser buena para la película.
Finalmente, la secuencia se rodó y un atemorizado Reynolds se lanzó con la canoa hacia la cascada. A nivel técnico, el resultado fue espléndido pero la fuerza de la caída y la impetuosa corriente de agua dejaron al actor maltrecho. En el hospital vieron que sufría una fractura del coxis.
Tres días después, Burt Reynolds regresó al set de rodaje y preguntó a Boorman cómo había quedado la toma. El director, con sorna, respondió: "Como un muñeco cayendo por una cascada". Genio y figura.