Un artículo de Mike Sanz.
Ha pasado un año de los sucesos del demogorgon y la vida transcurre con normalidad en el pueblo de Hawkins... Al menos en apariencia, porque el joven Will Byers experimenta una serie de visiones que lo conectan con el mundo del revés, mientras el sheriff Hopper descubre una plaga que ataca las raíces de la comunidad... y todo sucede en Halloween.
La primera temporada de Stranger Things fue una de las revelaciones seriéfilas de 2016. Se estrenó en verano sin apenas promoción y no tardó en convertirse en una de las series más alabadas de Netflix, gracias al homenaje que rinde al cine popular de los ochenta y al acertado reparto de jóvenes actores. Sus creadores, los hermanos Duffer, afrontaron la difícil tarea de diseñar una segunda temporada que ofreciera un giro interesante a la trama y emulara el fenómeno que supuso la primera, ¿lo han conseguido?
La nueva entrega de Stranger Things se sirve de varios recursos para estirar los sucesos de la primera. En particular, presenta una amenaza mayor, añade nuevos personajes y separa a los viejos conocidos en varias subtramas paralelas con el fin de retrasar la resolución del conflicto. Se cumplen, en este sentido, los tópicos acerca de las segundas partes y se pierde la frescura de la entrega original, fenómeno que alcanza su máximo exponente en el vapuleado capítulo siete, que rompe con el tono de la serie y, dado su trasfondo, recuerda a los episodios más bochornosos de la fallida Héroes.
También abundan los aciertos, en especial la naturalidad de los actores (con mención especial a Noah Schnapp, el atormentado Will Byers que cobra un protagonismo inusitado), los detalles que se revelan acerca del misterioso mundo del revés, el giro que dan a personajes que quedaron desdibujados en la primera temporada, como Steve, y, por supuesto, los homenajes a las películas de los años ochenta y principios de los noventa: son varias las alusiones a títulos icónicos como Los Cazafantasmas (Ghostbusters, 1984), El Imperio Contraataca (Empire Strikes Back, 1980) y las obras de Spielberg, por ejemplo E. T. (1982)
Tras el apoteósico final, que hará las delicias de los fans y resolverá las tramas principales de forma satisfactoria y bastante espectacular para tratarse de una producción modesta, quedan varios cabos sueltos que apuntan a una inevitable tercera entrega. Aunque la secuela de Stranger Things no alcanza las cotas de frescura y emotividad de su predecesora, sigue siendo una serie de sobra entretenida en la que la nostalgia y el espíritu de aventura atrapan al espectador hasta el final.