Un artículo de Mike Sanz.
Los hermanos Howard siembran el terror en el oeste de Texas con una ola de atracos a sucursales de bancos, todas elegidos con cuidado. Marcus Hamilton, veterano agente de policía, les sigue la pista, pero no sospecha que los robos de los hermanos tienen sus buenos motivos.
Casi todos los años, surge una película independiente, de modesto presupuesto y nobles intenciones, que sorprende en la temporada de premios, acapara nominaciones y deslumbra a no pocos espectadores. Es el caso de Winter’s Bone (2010), Bestias del Sur Salvaje (Beasts of the Souhtern Wild, 2012), Brooklyn (2015) y la que hoy nos ocupa, Comanchería (Hell or High Water, 2016). Se trata de la nueva película de David Mackenzie, director escocés poco destacable. Se estrenó a finales del verano de 2016 y empezó a cosechar notables críticas convirtiéndose en un éxito de taquilla moderado. En España apenas tuvo distribución en su estreno, a finales de diciembre de 2016.
Buena parte del éxito de Comanchería se debe al guión de Taylor Sheridan, actor televisivo reconvertido en uno de los guionistas del momento de Hollywood gracias a su libreto para la excelente Sicario (2015), la contundente película de Denis Villeneuve acerca del narcotráfico en la frontera entre Juárez y El Paso. Tal fue el bombazo que Sheridan ya ha escrito la secuela de Sicario, Soldado, y ha rodado su propia película, Wind River, acerca de un asesinato en una reserva india. La que hoy nos ocupa, Comanchería, bebe del western crepuscular y decadente que se desarrolla en la frontera entre México y Estados Unidos, en particular de películas de Sam Peckinpah como Grupo Salvaje (The Wild Bunch, 1969) y Pat Garrett y Billy el niño (Pat Garret and Billy the Kid, 1973), y de No es País para Viejos (No Country for Old Men, 2007), de los hermanos Coen. Traslada este subgénero a principios del siglo XXI, cuando los forajidos montan en camionetas y no a caballo, los mexicanos luchan por cruzar la frontera, los indios malviven en casinos, las armas automáticas reemplazan a los rifles y la fiebre por el petróleo sustituye a la del oro. Todo en un ambiente polvoriento y rural donde acecha la violencia. Allí es donde dos hermanos, que apenas tienen nada que perder, ponen en marcha una serie de atracos para vengarse de los bancos que les robaron en la crisis de 2008.
El reparto de esta acertada historia, que esconde más capas de las que aparenta a simple vista, lo encabezan Chris Pine y Ben Foster, dos actores jóvenes y comprometidos con el relato. Los acompañan los agentes de la ley a los que dan vida Gil Birmingham y Jeff Bridges, que sobresale con un papel a su medida, el de un astuto policía rural curtido en mil batallas, y que guarda cierto parecido con su trabajo en Valor de Ley (True Grit, 2010). El paisaje desértico y rural del oeste de Texas es otro personaje que adquiere peso propio gracias a la banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis, quienes son expertos en el western contemporáneo gracias a sus trabajos en La Propuesta (The Proposition, 2005) y la ya clásica El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford (The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, 2007).
Tal vez haya pasado desapercibida por la mayor contundencia de sus competidoras en la temporada de premios, que pueden resultar más llamativas, pero Comanchería es una pequeña gran película, un western contemporáneo que retrata las contradicciones de nuestro tiempo a la vez que se sirve de las convenciones del género.