Un artículo de Mike Sanz.
En 1977, Jackson Healey (Russell Crowe), un matón de tres al cuarto, recibe el encargo de encontrar y proteger a Amelia, la hija de un importante cargo político de Los Ángeles. Cuando Healey descubre que se ha metido en una trama enmarañada que le lleva a varios asesinatos conectados con la industria del porno, pide ayuda Holland March (Ryan Gosling), un investigador privado con más alcohol en sangre que olfato.
Tras el éxito millonario de Iron Man 3 (2013), el director y guionista Shane Black decidió continuar trabajando la fórmula de las buddy movies que tantas alegrías le ha reportado (Arma Letal y sus secuelas o Kiss kiss, bang bang) antes de dar el salto al universo de Depredador y continuar con las sagas mastodónticas. El resultado es Dos Buenos Tipos (The Nice Guys), una película sumamente divertida y protagonizada por dos grandes actores que nos tienen acostumbrados al drama, pero que funcionan a la perfección en la comedia, como son Ryan Gosling y Russell Crowe. La nueva cinta de Black se inscribe en el mencionado género de las pelis de colegas y reúne el humor y los elementos característicos de su director, si bien va un paso más allá al adentrarse en un subgénero específico: el neo-noir ambientado en los setenta, las nuevas películas de género negro que retratan una época concreta.
Por convención, el género negro ha recurrido a épocas pasadas, convulsas y específicas, como los años treinta de la Ley Seca, la Gran Depresión y los cuarenta de la Segunda Guerra Mundial, para mostrar los abusos de poder, la corrupción y la violencia imperantes. Tal es el caso de clásicos como El Padrino (The Godfather, 1972) o Los Intocables de Eliot Ness (The Untouchables, 1987), así como de ficciones televisivas del estilo de Boardwalk Empire (2010) y Mob City (2013). Sin embargo, en los últimos años esta época ha caído en el terreno de la parodia (véase Gangster Squad, 2013), y han sido los años setenta los que han tomado el relevo.
Uno de los pioneros en acercarse a esta década con ojo crítico fue el siempre interesante Paul Thomas Anderson, quien retrató el submundo del cine porno de los setenta (conexiones con la mafia incluidas) en Boogie Nights (1997), un excepcional retrato de personajes frágiles a la deriva. Cuando Ridley Scott probó suerte en el género negro, eligió los años setenta para ambientar American Gangster (2007), el ascenso al poder de Frank Lucas y la lucha de unos pocos policías honrados por poner fin a su imperio de narcotráfico. No es coincidencia que películas posteriores como La Gran Estafa Americana (American Hustle, 2013) y Puro Vicio (Inherent Vice, 2014) ambientaran sus intrigas detectivescas en una época marcada por el fin de los años de la psicodelia y el comienzo de la cultura de consumo que estallaría en los 80, la crisis del petróleo, el desengaño colectivo a raíz del caso Watergate y el fin de la guerra de Vietnam; un telón de fondo en el que se pueden leer numerosos paralelismos con nuestro presente. El guionista y productor Noah Hawley se valió de este contexto para reflejar las ansiedades que movían a los protagonistas de la excelente segunda temporada de Fargo (2015), ambientada, curiosamente, en 1979, con la campaña de Ronald Reagan bien presente.
Dos Buenos Tipos no se limita a plantear una trama enrevesada y un buen número de gags cómicos a los espectadores, sino que aprovecha este contexto de incertidumbre y paranoia para enriquecer su historia. Son varias las alusiones a Nixon, a las sustancias alucinógenas de diseño y a los cambios políticos (algunos de ellos vinculados con la industria del motor de Detroit) que atosigan y condicionan a la pareja protagonista, quienes reciben la inestimable ayuda de la hija de March, demasiado astuta para su edad. Si a esto le sumamos varios homenajes a la ya clásica L.A. Confidential (1997) y una banda sonora repleta de éxitos de la música disco y del funky (otra de las constantes del subgénero), por la que pululan canciones de Earth, Wind & Fire y de The Temptations, podemos asegurar con tranquilidad que estamos ante una película que no deja indiferente al espectador.