Edith "Breezy" Breezerman (Kay Lenz) es una joven errante que ha decidido hacer de su vida una improvisación constante. Deseando conocer la dorada California, ha abandonado su Pennsylvania natal para enrolarse en comunidades hippies de la zona de Los Angeles donde cada día vive experiencias diferentes. Frank Harmon (William Holden) es un agente inmobiliario, recientemente divorciado que, habiendo sobrepasado la cincuentena, abraza ya la irremisible soledad como parte del día a día. Un encuentro casual entre ambos en las colinas de Hollywood será el punto de partida de un drama romántico que se acabó convirtiendo en la tercera película dirigida por Clint Eastwood tras Escalofrío en la Noche (Play Misty for Me, 1971) e Infierno de Cobardes (High Plains Drifter, 1973).
Cuando Clint Eastwood regresó a Estados Unidos después de su periplo en el spaghetti western de la mano de Sergio Leone, aprovechó el espaldarazo recibido para situarse adecuadamente en la industria. Las ofertas no paraban de llegar y participó en películas de calidad para concluir con éxito la década de los 60. Su productora, Malpaso, se hallaba detrás de casi todas sus películas y quedaba claro que Eastwood no sería un actor convencional sino que su rol en el cine vendría marcado por un alto grado de implicación.
No obstante, su encuentro creativo con Don Siegel cambió su perspectiva y, alentado por el realizador, decidió dar un paso más en su carrera y plasmar en la pantalla toda su capacidad ejerciendo el papel de director. Sus dos primeras películas como máximo responsable deambularon por los terrenos del thriller psicológico y el western -género que siempre mantendría una estrechísima conexión con él- pero también deseaba explorar más terrenos. Quería probarse ante retos nuevos y comprobar hasta qué punto era capaz de plasmar emociones en pantalla.
En paralelo a la producción y rodaje de Infierno de Cobardes (High Plains Drifter, 1973), la guionista Jo Heims, que ya había escrito el guión de su opera prima, le envió su nuevo libreto, titulado Breezy. La película planteaba el encuentro y posterior relación sentimental entre un hombre maduro y una joven libertina. Era un tipo de material que Eastwood nunca había cultivado y por eso le interesó inmediatamente, aunque hizo un cambio antes de aceptar. Heims le veía para el papel de Frank Harmon pero él entendió que se necesitaba a alguien mayor y fue entonces cuando se comprometió a dirigirla sin reservarse ningún protagonismo como intérprete.
Tras contratar a un grande de Hollywood como William Holden para dar vida a Harmon, Eastwood pidió a JoAnn Harris para el rol de Breezy. Ambos habían coincidido en El Seductor (The Beguiled, 1971). Sin embargo, el papel acabó recayendo en la cuasi desconocida Kay Lenz, que después construiría una carrera relativamente destacada en televisión.
¿Qué significa Breezy en la carrera de Eastwood?
Sin duda alguna, Breezy es el primer paso de Eastwood en el camino de convertirse en un director de sentimiento, capaz de emocionar a partir de situaciones cotidianas. Su enfoque empieza a incorporar nuevos ángulos en cuanto al desarrollo de personajes y la expresión de los mismos. En Breezy, vemos claramente que detrás está un director que aún está definiendo su estilo pero lo que es capaz de mostrarnos nos indica que estamos ante alguien que deseaba ir más allá de lo demostrado hasta ese momento. Siendo un fantástico director de acción y western, Eastwood quería expandir sus propios límites y emocionar desde la profundidad del mensaje emocional. Y Breezy es el primer escalón al que seguirían películas tremendamente humanistas como El Aventurero de la medianoche (Honkytonk Man, 1982), El Jinete Pálido (Pale Rider, 1985), Bird (1988), Cazador Blanco, Corazón Negro (White Hunter, Black Heart, 1990), Sin Perdón (Unforgiven, 1992), Los Puentes de Madison (The Bridges of madison County, 1995), Mystic River (2003), Million Dollar Baby (2004), Gran Torino (2008) y tantas otras.
Frank Harmon se ha habituado a la soledad. Participa de la vida social con un grupo de amigos acomodados de Hollywood Hills pero preserva su casa como espacio vetado. El aislacionismo en su entorno más cercano se presume como una defensa ante el dolor causado por un matrimonio fallido. Sin embargo, la soledad es un motor incesante de aflicción y si no es regada por la compañía puede llegar a tener efectos devastadores. Harmon tan solo empieza a ser consciente de ello pero no desea romper aquello que, por el momento, le da estabilidad y seguridad.
Ocurre que un día conoce a Breezy, una jovencita sin domicilio ni trabajo fijo. Alguien que disfruta de una existencia desordenada y alegre, ajena a otras consideraciones que puedan atenazarla. Breezy, pese a su juventud, también ha creado un entorno en el que se siente cómoda incluso sabiendo que, con el tiempo, todo ello tampoco le servirá. Estamos ante dos personas que han diseñado zonas de confort, plagadas de importantes fisuras, que poco a poco se irán abriendo hasta resquebrajarse.
Cuando ambos coinciden, ese proceso de derrumbamiento de los límites propios se empieza a acelerar. Quién lo diría viendo a un hombre maduro y económicamente solvente y a una jovencita hippie, que no trae nada material consigo, pero sí muchas ganas de amar.
Además de la obvia diferencia de edad y de intereses... ¿Qué más se puede interponer en su relación? Pues los consejos de otros, en especial para Harmon, quien siendo el más experto también es el más dado a buscar la aprobación o el sentido "decente" de la vida. Las diferencias que tienen de partida son perfectamente salvables si de verdad dos personas quieren estar juntas, pero los consejos de un tercero pueden hacer temblar aquello que uno mismo no cree posible. Por fortuna, el testimonio de una amiga muy próxima a Harmon le hace ver que la vida es corta y no podemos ponernos tantas barreras a nuestro devenir personal. Hay que disfrutar, más allá de las consecuencias, aunque sea tan solo por un breve tiempo. Y este es, sin duda, el mensaje más potente del film. Cuando la racionalidad pretende imponerse con excesiva fuerza a la improvisación, quizá es que algo estamos haciendo mal.
Clint Eastwood es capaz de evocar todo ello siguiendo a ambos intérpretes y descifrando sus reacciones y también sus silencios. El director se dedica en cuerpo y alma a permitir que la energía interpretativa brote sin obstáculos porque quiere recoger la espontaneidad y la naturalidad del momento para construir una historia emotiva con la máxima sinceridad posible. No le interesa para nada el morbo ni la salida fácil. Lo que busca es acercarse con la mayor fidelidad al sentimiento emocional primigenio y con ello seducirnos a partir de la empatía con las reacciones instintivas de los actores ante un texto que les permite respirar y trabajar sin costuras. Se inicia pues un estilo que recupera elementos del cine clásico para construir un nuevo humanismo cinematográfico que se ha acabado convirtiendo en la patente del Clint Eastwood director.
Universal Pictures no quedó satisfecha con la película. Apostaban por el nuevo matiz de Eastwood pero les pareció que la película no conectaría demasiado con el público. En efecto, la película no fue entendida en su momento pero vista, décadas después, se advierte la bondad de sus intenciones y una narrativa elegante que dibuja un ángulo nuevo en su filmografía que él mismo se encargaría de perfeccionar con el paso del tiempo. En mi opinión, esta Primavera en Otoño termina siendo una cinta imprescindible para entender el conjunto de su obra y un título esencial para todos aquellos que disfrutan del drama romántico de calidad.