Un artículo de Mike Sanz.
El Times Square de la Nueva York de principios de los setenta no tenía nada que ver con la actual aglomeración de turistas que fotografían las luces resplandecientes de los anuncios. La conocida plaza era uno de los puntos clave en el que las prostitutas y los chulos que las controlaban buscaban a sus clientes potenciales. La nueva apuesta de la HBO narra las vidas de los personajes que se movían en este mundo, en particular de los trabajadores relacionados con el sexo que frecuentaban la manzana conocida como “The Deuce”, y retrata el paso de las actividades callejeras de las prostitutas y los chulos al auge de la industria del cine porno.
The Deuce era una de las apuestas más esperadas de la nueva temporada de la ficción televisiva estadounidense, pues se trata de la tercera colaboración de los reputados guionistas George Pelecanos y David Simon, quienes trabajaron en Treme y la emblemática The Wire. Simon es, asimismo, artífice de miniseries indispensables que reflexionan acerca del panorama social estadounidense actual, caso de Generation Kill y de Show Me a Hero, que abordan la guerra de Irak y la discriminación racial a nivel institucional, respectivamente.
Los responsables de The Deuce llevan a los espectadores al lado menos glamuroso de Nueva York, el mismo que retrataron películas del Nuevo Hollywood como Taxi Driver, y dejan de lado los grandes héroes de mundos de fantasía para centrarse en una historia coral de personas ordinarias, de gente de a pie que vive en los márgenes de la sociedad. Con esta premisa, la serie presenta a los ambiciosos gemelos Martino, a mafiosos de medio pelo como Rudy Pipilo; a Candy, una meretriz independiente, policías corruptos, periodistas entrometidas, veteranos de Vietnam y a un elenco de prostitutas y chulos que huyen de los estereotipos de la blaxploitation y representan a personas de carne y hueso con sueños, aspiraciones y conflictos familiares. De ritmo pausado, escenas costumbristas y secuencias explícitas (pero no gratuitas), The Deuce exige que los espectadores mantengan la atención (al igual que The Wire, prescinde de los resúmenes previos a los capítulos para recordar qué pasó la semana anterior), mima la ambientación y el vestuario, recurre a una envidiable selección de música diegética setentera y ofrece un retrato interesante y diverso de cómo la explotación de la noche y el sexo se convierte en la lucrativa industria del cine pornográfico.
El reparto de este drama coral es rico e incluye a viejos colaboradores de Simon que resurgen de los tiempos de The Wire, por ejemplo a Lawrence Gillard Jr., que da vida al único policía honrado en un mundo de corrupción e intereses económicos ocultos. La pareja protagonista de la serie, que también ejerce labores de producción, es la formada por Maggie Gyllenhaal y James Franco. La primera hace un papel magistral y muy exigente al interpretar a Candy, que lleva una doble vida y tiene dotes para el cine; mientras que el actor de 127 Horas (127 Hours, 2010) suma un nuevo capítulo a la buena racha que inició con 23.11.63 y ahora se pone en la piel de dos gemelos, un buscavidas y un trabajador que huye de su pasado.
Esta primera entrega, de tan solo ocho capítulos, concluye en un momento clave (el inminente estreno de Garganta Profunda) y aborda temas contemporáneos a la trama principal en los que seguir indagando en las próximas entregas, como son la corrupción urbanística, la situación de exclusión de los veteranos de Vietnam o el auge del movimiento por los derechos LGTBQ (son varias las menciones a las revueltas del Stonewall). Desde luego, si The Deuce sigue por el camino que ha marcado la primera temporada, que funciona a modo de prólogo, puede que consiga ocupar un lugar de honor junto a los trabajos previos de Pelecanos y Simon.