Tras una consistente carrera en Inglaterra que incluía títulos como Alarma en el Expreso (The Lady Vanishes, 1938), Inocencia y Juventud (The Girl was Young, 1937), La Mujer Solitaria (The Woman Alone, 1936), El Agente Secreto (Secret Agent, 1936), 39 escalones (The 39 Steps, 1935), o su primera versión de El Hombre que Sabía Demasiado (The Man Who Knew Too Much, 1934), estaba claro que el paso a Hollywood de Alfred Hitchcock (1899-1980) era ineludible. La duda recaía en quien sería capaz de tomar la delantera y reclutarle para sus estudios.
El alud de ofertas inundó las oficinas de Hitch en Londres pero éste se acabó decidiendo por la propuesta de un productor independiente que había conseguido sacar adelante la mayor superproducción conocida hasta ese momento, Lo que el Viento se Llevó (Gone with the Wind, 1939). Se trataba de David O. Selznick (1902-1965).
Hitchcock creyó que podría disponer de mayor libertad creativa con Selznick que trabajando para las grandes majors. Desgraciadamente, el tiempo se encargó de desmentir esa improbable idea inicial. Cierto es que Selznick tenía preparado el mejor debut hollywoodiense para el director con Rebeca, una adaptación de la extraordinaria novela de Daphne Du Maurier. La habilidad para el suspense, acreditada por Hitchcock, encontraba su mejor campo de experimentación con un texto clásico del género. Además, dispondría de un gran presupuesto (más de 1,2 millones) y un reparto encabezado por Laurence Olivier, Joan Fontaine, Judith Anderson y George Sanders.
No obstante, pronto se vio que Selznick sería un dolor de cabeza constante para Hitchcock. Sus continuas intromisiones y sugerencias encrespaban al director, acostumbrado a tener un liderazgo único e indiscutido en el set de rodaje. A pesar de todo, esa constante tensión no impidió a Hitchcock crear una obra maestra del suspense que, además, fue un éxito fulgurante en la taquilla de 1940. La película consiguió además el Oscar al mejor film.
El contrato con Selznick tenía una duración de siete años pero debido a los constantes problemas financieros del productor, éste tuvo que prestar a Hitch a otros estudios puesto que no tenía la capacidad de rodar un proyecto cada año. Eso permitió al director respirar y oxigenarse mientras ampliaba su red de contactos con el objetivo claro de constituir su propia compañía productora.
En una ocasión, durante la etapa de colaboración entre ambos, Hitchcock respondió a un memorándum enviado por Selznick con la siguiente nota: "The Longest Story Ever Told". El productor, por su parte, se mostraba rabioso con la eficiencia del director a la hora de rodar. El material estaba tan medido que no había casi nada que cortar en la sala de edición, algo que apasionaba a Selznick.
Años después del fin de la relación laboral, Hitchcock, convertido ya en un director con poder absoluto, decidió incluir una pequeña venganza en uno de sus films más renombrados. En La Ventana Indiscreta (Rear Window, 1954), Hitch estableció un paralelismo a partir del personaje de L.B. Jefferies, interpretado por James Stewart, y el villano de la función, Lars Thorwald, a quien dio vida Raymond Burr. Jefferies era el reflejo del director en sus primeros tiempos en Hollywood, confinado a una silla y limitado en sus acciones mientras que Thorwald, el asesino que es descubierto por la avezada mirada de un vecino, fue caracterizado para parecerse físicamente en lo posible a David O. Selznick. Hitch nunca olvidaba a sus enemigos...