Tras el varapalo que supuso Yo, el Halcón (Over the Top, 1987), Stallone decidió volver a terreno conocido para recuperar tirada comercial. Así que, tras escribir un nuevo guión junto a Sheldon Lettich y asegurarse un presupuesto de 63 millones de dólares, decidió contratar a Russell Mulcahy como director de la nueva entrega de Rambo. Le había impresionado el trabajo del australiano en Los Inmortales (Highlander, 1986) pero pronto se cansó de su visión creativa y prescindió de él poco antes del inicio del rodaje. Le sustituyó el responsable de la segunda unidad, Peter MacDonald. La película aumentó la violencia a la máxima potencia y abordó el teatro de operaciones de Afganistán siguiendo el camino elegido por los responsables de la saga Bond en 007: Alta Tensión (The Living Daylights, 1987). Perdido en Tailandia, ni tan siquiera el coronel Trautman conseguía que Rambo se implicara en una misión tras las líneas soviéticas. No obstante, la captura de su mentor le sacaba de su aislamiento para abrazar un nuevo infierno.
Sin duda alguna, Rambo III (1988) fue víctima de sus excesos y especialmente de la caricaturización de personajes y situaciones. El maniqueísmo desacomplejado dio paso a la superficialidad repetitiva. La película funcionó correctamente en taquilla (aunque no tanto como se esperaba) pero sus cifras advertían que alargar esta franquicia podía ser contraproducente ahora que la audiencia estaba basculando hacia el estilo más frío y agreste de Arnold Schwarzenegger. El film que durante años se creyó que había finiquitado la franquicia, incorpora dos canciones interpretadas de nuevo por Bill Medley. La más destacada es "He Ain't Heavy, He's My Brother", una versión pop del clásico compuesto por Bob Russell y Bobby Scott, que contó con la producción de Giorgio Moroder para la ocasión.
En esta última fase de la década de los 80, solo hay una película que creo que mantiene su interés con el tiempo. Se trata de la apuesta de Stallone por el subgénero carcelario en Encerrado (Lock Up, 1989). Deseoso de intentar algo nuevo, se centró únicamente en la interpretación integrándose en una producción bien armada por los hermanos Gordon y con un director competente al mando, John Flynn. Lamentablemente, el público no conectó con la propuesta y la película acabó resultando un sonoro fracaso. Ni tan siquiera la presencia de un villano encarnado por el siempre convincente Donald Sutherland y la música de Bill Conti consiguieron remontar la apetencia del público.
Para la ocasión, los miembros de Survivor, Jim Peterik y Frankie Sullivan, compusieron un tema que se encargó de interpretar otro de los integrantes del grupo: Jimi Jamison. Nos referimos a "Ever Since the World Began".
En 1989, Stallone estrenó otra película de la que no hablaré en demasía por considerarla uno de los títulos más ridículos de su carrera. Se trata de Tango & Cash. Este pseudo-thriller policial contiene algunas de los momentos más vergonzantes en las trayectorias de Kurt Russell, Jack Palance y el propio Stallone. Lastrada por numerosos conflictos de producción, Tango & Cash recuperó solo un poco más de su presupuesto y condujo de nuevo a Stallone hacia Rocky Balboa.
Sin embargo, Rocky V (1990) no fue exactamente lo que los fans del personaje esperaban. Stallone escribió un guión que carecía de acción directa y depositaba el peso de los combates en el joven boxeador Tommy Morrison (a la sazón, familiar lejano del mítico John Wayne). Esta visión de un Rocky hundido económicamente y tocado en su salud tenía un único aliciente favorable: el hecho de recuperar la esencia del personaje al regresar a las calles y barrios marginales de Philadelphia que le vieron nacer. Más allá de esta motivación, poco más aporta una película que parecía cerrar una etapa de consagración y éxito para el actor. Creo, no obstante, que un acierto importante de Rocky V es su conclusión en las escaleras del museo de arte de Philadelphia y el posterior compactado de imágenes que acompaña a los títulos de crédito. Es una auténtica retrospectiva de la saga que se ve complementada con una canción vibrante y emotiva: "The Measure of a Man". La pieza fue compuesta por Alan Menken, justo en la época en que creaba un éxito tras otro para la factoría Disney. Para acabar de dar empaque a la canción, se contó con el gran Elton John para interpretarla.
Con el presente artículo, concluye esta serie de posts sobre las canciones en la filmografía de Stallone. He tratado que sean representativos de una época en la que disfrutamos como cosacos en las salas de cine. Cuesta encontrar una época tan exitosa en la carrera posterior del actor neoyorkino. Nunca ha parado de trabajar pero en los años 90 la mediocridad fue el denominador común de sus trabajos excepto dos casos muy concretos: Máximo Riesgo (Cliffhanger, 1993) y Cop Land (1997). Afortunadamente, en la década siguiente, ha conseguido elevar de nuevo el nivel de calidad cerrando adecuadamente la franquicia Rambo (2008) y reivindicando a su personaje más emblemático en dos películas muy notables: Rocky Balboa (2006) y Creed (2015). También ha conseguido poner en marcha una nueva saga con Los Mercenarios (The Expendables) y empieza a sacar provecho de su carisma en los cameos que le surgen. Un acertado renacimiento para un hombre sin el cual no se entendería el género de acción moderno.
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Canciones en la filmografía de Sylvester Stallone (I)
Canciones en la filmografía de Sylvester Stallone (II)
Canciones en la filmografía de Sylvester Stallone (III)
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