"Star Wars fue una gran confluencia de grandeza, aderezada por una serie de elementos trabajando juntos de forma espectacular. Tenía un nivel de realidad que no estaba asociado con los argumentos de fantasía y ciencia ficción del momento. Y tenía un gran corazón. Había una sensación de calidez en la película que le daba un sentido palpable de esperanza."
JJ Abrams
A lo largo de la historia del cine se han producido muchos regresos. Como en cualquier expresión artística que se precie, el retorno a unas determinadas constantes o características escénicas, pictóricas, musicales etcétera, se ha considerado como la reconquista de un patrimonio heredado. El acto de volver a ello es un homenaje y, a la vez, un intento de aprovechar su fuerza para complementarlo con nuevas ideas. La cultura vive, en buena parte, de la miscelánea y aunque dichos movimientos susciten en ocasiones críticas muy feroces, es un hecho comprobado que el ser humano, de forma periódica y nunca unánime, tiende a rebuscar en su pasado para ilustrar su presente.
El componente emotivo y sentimental juega un rol importante en los retornos. Entrando ya en el mundo del cine, es obvio hacer constar que hay determinados tipos de regresos, algunos más exitosos que otros. Concretemos aún más y acerquémonos al tema en cuestión. La saga Star Wars no es cualquier retorno. Su rotunda inserción en la cultura popular, gracias a un poder de atracción mediático extraordinario, la convierte en símbolo y referente del espectáculo cinematográfico para varias generaciones de espectadores. Star Wars es un mito de la cultura popular y esa privilegiada posición es también un boomerang que puede traer consigo reacciones negativas. La trilogía original es un icono reverenciado que buena parte del público siente como propio porque le recuerda las grandes emociones sentidas en su momento. Por consiguiente, es difícil estar a la altura de un recuerdo tan grande y potente.
George Lucas, a quien se le debe gratitud eterna por haber ideado y puesto en marcha un proyecto en el que nadie creía a mediados de los setenta, fue el primero en fracasar cuando presentó las precuelas a la obra original, estrenadas entre 1999 y 2005. La carencia de emoción, la sensación de nostalgia mal aprovechada, la frialdad de los escenarios e interpretaciones y, sobretodo, la falta de corazón y entusiasmo que desprendían dichas películas provocó una decepción importante en buena parte de la audiencia.
Con la compra de derechos y el ingreso de Lucasfilm en el conglomerado Disney, llegaron nuevos liderazgos. La idea de la nueva responsable ejecutiva, Kathleen Kennedy, fue la de recuperar el entusiasmo perdido y poner el futuro de la saga en las mejores manos posibles. La incorporación de JJ Abrams aseguraba una buena dosis de talento puesto que es uno de los mejores creadores del Hollywood actual. Si observamos lo que ha sido su carrera, vemos como ha ido juntando piezas a un puzzle que ahora se completa. Y además, su condición de fan incondicional de la saga le otorgaba un doble componente: respeto por la franquicia e ilusión por continuarla.
Por otra parte, la vuelta de Lawrence Kasdan, responsable de los mejores guiones de la trilogía original, permitía recuperar los mejores elementos, perdidos en las precuelas, y erigir una nueva película sobre la base de factores de éxito plenamente identificables: energía, calidez y emoción. Era necesario crear un film que rezumara corazón y alma. Debía regresar el espíritu de gran espectáculo, olvidando las tramas políticas prescindibles para centrarse en las emociones de los personajes. Abrams y Kasdan sintonizaron plenamente en la faceta creativa y decidieron identificar todo aquello que había funcionado en su momento para ponerlo en liza, de forma actualizada, y crear una nueva película con base sólida. Las precuelas demostraron que Star Wars no admitía la experimentación ni las veleidades biológicas ("midiclorianos").
La posibilidad de recuperar al trío protagonista original, en una historia que acontece treinta y dos años después de El Retorno del Jedi, también posibilitaba ahondar en esa dimensión emocional y nostálgica. Por una parte, podemos ver qué ha sido de ellos y cómo han evolucionado. Y, en segundo lugar, aportan una base de apoyo para que los nuevos protagonistas crezcan en un marco de cohesión argumental con la trilogía clásica.
Bajo estos preceptos, El Despertar de la Fuerza se convierte en un auténtico drama de personajes y mantiene el canon establecido en cuanto a la lucha maniquea entre el bien y el mal, añadiendo varios matices en la contienda. JJ Abrams es claramente mejor director que George Lucas, domina más el lenguaje cinematográfico y rueda con mayor soltura y habilidad que su predecesor. Eso permite que la saga evolucione, desde el punto de vista técnico, mientras mantiene un ritmo constante en la narración. Además, es infinitamente mejor en la dirección de actores y consigue lo mejor de ellos porque mantiene una gran comunicación, está abierto a las sugerencias, y crea un clima de cercanía en el set de rodaje. El talante silencioso de Lucas y su escaso interés por los actores queda más al descubierto que nunca cuando vemos cómo los personajes de El Despertar de la Fuerza tienen una entidad superior a lo visto en las precuelas. Hablar de George Lucas en este sentido no puede ser considerado como algo nuevo puesto que él mismo ha declarado, en innumerables ocasiones, que odia dirigir. Siempre se ha sentido mucho más cómodo produciendo, aportando ideas y editando en la sala de montaje.
Así es como Abrams y Kasdan reescribieron el borrador inicial de Michael Arndt para dejar atrás la torpeza de las precuelas e insuflar nueva energía y vigor a la saga. El resultado es una película que tiene un ritmo y una garra irrefutable. Mezcla con acierto aventura, emoción, épica, desarrollo de personajes y acertadas notas de humor. Recupera el tempo de Star Wars: Una Nueva Esperanza y resitúa algunas de sus constantes para crear una película homenaje que, al mismo tiempo, presenta nuevos caminos que Rian Johnson y Colin Trevorrow desarrollarán en los siguientes episodios. En mi opinión, no se trata de un remake ni un refrito como tal. Yo lo veo como una recuperación del glorioso pasado que busca reconectar con el público y hacer brotar el entusiasmo que inevitablemente surge de las referencias al original. Al poner en juego elementos familiares, en una nueva fórmula, Abrams consigue que la saga vuelva a gravitar sobre el fervor y la emoción, dejando atrás la frialdad y la distancia respecto al material. Y eso no es falta de audacia ni mucho menos porque cuando alguien se pone al frente de un proyecto así el valor no debe ser algo que escasee. El reto era monumental pero afortunadamante el resultado ha respondido a las expectativas y a la ilusión generada.
Como contrapeso a la contienda épica entre dos grandes protagonistas antagónicos, era necesaria la presencia de otros personajes que ofrecieran una visión más distendida del relato y aportaran dinamismo a la faceta aventurera de la película. John Boyega, al frente del personaje de Finn, consigue ese propósito. Se nos presenta como un soldado de asalto de la Primera Orden que tiene dudas existenciales a la hora de cumplir con su misión. Algo no ha ido bien en su adiestramiento asimilatorio o es que quizá ha sentido un impulso que va más allá de lo habitual; eso lo veremos más adelante. Después de su interesante aparición, Finn se convierte en un motor para la acción, un chico valiente que decide cambiar sus prioridades y engancha a la audiencia desde la frescura y el humor.
Oscar Isaac, con su Poe Dameron, se inserta también en la dimensión de aventura y suyos son los momentos más clásicos de space opera, en la cabina de mandos de un nuevo modelo de X-Wing, demostrando una increíble habilidad para el pilotaje. Poe tiene todos los valores que se le presuponen a un héroe de acción y, a buen seguro, continuará siendo fundamental en las batallas que se librarán en el futuro.
En cuanto a los intérpretes históricos cabe destacar especialmente al que más tiempo aparece en pantalla: Harrison Ford. Estamos ante la mejor interpretación de Ford en la saga. Responde a la evolución del personaje gracias a su carisma arollador y mantiene su esencia sin esfuerzo aparente. Su entrada en escena en el Halcón Milenario, junto a su inseparable Chewbacca, responde a la expectación generada y arranca la nostalgia cuando recuerda a Luke y los acontecimientos del pasado, evocando cómo era de escéptico ante hechos que no creía posibles. Arrastra un peso importante y se nota que, además de la edad, la tragedia familiar ha hecho mella en él. Cuando coincide con Leia, la nostalgia se hace aún más potente y JJ Abrams trabaja bien los diálogos conjuntos para apelar a la máxima sensibilidad del fan de la saga. Carrie Fisher responde bien al reto y aporta una dignidad y elegancia que honran su trabajo. Es muy emotivo ver que la química entre ambos actores se mantiene inalterable.
La casi total ausencia de Luke en pantalla no implica que esté al margen de lo que sucede. El guión concebido por Abrams y Kasdan optó por convertir la desaparición de Luke Skywalker en el centro de la narración. Esta decisión refuerza su aura y relevancia al estar en el foco de atención de las diferentes partes implicadas. Él es una amenaza rotunda a las intenciones de la Primera Orden y una esperanza para la Resistencia. El mito del último Jedi se refuerza con todo ello. Además, sabemos que se dedicó al entrenamiento de una nueva generación de aprendices, entre ellos su sobrino Ben Solo. Sin embargo, el fracaso con Ben, su caída al Lado Oscuro, y las acciones posteriores de éste causaron tal dolor en Luke que decidió apartarse mientras continuaba buscando el primer templo de la orden. Allí, al amparo de la esencia de la Fuerza, purgaría su culpa y se aseguraría de no volver a interferir en los grandes conflictos.
Abrams y Kasdan mantuvieron largas conversaciones con el director y guionista del próximo episodio, Rian Johnson, y decidieron qué elementos iban a salir en el primer film y qué acontecimientos se descubrirían más adelante. Esta es una trilogía y la narración debe diseminarse para formar una trama global. Por lo visto en El Despertar de la Fuerza, la presencia de Luke asegura grandes momentos. Él es el corazón espiritual de la saga, el protagonista que forma el núcleo central de la franquicia y, a buen seguro, su presencia será el gran aliciente de la próxima película. La secuencia final, con Rey llegando a una remota isla de un distante planeta a bordo del Halcón Milenario, abre un encuentro que consiguió emocionarme profundamente. La joven sube los peldaños de una larga escalera, quizá el símbolo de lo que deberá afrontar para completar su entrenamiento. Accede a un antiguo templo en el que ve utensilios recién usados por alguien. Y finalmente, llega a una cima en la que vislumbra una figura encapuchada de espaldas a ella. La figura se gira hacia ella y aparece Luke. La puesta en escena es sencilla pero inconmensurable. Cuando retira la capucha, vemos a un Luke casi mitológico, con un aspecto que le asemeja a los Dioses del Olimpo o al mismo Rey Arturo. Es él, ha vuelto, su edad es avanzada pero mantiene un porte poderoso y destila una sensación de sabiduría enorme así como un gran pesar. Su mirada a Rey parece decirlo todo, aunque habrá que verlo. Rey le ofrece su sable láser, profundamente conmovida, y un plano aéreo cierra espléndidamente el film. Es en este momento cuando nos damos cuenta de la larga espera que deberemos afrontar hasta conocer lo que sucederá.
Otro gran acierto de la película es la incorporación del nuevo droide, el magnífico BB-8. Creado por el especialista en efectos, Neal Scanlan, y operado de forma remota por los técnicos en el set, BB-8 se convierte en el símbolo droide de la nueva etapa gracias a su diseño amigable e inmediata simpatía. Los artistas conceptuales y los diseñadores de producción, Rick Carter y Darren Gilford, recibieron el encargo de mostrar una evolución en los escenarios que mantuviera la esencia anterior. También vemos cómo el vestuario y los uniformes, creados por Michael Kaplan, han progresado desde una base plenamente reconocible. En el caso de BB-8, se nos presenta la evolución del astrodroide, con más capacidad de movimiento, agilidad y un armazón más reducido que mejora su capacidad de infiltración.
Como decía antes, la nueva película ha racionalizado el CGI en cuanto a escenarios y personajes. No obstante, en la ciencia ficción actual existe la necesidad de plantear personajes digitales que aporten mayores matices de interpretación respecto a las limitaciones de la caracterización prostética. La diferencia, en este caso, es que se ha acotado ese aspecto para que sólo dos personajes importantes sean producto del CGI. Maz Kanata, que debe su voz y sus gestos a Lupita Nyong'o, es un personaje interesante en la trama y aporta una coyuntura decisiva en la trayectoria de Rey. Se trata de un ser muy longevo que ha vivido innumerables vicisitudes y que ha conocido el significado de la Fuerza. Su participación es más importante de lo que parece al principio e incluso existe la posibilidad de que, a solas con Han Solo, hayan hablado sobre quién pueda ser realmente Rey. Seguro que volveremos a saber de este influyente personaje.
El segundo gran personaje creado digitalmente es el Líder Supremo Snoke. Andy Serkis, el mejor especialista del mundo en captura de imagen, recrea sus gestos y le aporta voz. Sobre Snoke hay muchas más preguntas que respuestas. Su presencia en la película se realiza siempre a través del holograma, lo cual le da unas dimensiones mayores que las reales. En la puesta en escena es inevitable recordar la primera aparición del Emperador en El Imperio Contraataca, también holográfica y engrandecida. Las teorías sobre Snoke son numerosas, se dice que incluso podría ser Darth Plagueis el Sabio, un Sith con tanto poder que era capaz de crear vida. Pero más allá de la especulación, debemos quedarnos con el hecho de que es un personaje sumamente amenazante, con numerosas heridas de combate y una apariencia envejecida que impide vislumbrar su procedencia. Con Snoke, el Lado Oscuro permanece y se hace más fuerte. En sus palabras, deja caer siempre la sensación de dominio y crudeza pero también alberga preocupación ante un posible alzamiento de nuevos Jedi, cuya punta de lanza sería su nuevo objeto de deseo: Rey. Su presencia y ascendencia sobre Kylo Ren augura momentos cumbre.
Como cualquier película de gran formato, El Despertar de la Fuerza tiene algunos elementos que no son tan logrados pero ninguno de ellos es lo suficientemente fuerte para comprometer el resultado y la sensación global. JJ Abrams ha devuelto la magia y la épica a la saga devolviéndole el alma perdida. El ritmo vuelve a ser constante y la sensación de espectáculo regresa por la puerta grande. Como no podría ser de otra forma, el maestro Williams colabora especialmente en el anhelo emotivo y nostálgico con un grandísimo trabajo musical. La película consigue recuperar la energía y encauza el rumbo futuro de la franquicia. La Fuerza está en buenas manos.
El componente emotivo y sentimental juega un rol importante en los retornos. Entrando ya en el mundo del cine, es obvio hacer constar que hay determinados tipos de regresos, algunos más exitosos que otros. Concretemos aún más y acerquémonos al tema en cuestión. La saga Star Wars no es cualquier retorno. Su rotunda inserción en la cultura popular, gracias a un poder de atracción mediático extraordinario, la convierte en símbolo y referente del espectáculo cinematográfico para varias generaciones de espectadores. Star Wars es un mito de la cultura popular y esa privilegiada posición es también un boomerang que puede traer consigo reacciones negativas. La trilogía original es un icono reverenciado que buena parte del público siente como propio porque le recuerda las grandes emociones sentidas en su momento. Por consiguiente, es difícil estar a la altura de un recuerdo tan grande y potente.
George Lucas, a quien se le debe gratitud eterna por haber ideado y puesto en marcha un proyecto en el que nadie creía a mediados de los setenta, fue el primero en fracasar cuando presentó las precuelas a la obra original, estrenadas entre 1999 y 2005. La carencia de emoción, la sensación de nostalgia mal aprovechada, la frialdad de los escenarios e interpretaciones y, sobretodo, la falta de corazón y entusiasmo que desprendían dichas películas provocó una decepción importante en buena parte de la audiencia.
Con la compra de derechos y el ingreso de Lucasfilm en el conglomerado Disney, llegaron nuevos liderazgos. La idea de la nueva responsable ejecutiva, Kathleen Kennedy, fue la de recuperar el entusiasmo perdido y poner el futuro de la saga en las mejores manos posibles. La incorporación de JJ Abrams aseguraba una buena dosis de talento puesto que es uno de los mejores creadores del Hollywood actual. Si observamos lo que ha sido su carrera, vemos como ha ido juntando piezas a un puzzle que ahora se completa. Y además, su condición de fan incondicional de la saga le otorgaba un doble componente: respeto por la franquicia e ilusión por continuarla.
Por otra parte, la vuelta de Lawrence Kasdan, responsable de los mejores guiones de la trilogía original, permitía recuperar los mejores elementos, perdidos en las precuelas, y erigir una nueva película sobre la base de factores de éxito plenamente identificables: energía, calidez y emoción. Era necesario crear un film que rezumara corazón y alma. Debía regresar el espíritu de gran espectáculo, olvidando las tramas políticas prescindibles para centrarse en las emociones de los personajes. Abrams y Kasdan sintonizaron plenamente en la faceta creativa y decidieron identificar todo aquello que había funcionado en su momento para ponerlo en liza, de forma actualizada, y crear una nueva película con base sólida. Las precuelas demostraron que Star Wars no admitía la experimentación ni las veleidades biológicas ("midiclorianos").
La posibilidad de recuperar al trío protagonista original, en una historia que acontece treinta y dos años después de El Retorno del Jedi, también posibilitaba ahondar en esa dimensión emocional y nostálgica. Por una parte, podemos ver qué ha sido de ellos y cómo han evolucionado. Y, en segundo lugar, aportan una base de apoyo para que los nuevos protagonistas crezcan en un marco de cohesión argumental con la trilogía clásica.
Bajo estos preceptos, El Despertar de la Fuerza se convierte en un auténtico drama de personajes y mantiene el canon establecido en cuanto a la lucha maniquea entre el bien y el mal, añadiendo varios matices en la contienda. JJ Abrams es claramente mejor director que George Lucas, domina más el lenguaje cinematográfico y rueda con mayor soltura y habilidad que su predecesor. Eso permite que la saga evolucione, desde el punto de vista técnico, mientras mantiene un ritmo constante en la narración. Además, es infinitamente mejor en la dirección de actores y consigue lo mejor de ellos porque mantiene una gran comunicación, está abierto a las sugerencias, y crea un clima de cercanía en el set de rodaje. El talante silencioso de Lucas y su escaso interés por los actores queda más al descubierto que nunca cuando vemos cómo los personajes de El Despertar de la Fuerza tienen una entidad superior a lo visto en las precuelas. Hablar de George Lucas en este sentido no puede ser considerado como algo nuevo puesto que él mismo ha declarado, en innumerables ocasiones, que odia dirigir. Siempre se ha sentido mucho más cómodo produciendo, aportando ideas y editando en la sala de montaje.
Así es como Abrams y Kasdan reescribieron el borrador inicial de Michael Arndt para dejar atrás la torpeza de las precuelas e insuflar nueva energía y vigor a la saga. El resultado es una película que tiene un ritmo y una garra irrefutable. Mezcla con acierto aventura, emoción, épica, desarrollo de personajes y acertadas notas de humor. Recupera el tempo de Star Wars: Una Nueva Esperanza y resitúa algunas de sus constantes para crear una película homenaje que, al mismo tiempo, presenta nuevos caminos que Rian Johnson y Colin Trevorrow desarrollarán en los siguientes episodios. En mi opinión, no se trata de un remake ni un refrito como tal. Yo lo veo como una recuperación del glorioso pasado que busca reconectar con el público y hacer brotar el entusiasmo que inevitablemente surge de las referencias al original. Al poner en juego elementos familiares, en una nueva fórmula, Abrams consigue que la saga vuelva a gravitar sobre el fervor y la emoción, dejando atrás la frialdad y la distancia respecto al material. Y eso no es falta de audacia ni mucho menos porque cuando alguien se pone al frente de un proyecto así el valor no debe ser algo que escasee. El reto era monumental pero afortunadamante el resultado ha respondido a las expectativas y a la ilusión generada.
SPOILERS A PARTIR DE ESTE MOMENTO
Lo primero que hay que reivindicar en positivo de El Despertar de la Fuerza es la presencia de escenarios naturales. Hay que recordar que las precuelas abusaron de los entornos digitales hasta el punto que La Venganza de los Sith se rodó íntegramente en estudio. La idea de recuperar el espíritu de la trilogía original incluyó volver a la realidad física, a los grandes espacios exteriores y a los decorados construidos. El equipo de JJ Abrams nos ha devuelto a los entornos palpables en localizaciones repartidas entre Abu Dhabi, Inglaterra, Islandia e Irlanda. En paralelo a la presencia importante de escenarios exteriores, se ha reducido la aportación del CGI y se ha equilibrado a lo necesario, regresando los personajes con maquillaje prostético y proponiendo de nuevo efectos especiales prácticos en múltiples secuencias. Solo hace falta ver cómo impactan mucho más algunas explosiones y disparos en que los stormtroopers salen disparados con sistemas de cable que les empujan, dando una mayor sensación de realismo. Bajo este planteamiento, cuando llega el momento de los personajes y escenarios digitales, éstos brillan más porque no hay saturación.
Por otra parte, los efectos visuales y sonoros son de un nivel extraordinario y presenciarlo en las salas adecuadas refuerza esta sensación. Una proyección en el Phenomena de Barcelona te ofrece unos matices que no puedes captar en el resto de salas y allí es donde eres más consciente del enorme trabajo realizado por los expertos. Desgraciadamente, han creado una película que, a nivel técnico, solo podrá disfrutarse, tal y como ha sido concebida, en un 15% de las salas existentes.
Más allá del indudable impacto que produce la película en su proyección y que nos devuelve la sensación vertiginosa que desprende el Halcón Milenario con sus maniobras, El Despertar de la Fuerza no habría destacado sin la gran propuesta de personajes. El mayor reconocimiento, entre el nuevo elenco, se lo lleva Daisy Ridley con su interpretación de Rey. Tenemos a un personaje femenino fuerte y decidido, un reflejo audaz inspirado por los nuevos tiempos. La película avanza como un torbellino en su introducción pero cuando aparece Rey escarbando en los restos de un destructor imperial, la película se detiene por momentos y se centra en ella para crear la mejor presentación de un personaje en la saga galáctica. Ella trabaja diariamente por muy poco mientras espera paciente la llegada de aquellos que la dejaron en su momento.
Con una serie de escenas que ilustran su devenir diario, Rey nos llega. Se generan sensaciones de empatía casi inmediatas. Jakku fue antaño el escenario de una gran batalla entre el Imperio y la Alianza Rebelde. Y ese es el único recurso que aporta un páramo desértico donde sus habitantes malviven esquilmando piezas mecánicas dejadas por los restos de naves y vehículos. Sin embargo, Rey desprende mucho más y sabemos que sus esperanzas e ilusiones conectarán con algo mucho más grande. La película nos ofrece importantes retazos de algo que se desarrollará, con más vehemencia, en el futuro y ha dado lugar a toda clase de teorías. Su conexión con la Fuerza es enormemente potente y no podemos descartar que ya hubiera recibido entrenamiento de niña. El título del episodio hace referencia a ella pero no exclusivamente, este es un concepto dual porque la Fuerza está despertando en ambos lados del espectro. En su caso, cuando toca el sable de Luke se desata una visión que mezcla pasado y presente. Todo hace pensar que se trata de una Skywalker o de alguien muy importante entre los nuevos Jedi, que fue ocultada en Jakku por su propia seguridad. En la visión hay reminiscencias que evocan a Darth Vader para luego oir palabras pronunciadas por los mísmísimos Yoda y Obi-Wan Kenobi. Las palabras de este último son especialmente trascendentes: "Rey, estás dando tus primeros pasos". Además, la vemos presenciando lo que podría ser la masacre de la Academia Jedi perpetrada por Kylo y el resto de los caballeros de la orden Ren. Y también vemos un Luke encapuchado transmitiendo algún tipo de orden a R2-D2 mientras se encuentran ante una hoguera en la que presumiblemente habrán quemado los cadáveres. Esta secuencia que, debido a la fuerza de la película, puede pasar bastante desapercibida en un primer visionado, incorpora varias claves e infunde un tono oscuro que estando bien presente en este film se verá mucho más remarcado en las próximas entregas, una vez que el planteamiento de origen ha sido propuesto. Los ancestros de Rey han conectado con ella y, a partir de ese momento, su lucha se verá reforzada por un poderoso aliado que nunca la abandonará: la Fuerza.
En el otro lado del abanico, tenemos a Kylo Ren. El linaje Skywaker siente la Fuerza de forma muy intensa pero esa también es su maldición. El miedo y el odio se han saltado un generación para cebarse con Ben Solo, el hijo de Han y Leia. Esta quiebra emocional que Luke no consiguió apaciguar con el entrenamiento fue visualizada por alguien que, desde las sombras, logró seducirle como Palpatine hizo con Anakin. El esfuerzo de sus padres y su tío no logró reconducirle y ahora es el más destacado miembro de los caballeros Ren, sucesores de la Orden Sith en cuanto al conocimiento del Lado Oscuro de la Fuerza. No obstante, hay que valorar intensamente al personaje de Kylo y la interpretación de Adam Driver. Nunca habíamos tenido a alguien como él en la saga. Se trata de una persona que sufre intensamente y tiene miedo de caer en el lado luminoso. Hasta ahora, habíamos visto el caso inverso puesto que la redención de Darth Vader ocurría casi al final de su trayectoria. En este ocasión, tenemos a un ser oscuro que no está completamente formado y que suscita las dudas de su mentor por ello. Esa falta de preparación nubla su carácter y no puede controlarse a pesar del gran poder que atesora. Disponer de uno de los mejores actores jóvenes de la actualidad es un patrimonio para la película porque es capaz de nivelar la amenaza que suscita cuando lleva la máscara, que le acerca a su abuelo, para componer un personaje que refleja fragilidad ante la resistencia que opone Rey a su tortura. También demuestra cuán fuerte puede ser su sufrimiento mostrando un cierto desmoronamiento, ante su padre, hasta que comete un acto con el que cree haber dado el paso definitivo hacia la oscuridad. Kylo afirma su deseo de finalizar el trabajo iniciado por Vader puesto que atribuye la defenestración de su abuelo al hecho de haber sucumbido a la luz para volver a ser Anakin Skywalker. Ese hecho es el que atemoriza a Kylo puesto que, para él, sólo existe el camino del Lado Oscuro pero no ha purgado completamente sus sentimientos y eso acrecienta su malestar. Estamos, por consiguiente, ante un villano con numerosos matices que expresa un conflicto interno y externo. Su incorporación al relato otorga profundidad y sentido dramático a la saga.
Por otra parte, los efectos visuales y sonoros son de un nivel extraordinario y presenciarlo en las salas adecuadas refuerza esta sensación. Una proyección en el Phenomena de Barcelona te ofrece unos matices que no puedes captar en el resto de salas y allí es donde eres más consciente del enorme trabajo realizado por los expertos. Desgraciadamente, han creado una película que, a nivel técnico, solo podrá disfrutarse, tal y como ha sido concebida, en un 15% de las salas existentes.
Más allá del indudable impacto que produce la película en su proyección y que nos devuelve la sensación vertiginosa que desprende el Halcón Milenario con sus maniobras, El Despertar de la Fuerza no habría destacado sin la gran propuesta de personajes. El mayor reconocimiento, entre el nuevo elenco, se lo lleva Daisy Ridley con su interpretación de Rey. Tenemos a un personaje femenino fuerte y decidido, un reflejo audaz inspirado por los nuevos tiempos. La película avanza como un torbellino en su introducción pero cuando aparece Rey escarbando en los restos de un destructor imperial, la película se detiene por momentos y se centra en ella para crear la mejor presentación de un personaje en la saga galáctica. Ella trabaja diariamente por muy poco mientras espera paciente la llegada de aquellos que la dejaron en su momento.
Con una serie de escenas que ilustran su devenir diario, Rey nos llega. Se generan sensaciones de empatía casi inmediatas. Jakku fue antaño el escenario de una gran batalla entre el Imperio y la Alianza Rebelde. Y ese es el único recurso que aporta un páramo desértico donde sus habitantes malviven esquilmando piezas mecánicas dejadas por los restos de naves y vehículos. Sin embargo, Rey desprende mucho más y sabemos que sus esperanzas e ilusiones conectarán con algo mucho más grande. La película nos ofrece importantes retazos de algo que se desarrollará, con más vehemencia, en el futuro y ha dado lugar a toda clase de teorías. Su conexión con la Fuerza es enormemente potente y no podemos descartar que ya hubiera recibido entrenamiento de niña. El título del episodio hace referencia a ella pero no exclusivamente, este es un concepto dual porque la Fuerza está despertando en ambos lados del espectro. En su caso, cuando toca el sable de Luke se desata una visión que mezcla pasado y presente. Todo hace pensar que se trata de una Skywalker o de alguien muy importante entre los nuevos Jedi, que fue ocultada en Jakku por su propia seguridad. En la visión hay reminiscencias que evocan a Darth Vader para luego oir palabras pronunciadas por los mísmísimos Yoda y Obi-Wan Kenobi. Las palabras de este último son especialmente trascendentes: "Rey, estás dando tus primeros pasos". Además, la vemos presenciando lo que podría ser la masacre de la Academia Jedi perpetrada por Kylo y el resto de los caballeros de la orden Ren. Y también vemos un Luke encapuchado transmitiendo algún tipo de orden a R2-D2 mientras se encuentran ante una hoguera en la que presumiblemente habrán quemado los cadáveres. Esta secuencia que, debido a la fuerza de la película, puede pasar bastante desapercibida en un primer visionado, incorpora varias claves e infunde un tono oscuro que estando bien presente en este film se verá mucho más remarcado en las próximas entregas, una vez que el planteamiento de origen ha sido propuesto. Los ancestros de Rey han conectado con ella y, a partir de ese momento, su lucha se verá reforzada por un poderoso aliado que nunca la abandonará: la Fuerza.
En el otro lado del abanico, tenemos a Kylo Ren. El linaje Skywaker siente la Fuerza de forma muy intensa pero esa también es su maldición. El miedo y el odio se han saltado un generación para cebarse con Ben Solo, el hijo de Han y Leia. Esta quiebra emocional que Luke no consiguió apaciguar con el entrenamiento fue visualizada por alguien que, desde las sombras, logró seducirle como Palpatine hizo con Anakin. El esfuerzo de sus padres y su tío no logró reconducirle y ahora es el más destacado miembro de los caballeros Ren, sucesores de la Orden Sith en cuanto al conocimiento del Lado Oscuro de la Fuerza. No obstante, hay que valorar intensamente al personaje de Kylo y la interpretación de Adam Driver. Nunca habíamos tenido a alguien como él en la saga. Se trata de una persona que sufre intensamente y tiene miedo de caer en el lado luminoso. Hasta ahora, habíamos visto el caso inverso puesto que la redención de Darth Vader ocurría casi al final de su trayectoria. En este ocasión, tenemos a un ser oscuro que no está completamente formado y que suscita las dudas de su mentor por ello. Esa falta de preparación nubla su carácter y no puede controlarse a pesar del gran poder que atesora. Disponer de uno de los mejores actores jóvenes de la actualidad es un patrimonio para la película porque es capaz de nivelar la amenaza que suscita cuando lleva la máscara, que le acerca a su abuelo, para componer un personaje que refleja fragilidad ante la resistencia que opone Rey a su tortura. También demuestra cuán fuerte puede ser su sufrimiento mostrando un cierto desmoronamiento, ante su padre, hasta que comete un acto con el que cree haber dado el paso definitivo hacia la oscuridad. Kylo afirma su deseo de finalizar el trabajo iniciado por Vader puesto que atribuye la defenestración de su abuelo al hecho de haber sucumbido a la luz para volver a ser Anakin Skywalker. Ese hecho es el que atemoriza a Kylo puesto que, para él, sólo existe el camino del Lado Oscuro pero no ha purgado completamente sus sentimientos y eso acrecienta su malestar. Estamos, por consiguiente, ante un villano con numerosos matices que expresa un conflicto interno y externo. Su incorporación al relato otorga profundidad y sentido dramático a la saga.
Como contrapeso a la contienda épica entre dos grandes protagonistas antagónicos, era necesaria la presencia de otros personajes que ofrecieran una visión más distendida del relato y aportaran dinamismo a la faceta aventurera de la película. John Boyega, al frente del personaje de Finn, consigue ese propósito. Se nos presenta como un soldado de asalto de la Primera Orden que tiene dudas existenciales a la hora de cumplir con su misión. Algo no ha ido bien en su adiestramiento asimilatorio o es que quizá ha sentido un impulso que va más allá de lo habitual; eso lo veremos más adelante. Después de su interesante aparición, Finn se convierte en un motor para la acción, un chico valiente que decide cambiar sus prioridades y engancha a la audiencia desde la frescura y el humor.
Oscar Isaac, con su Poe Dameron, se inserta también en la dimensión de aventura y suyos son los momentos más clásicos de space opera, en la cabina de mandos de un nuevo modelo de X-Wing, demostrando una increíble habilidad para el pilotaje. Poe tiene todos los valores que se le presuponen a un héroe de acción y, a buen seguro, continuará siendo fundamental en las batallas que se librarán en el futuro.
En cuanto a los intérpretes históricos cabe destacar especialmente al que más tiempo aparece en pantalla: Harrison Ford. Estamos ante la mejor interpretación de Ford en la saga. Responde a la evolución del personaje gracias a su carisma arollador y mantiene su esencia sin esfuerzo aparente. Su entrada en escena en el Halcón Milenario, junto a su inseparable Chewbacca, responde a la expectación generada y arranca la nostalgia cuando recuerda a Luke y los acontecimientos del pasado, evocando cómo era de escéptico ante hechos que no creía posibles. Arrastra un peso importante y se nota que, además de la edad, la tragedia familiar ha hecho mella en él. Cuando coincide con Leia, la nostalgia se hace aún más potente y JJ Abrams trabaja bien los diálogos conjuntos para apelar a la máxima sensibilidad del fan de la saga. Carrie Fisher responde bien al reto y aporta una dignidad y elegancia que honran su trabajo. Es muy emotivo ver que la química entre ambos actores se mantiene inalterable.
La casi total ausencia de Luke en pantalla no implica que esté al margen de lo que sucede. El guión concebido por Abrams y Kasdan optó por convertir la desaparición de Luke Skywalker en el centro de la narración. Esta decisión refuerza su aura y relevancia al estar en el foco de atención de las diferentes partes implicadas. Él es una amenaza rotunda a las intenciones de la Primera Orden y una esperanza para la Resistencia. El mito del último Jedi se refuerza con todo ello. Además, sabemos que se dedicó al entrenamiento de una nueva generación de aprendices, entre ellos su sobrino Ben Solo. Sin embargo, el fracaso con Ben, su caída al Lado Oscuro, y las acciones posteriores de éste causaron tal dolor en Luke que decidió apartarse mientras continuaba buscando el primer templo de la orden. Allí, al amparo de la esencia de la Fuerza, purgaría su culpa y se aseguraría de no volver a interferir en los grandes conflictos.
Abrams y Kasdan mantuvieron largas conversaciones con el director y guionista del próximo episodio, Rian Johnson, y decidieron qué elementos iban a salir en el primer film y qué acontecimientos se descubrirían más adelante. Esta es una trilogía y la narración debe diseminarse para formar una trama global. Por lo visto en El Despertar de la Fuerza, la presencia de Luke asegura grandes momentos. Él es el corazón espiritual de la saga, el protagonista que forma el núcleo central de la franquicia y, a buen seguro, su presencia será el gran aliciente de la próxima película. La secuencia final, con Rey llegando a una remota isla de un distante planeta a bordo del Halcón Milenario, abre un encuentro que consiguió emocionarme profundamente. La joven sube los peldaños de una larga escalera, quizá el símbolo de lo que deberá afrontar para completar su entrenamiento. Accede a un antiguo templo en el que ve utensilios recién usados por alguien. Y finalmente, llega a una cima en la que vislumbra una figura encapuchada de espaldas a ella. La figura se gira hacia ella y aparece Luke. La puesta en escena es sencilla pero inconmensurable. Cuando retira la capucha, vemos a un Luke casi mitológico, con un aspecto que le asemeja a los Dioses del Olimpo o al mismo Rey Arturo. Es él, ha vuelto, su edad es avanzada pero mantiene un porte poderoso y destila una sensación de sabiduría enorme así como un gran pesar. Su mirada a Rey parece decirlo todo, aunque habrá que verlo. Rey le ofrece su sable láser, profundamente conmovida, y un plano aéreo cierra espléndidamente el film. Es en este momento cuando nos damos cuenta de la larga espera que deberemos afrontar hasta conocer lo que sucederá.
Otro gran acierto de la película es la incorporación del nuevo droide, el magnífico BB-8. Creado por el especialista en efectos, Neal Scanlan, y operado de forma remota por los técnicos en el set, BB-8 se convierte en el símbolo droide de la nueva etapa gracias a su diseño amigable e inmediata simpatía. Los artistas conceptuales y los diseñadores de producción, Rick Carter y Darren Gilford, recibieron el encargo de mostrar una evolución en los escenarios que mantuviera la esencia anterior. También vemos cómo el vestuario y los uniformes, creados por Michael Kaplan, han progresado desde una base plenamente reconocible. En el caso de BB-8, se nos presenta la evolución del astrodroide, con más capacidad de movimiento, agilidad y un armazón más reducido que mejora su capacidad de infiltración.
Como decía antes, la nueva película ha racionalizado el CGI en cuanto a escenarios y personajes. No obstante, en la ciencia ficción actual existe la necesidad de plantear personajes digitales que aporten mayores matices de interpretación respecto a las limitaciones de la caracterización prostética. La diferencia, en este caso, es que se ha acotado ese aspecto para que sólo dos personajes importantes sean producto del CGI. Maz Kanata, que debe su voz y sus gestos a Lupita Nyong'o, es un personaje interesante en la trama y aporta una coyuntura decisiva en la trayectoria de Rey. Se trata de un ser muy longevo que ha vivido innumerables vicisitudes y que ha conocido el significado de la Fuerza. Su participación es más importante de lo que parece al principio e incluso existe la posibilidad de que, a solas con Han Solo, hayan hablado sobre quién pueda ser realmente Rey. Seguro que volveremos a saber de este influyente personaje.
El segundo gran personaje creado digitalmente es el Líder Supremo Snoke. Andy Serkis, el mejor especialista del mundo en captura de imagen, recrea sus gestos y le aporta voz. Sobre Snoke hay muchas más preguntas que respuestas. Su presencia en la película se realiza siempre a través del holograma, lo cual le da unas dimensiones mayores que las reales. En la puesta en escena es inevitable recordar la primera aparición del Emperador en El Imperio Contraataca, también holográfica y engrandecida. Las teorías sobre Snoke son numerosas, se dice que incluso podría ser Darth Plagueis el Sabio, un Sith con tanto poder que era capaz de crear vida. Pero más allá de la especulación, debemos quedarnos con el hecho de que es un personaje sumamente amenazante, con numerosas heridas de combate y una apariencia envejecida que impide vislumbrar su procedencia. Con Snoke, el Lado Oscuro permanece y se hace más fuerte. En sus palabras, deja caer siempre la sensación de dominio y crudeza pero también alberga preocupación ante un posible alzamiento de nuevos Jedi, cuya punta de lanza sería su nuevo objeto de deseo: Rey. Su presencia y ascendencia sobre Kylo Ren augura momentos cumbre.
Como cualquier película de gran formato, El Despertar de la Fuerza tiene algunos elementos que no son tan logrados pero ninguno de ellos es lo suficientemente fuerte para comprometer el resultado y la sensación global. JJ Abrams ha devuelto la magia y la épica a la saga devolviéndole el alma perdida. El ritmo vuelve a ser constante y la sensación de espectáculo regresa por la puerta grande. Como no podría ser de otra forma, el maestro Williams colabora especialmente en el anhelo emotivo y nostálgico con un grandísimo trabajo musical. La película consigue recuperar la energía y encauza el rumbo futuro de la franquicia. La Fuerza está en buenas manos.
John Williams, Kathleen Kennedy, Lawrence Kasdan y JJ Abrams. |