El guionista más famoso de Hollywood por fin se ha decido a
dar el salto y dirigir a sus propios personajes. Sorkin es mundialmente
conocido por sus trabajos en la pequeña y en la gran pantalla como creador de
personajes e historias, recordemos que fue el guionista de cintas como Algunos
hombres buenos (R. Reiner, 1992), La red social
(D. Fincher, 2010) con la que ganó un Oscar o Moneyball
(Bennett Miller, 2011) y que también escribió el libreto de series como El
ala oeste de la casa blanca (1999) o The Newsroom
(2012). Quizás por este motivo haya sorprendido tanto en el mundo de
la cinematografía que el neoyorkino haya abandonado su zona de confort para
adentrarse en un universo, el de la dirección, del que poco ha aprendido en sus
más de 25 años de profesión. Puede que a la hora de tomar la decisión de dejar
a un lado el lápiz y el papel (ahora más bien la pantalla y el teclado) para
ponerse detrás de la óptica de una cámara hayan influido en él hombres como David
Mamet, Charlie Kaufman o el genio del cine Billy
Wilder. A todos ellos les llegó el momento en el que decidieron
que no había nadie mejor que ellos mismos para dirigir sus propias historias. Y
a la vista de los resultados, está claro que tenían razón.
Lo que sin duda seguro jugó un papel decisivo en la toma de
decisión fue la historia que finalmente ha llevado a la gran pantalla. Una
historia real, de una mujer real con nombre y apellidos: Molly Bloom.
La que un día estuvo destinada a ser la nueva promesa del mundo del esquí pasó
a convertirse en la reina del póker, una auténtica dama de los naipes capaz de
organizar la
partida perfecta en cualquier lugar y a cualquier hora. Molly's game,
estrenada el 5 de enero, recoge su historia.
Un fatal accidente fue lo que truncó su carrera como
esquiadora y a pesar de que su padre, interpretado en la ficción por el
oscarizado Kevin Costner, siempre había confiado en que
destacaría en el mundo del deporte o en el de los estudios, Molly Bloom
abandonó también sus estudios de derecho para dedicarse a ser camarera a las
órdenes de un hombre al que en su biografía menciona como Reardon. Poco a poco
Bloom comenzó a ganarse la confianza de este hombre y empezó a desempañar
cargos de mayor responsabilidad, primero pasando a ser su secretaria para más
tarde convertirse en la encargada de organizar selectas y privadas partidas de
póker. Con tan solo 26 años Molly Bloom se codeaba con lo más selecto del
mundo: deportistas, estrellas de Hollywood, banqueros, empresarios y un lugar
etcétera se daban cita en sus partidas de póker. Entre los nombres más
reconocidos destaca el de los actores Tobey Maguire y Leonardo
DiCaprio, de los que Bloom aseguró que el primero le pagaba al segundo
para que ejerciera el papel de gancho y así atraer a más jugadores.
En aquellas elitistas partidas de póker se movían sumas
económicas astronómicas, hasta el punto de que Bloom reconoce en sus memorias
que llegó a contar un millón de dólares billete a billete. Pero está claro que
cuando te codeas con lo más alto del mundillo del lujo y el estrellato siempre
hay alguien que quiere verte caer, y a Molly enemigos no le faltaron. Así es
como esta reina del póker pasó a ser investigada y a perderlo todo, cayendo en
desgracia y en el olvido. Atrás quedaron las fichas y las lujosas fiestas,
hasta que llegó el día en el que publicó todas estas historias en un libro.
Molly's game es la genial
adaptación de este libro, con una Jessica Chastain segura y
decidida en el papel de Bloom y con el que aspira a colarse en la lista de los
Oscar. La extenuante preparación del personaje, para la que contactó con la
verdadera Molly Bloom quien por su parte siempre quiso que Chastain la
interpretase en la gran pantalla, bien le valdría la estatuilla aunque la
decisión habrá que dejársela, como siempre, a la Academia. Igual de extenuantes
son los diálogos que se ha visto obligada a memorizar para la película (¡hasta
47 páginas de diálogo en menos de una semana!), marca de la casa Sorkin.
Creador del estilo walk and talk, un recurso para mostrar a los
personajes merodeando de un lugar a otra sin parar de hablar, Aaron Sorkin ha
pasado a la historia del cine por el ritmo trepidante de sus diálogos, una
marca personal de la que no iba a desprenderse en su primera incursión en el
mundo de la dirección. Del mismo modo, Sorkin tampoco consigue dejar atrás las
historias con un trasfondo humano de bondad. Lo vimos en el Zuckerberg de La
red social (D. Fincher, 2010) y en el ególatra Jobs de Steve Jobs (Danny
Boyle, 2015) y lo volvemos a ver de nuevo en el personaje de Molly Bloom, quien
a riesgo de perder todo lo que tiene (y efectivamente perderlo) y enfrentarse a
una investigación por parte de la autoridades, decidió no dar ningún nombre de
las personas que participaron en sus partidas, preservando así su intimidad y
anonimato.
Idris Elba, el
papel del abogado Charlie Jaffey, Michael Cera, Chris
O' Dowd y Graham Greene, además del ya mencionado
Kevin Costner, acompañan a Chastain en esta producción que espera encumbrar a
Aaron Sorkin en su nueva faceta como director.