Entre 1930 y 1968 reinó en Hollywood un estricto reglamento censor conocido como el Código Hays. Este extenso compendio de limitaciones fue creado por el Gremio de Productores y Distribuidores en un vano intento por excluir a la industria del cine de los comportamientos lascivos que, según ellos, se estaban expandiendo en la sociedad estadounidense.
Sabemos que los grandes directores siempre hallaron fórmulas imaginativas para superar a la censura y quizá uno de los ejemplos más reconocidos fue el de Alfred Hitchcock, cuya inteligencia y talento visual estaban muy por encima del censor de turno.
Sin embargo, hoy nos centramos en una pequeña anécdota surgida del set de rodaje de El Crepúsculo de los Dioses (Sunset Boulevard, 1950). La película, co-escrita y dirigida por uno de los mejores cineastas de la historia del cine, Billy Wilder, analizaba a fondo una historia común en la meca del cine: el ocaso de una gran estrella, representada en este caso por la gran Gloria Swanson. Esta obra maestra, ganadora de tres Oscar, significó la primera colaboración entre Wilder y William Holden. Ambos compartían la misma socarronería ante la vida y les gustaba quitar hierro a las situaciones, incluso rodando secuencias de relevancia.
En una ocasión, ambos decidieron jugar al máximo y generar el estupor entre los miembros del equipo. El Código Hays establecía que los besos en pantalla no podían sobrepasar los tres segundos de duración. En una secuencia entre William Holden y la joven Nancy Olson, Wilder decidió poner en marcha una broma. La pareja empezó a besarse y, pasados los tres segundos, Wilder no indicó que cortaran. Los intérpretes siguieron en el papel con profesionalidad y el pícaro de Holden empezó a ir más lejos besando el cuello de su partenaire mientras ella, enrojecida, dejó ir un suspiro. Sin embargo, al no oír al director siguieron en ello y Olson se dedicó a desabrochar el cuello de la camisa de Holden. Después, el galán empezó a bajar la cremallera del vestido. Wilder no cortaba...
El equipo técnico asistía asombrado a la escena. Nunca habían participado en un rodaje que permitiera este nivel de expresión. Mientras tanto, los actores seguían desabrochándose mutuamente y los abrazos reflejaban cada vez una mayor pasión. Quizá Wilder decidió ir poniendo fin a la broma pero alguien se le anticipó gritando... "Corten!!" Todo el mundo miró inmediatamente hacia el lugar de donde procedía el grito, descubriendo que la responsable era la también actriz Brenda Marshall, esposa de William Holden...