Lee Chandler trabaja de conserje en Quincy, al sur de Boston, y ve cómo su rutina se desmorona cuando le avisan de que su hermano mayor, Joe, ha muerto de un infarto. Lee debe desplazarse hasta Manchester-by-the-sea, el pueblo pesquero en el que se crió, para poner en orden los asuntos de su familia y hacerse cargo de Patrick, su sobrino adolescente. Ambos intentarán adaptarse a la nueva situación y lidiarán con los fantasmas del pasado.
La producción de Manchester frente al Mar resulta, cuando menos, curiosa. Se trata de la tercera película de Kenneth Lonergan, dramaturgo estadounidense que dio el salto al cine con Puedes contar conmigo (You Can Count on Me, 2000) y trabajó con Scorsese en el guion de la visceral Gangs of New York (2002). Su segundo largometraje, Margaret, se rodó justo después de Infiltrados (The Departed, 2006), y contaba con Matt Damon y Anna Paquin de protagonistas. No vio la luz hasta 2011 por los desacuerdos entre el director y el estudio, que propiciaron dos montajes alternativos de la misma cinta. Entre tanto, Lonergan escribió su siguiente película, la que hoy nos ocupa. El propio Damon iba a protagonizarla, pero el rodaje coincidió con el de la encomiable Marte (The Martian), de Ridley Scott. Por casualidades del destino, Damon decidió producir la película y le ofreció su papel a Casey Affleck. Así, Manchester frente al Mar se estrenó a principios de 2016 en el festival de Sundance, donde los emergentes Amazon Studios compraron los derechos de distribución de la que estaba destinada a convertirse en una de las películas del año.
El tercer filme de Lonergan narra la vida de los Chandler, una familia de clase trabajadora desgarrada por la tragedia. La cuenta con una naturalidad pasmosa, que sin duda es uno de sus mayores aciertos, y juega con dos líneas temporales. Mientras los espectadores presencian cómo avanza la relación paternofilial de Lee y Patrick, también descubren el pasado que atormenta al protagonista a través de una serie de certeros flashbacks. La obra avanza con fluidez (y eso que se acerca a las dos horas y media de metraje), se aleja de los efectismos y apuesta por el costumbrismo y la cercanía, con escenas de gran carga dramática, caso de la crisis de ansiedad de Patrick o de la conversación entre Lee y su exmujer.
El trabajo de los intérpretes adquiere una dimensión especial, al igual que en las películas independientes más laureadas de las últimas temporadas de premios (Foxcatcher, Spotlight o La Habitación, por ejemplo). Michelle Williams prueba, con apenas un par de escenas, por qué es una de las actrices dramáticas más versátiles de su generación (por si alguien dudaba de ella tras ver Blue Valentine o Meek’s Cutoff), Kyle Chandler (Bloodline) sigue imparable y el joven Lucas Hedges (Moonrise Kingdom) aguanta el tipo sobremanera. Quien más sorprende es, desde luego, Casey Affleck. Lo que su hermano mayor tiene de buen director, a él le sobra de gran actor, y eso que su carrera se compone, en su mayoría, de modestos papeles secundarios, como el de El Indomable Will Hunting (Good Will Hunting, 1997). Son tres las interpretaciones que más destacan en su trayectoria: la del antihéroe de El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford (The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, 2007), la del detective Kenzie en Adiós, Pequeña, Adiós (Gone Baby Gone, 2007) y la que hoy nos ocupa. Su composición de Lee Chandler, un tipo normal y corriente al que le superan las circunstancias, es precisa y humana, por lo que no es descabellado aventurar que tal vez estemos ante la actuación masculina del año (y eso que ha compartido cosecha con el Viggo Mortensen de Captain Fantastic y el Ryan Gosling de La La Land). Como curiosidad, el propio Lonergan se reserva un cameo en el filme, que también cuenta con la breve aportación de Matthew Broderick, su actor fetiche.
El trabajo de los intérpretes adquiere una dimensión especial, al igual que en las películas independientes más laureadas de las últimas temporadas de premios (Foxcatcher, Spotlight o La Habitación, por ejemplo). Michelle Williams prueba, con apenas un par de escenas, por qué es una de las actrices dramáticas más versátiles de su generación (por si alguien dudaba de ella tras ver Blue Valentine o Meek’s Cutoff), Kyle Chandler (Bloodline) sigue imparable y el joven Lucas Hedges (Moonrise Kingdom) aguanta el tipo sobremanera. Quien más sorprende es, desde luego, Casey Affleck. Lo que su hermano mayor tiene de buen director, a él le sobra de gran actor, y eso que su carrera se compone, en su mayoría, de modestos papeles secundarios, como el de El Indomable Will Hunting (Good Will Hunting, 1997). Son tres las interpretaciones que más destacan en su trayectoria: la del antihéroe de El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford (The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, 2007), la del detective Kenzie en Adiós, Pequeña, Adiós (Gone Baby Gone, 2007) y la que hoy nos ocupa. Su composición de Lee Chandler, un tipo normal y corriente al que le superan las circunstancias, es precisa y humana, por lo que no es descabellado aventurar que tal vez estemos ante la actuación masculina del año (y eso que ha compartido cosecha con el Viggo Mortensen de Captain Fantastic y el Ryan Gosling de La La Land). Como curiosidad, el propio Lonergan se reserva un cameo en el filme, que también cuenta con la breve aportación de Matthew Broderick, su actor fetiche.
Gracias al trabajo de los actores, la sencilla puesta en escena, la evocadora banda sonora de Lesley Barber, la naturalidad del guion y la humanidad de la historia que narra, no cuesta afirmar que estamos ante uno de los títulos de la temporada, un ejercicio de puro cine que llega directo al corazón del espectador.