“Para
tres hombres, la Guerra Civil no fue el Infierno… ¡Tan sólo fue práctica!”
– Tagline de la película
Con El Bueno, El Feo y el Malo (Il Buono, Il Bruto, Il Cattivo, 1966)
termina la llamada “Trilogía del Dólar”
de Sergio Leone. Con ella, Leone cerraba un capítulo de su filmografía, aunque
no se despediría del western puesto que de ello se encargaría en Hasta Que
Llegó su Hora (C'Era una Volta il West, 1968) que sería su “canto del cisne”, su
carta de amor al género que le encumbró.
El Bueno, El Feo y el Malo supone una suma de las anteriores y
una exaltación de los elementos tanto sonoros como estéticos que marcarían el
género. En ésta, todo está magnificado, todo va a más. No en vano Leone contaba
con mayor presupuesto y más medios para llevar a cabo su empresa. Una empresa
que le llevaría a embarcarse en nuevos proyectos.
Pero, antes de empezar a hablar del presente film, hablemos un
poco del pasado…. Hagamos un poco de historia….
Tras La Muerte Tenía un Precio, los ejecutivos de la United Artists contactaron con Luciano Vincenzoni
para proceder a firmar un contrato por los derechos de la película y para los
derechos de un próximo film. Vincenzoni, el productor Alberto Grimaldi y Sergio
Leone no tenían planes por el momento pero, con las bendiciones de éstos,
Vincenzoni pergeñó una idea, realizar una película sobre “tres rufianes que
se dedicaban a buscar un tesoro durante el transcurso de la Guerra Civil
Americana”. El estudio estuvo de acuerdo pero, por el contrario, querían saber
cuanto costaría el film. Al mismo tiempo, Grimaldi, estaba
intentando cerrar su propio trato, pero vio que la idea de Vincenzoni podía ser
más lucrativa. Los dos, Vincenzoni y Grimaldi, llegaron a un acuerdo con la
United Artists para un presupuesto de 1 millón de dólares, adelantando el
estudio la mitad del dinero y pidiendo un 50 % de la recaudación del film fuera
de las fronteras italianas. El presupuesto total del film llegaría a ser de 1.2
millones.
Leone construyó sobre la idea original del guión el concepto de
“mostrar la absurdidad de la guerra…”. En este caso, el absurdo de una Guerra
Civil como en la que los personajes, de uno u otro modo se ven mezclados.
Leone concebía el conflicto como algo estúpido, inútil, algo que “no daba
lugar a nada bueno”. Ávido apasionado de la historia, había
leído que 120.000 personas murieron en campos de prisioneros sureños. Campos
como el de Andersonville. Tampoco era alguien que se mostrara ignorante al
hecho de que en el Norte tampoco sucediera lo mismo con los soldados
confederados. Como decía él: “siempre oyes del vergonzoso comportamiento del
bando de los vencidos, jamás el de los vencedores”. Por ello, en este caso,
el director romano muestra la otra cara de la moneda. Es el caso del
campo de prisioneros de Batterville, lugar donde “Rubio” y “Tuco” son
encerrados y que está basado precisamente en Andersonville. Muchas imágenes del
film están influenciadas por fotografías de archivo hechas por Matthew Brady.
Matthew B. Brady (1822 – 1896) fue uno de los
primeros fotógrafos americanos, más conocido por sus escenas de la Guerra
Civil. Estudió bajo la tutela del inventor Samuel F. B. Morse, quien fue
pionero de la técnica de daguerrotipo en América. Cuando se inició el conflicto
Norte - Sur en Estados Unidos su uso del estudio móvil y del cuarto oscuro le
permitió llegar a tomar unas vívidas fotografías de la contienda así como
llevar el realismo del conflicto al público.
Este dato no es baladí puesto que si prestamos atención a los títulos de
crédito se pueden apreciar claramente dichas escenas. Además de transcurrir en un periodo histórico real, los hechos
narrados en el film servían de precuela a los anteriores de la trilogía ya que tenían lugar después de la contienda.
Mientras Leone desarrollaba la idea de Vincenzoni, el
guionista le recomendó a los escritores de comedia Agenore
Incrucci y Furio Scarpell para que
trabajaran en ello con Leone y Sergio Donatti. Según el director, no podía aprovechar
ni una sola cosa de lo que escribieron, fue la mayor decepción de su vida.
Donatti, por su parte, estuvo de acuerdo con él añadiendo que, de su trabajo, no
quedó nada en el guión final. Vincenzoni alega que escribió el guión en once días pero que pronto tuvo que
abandonar el proyecto dado que su relación con Leone se fue agriando.
Se dice que los tres protagonistas principales comparten todos ellos elementos biográficos del director romano. Durante una entrevista, dijo que “Sentenza” carece de alma, es un profesional “en el más puro y banal de los sentidos”. Claro ejemplo de ello es, cuando al inicio de la película, vemos como durante la presentación del personaje uno de sus objetivos le ofrece una suma de dinero para que se le perdone la vida, a lo que el mismo “Sentenza” alega que “cuando a él le pagan, siempre cumple con el trabajo”. Este, precisamente, no es el caso de los otros dos “héroes”. Leone comentaba que su lado metódico y su forma de preocuparse de otros correspondía al “Rubio”. De hecho podemos ver, en no pocos momentos del film, como los comentarios del personaje respecto del conflicto y de la pérdida de vidas humanas le suponen cierto trasfondo de preocupación y tristeza por la enorme pérdida de vidas humanas así como la simpatía o ternura que le despiertan ciertos personajes tal y como se ve en el joven soldado al que reconforta en su postrero momento. Pero, y aquí está el detalle, Leone, con su personalidad y sus formas, quien le despertaba más orgullo y profunda simpatía era precisamente el más rufián de todos, “Tuco”. Decía que dentro de su socarronería, de su forma de rufián, vividor y sinvergüenza, dentro de toda esa humanidad herida que encerraba el personaje, podía ser tierno y compasivo. Buena muestra de ello es su comportamiento con su hermano (Luigi Pistilli) a quien, a pesar de sus críticas y reproches, aún sigue queriendo y al “Rubio” de quién tras las perrerías a las que le somete en su pequeño “periplo por el desierto”, le ayuda a curarse y cuida de él.
El título en progreso de la película era el de I Due Magnifici Straccioni (Los Dos Magníficos Truhanes) pero se cambió justo antes de
empezar el rodaje cuando al mismo Vincenzoni se le ocurrió la idea de Il
buono, Il brutto, Il cattivo (El Bueno, El Feo, El Malo), idea que encantó a
Leone. En Estados Unidos, la productora United Artists pensó en usar la
traducción original italiana, River of Dollars o The Man With No Name, pero
decidieron quedarse con The Good, The Bad and The Ugly.
“Formaron
una alianza de odio para robar la fortuna en oro de un hombre muerto” –
Tagline de la película.
El Bueno, El Feo y el Malo nos cuenta la historia de tres truhanes. Tres sinvergüenzas. Tres miserables a cada cual más peligroso. [1] Tres hombres que no dudan
en forjar alianzas y traicionarse entre ellos, si conviene, en pos
del oro que tan codiciosa y desesperadamente buscan. Esta película supone el
canto del cisne de la “Trilogía del Dólar” de Leone a un nivel si bien más estético
aunque no tanto de guión. Si el telón de fondo es la historia de tres truhanes
en busca de un tesoro, envueltos involuntariamente en la Guerra Civil
Norteamericana, en este caso, el predominio del sonido, el empleo que hace
Leone de su primerísimo primer plano, el uso del tempo y la música diegética por
encima del hilo argumental, unida al guión, suponen la culminación de la
trilogía. Leone nos quiere mostrar no tanto la historia de estos tres rufianes
sino el entorno, el contexto en el que se mueven los personajes y es por medio
de los métodos anteriormente empleados que lo hace.
“Tres hombres,
una fortuna en oro, una Guerra Civil de por medio…” – Tagline de la película.
El reparto. Para ésta última, Leone volvió a contar con Clint
Eastwood y Lee Van Cleef. Pero, esta vez, en lugar de Gian María Volonté
para el papel de “El Feo”, contó con la presencia de Eli Wallach quién le dio,
al parecer del que escribe estas líneas, una presencia más humana al
personaje.
Los Personajes. El primero, interpretado por Clint Eastwood: “El
Bueno”, el “Rubio” o “Blondie”. Un avispado cazarrecompensas que hace negocio a
costa de sus presas. El proverbial “Hombre Sin Nombre” de la trilogía de Leone
que aquí vería confirmado su papel de “Hombre Misterioso”, cínico, taciturno,
mortalmente rápido con el revólver aunque tampoco exento de demostrar
sentimientos humanos ni lamentarse en según qué ocasiones por la inutilidad en
la pérdida de vidas humanas. Un carácter que podríamos describir como un
trasunto de los antiguos samuráis del Japón feudal, dado que en gran parte el
personaje bebe de las influencias de ello. El segundo, interpretado por Lee Van Cleef: “El Malo”, más conocido como “Sentenza” (“Sentencia”) o “Angel Eyes” (“Ojos de
Ángel”), un sargento de la Unión que hace las veces de cazarrecompensas. Frío,
calculador, despiadado. Un profesional que “siempre cumple con lo acordado
incluso si le ofrecen dinero cambio de lo contrario”. Igual o más rápido que el
“Rubio” en el uso del revólver y a quién todos, en especial “Tuco”, parecen
tenerle pavor. Un papel muy alejado del “Coronel Mortimer”. Y
por último, como no podía ser de otro modo, el tercero en discordia: “El Feo”.
Tuco Benedicto Pacifico Juan María Ramírez, más conocido como “El Guarro” –
pronunciado por el mismo “Rubio” en un momento de la película (“The Rat” - “La Rata” en América). “El Feo” del título,
un bandido mejicano tan rápido con el revólver como con la lengua. Buscado en
catorce o quince condados por múltiples delitos y
que es convencido por el “Rubio” para formar una sociedad que les pueda
reportar beneficios. Cuando digo el más humano de los tres no es algo tomado a
la ligera. El resto del reparto está compuesto por secundarios con los que ya había
contado Leone en las anteriores entregas de la trilogía: Aldo Giuffré, Aldo Sambrel, Antonio Molino Rojo, Lorenzo Robledo y Luigi Pistilli,
el hermano de Tuco, quién actúa como “voz moral y de la conciencia de
éste”. También aparece Mario Brega como el Sargento Wallace, mano derecha de “Sentenza” y su matón
personal.
Si bien es cierto que el argumento es lo de menos, nos encontramos
ante una película de aventuras al uso. Leone lo que pretende desde el primer
minuto del film, desde el mismo instante en que aparecen en pantalla los
títulos de crédito, es poner de manifiesto una idea, un concepto: el absurdo de
la guerra. Y lo muestra de distintas formas, sea por medio de los personajes y
sus reflexiones (Eastwood, reflexionando respecto la toma del puente), sus
actos (Eastwood, confortando a un joven soldado), sea por la crítica a sus actos (Antonio Molino Rojo como el
Capitán Harper, comandante del campo de prisioneros de Batterville, quién se
niega a dar un trato degradante a los prisioneros y a despojarles de sus
pertenencias aún estando su salud mermada por el conflicto), sea por medio de los
efectos de sonido reflejados en los mismos títulos de crédito donde el
despliegue sonoro funde imágenes del conflicto con los cañonazos, sea por medio de la misma acción de secundarios (un pueblo que sufre los bombardeos de la
artillería y que en un punto concreto de la acción se nos muestra como un
contingente de soldados se detiene en medio del bombardeo para proceder a
fusilar a prisioneros de guerra), sea por medio de la magistral banda sonora
del maestro Morricone (una de las piezas es “Muerte de un soldado”) o bien
sea por como se instrumentaliza en los medios de los personajes (el hecho de
que Eastwood o Wallach comenten que “cada arma tiene su propio sonido”). Leone
nos muestra esta máxima de una forma contundente como vehículo que marca el
devenir de los acontecimientos.
Respecto al guión. Para no perder la costumbre nos encontramos con un rosario de frases lapidarias en cada momento. Frases de las que uno jamás se olvida (“El mundo se divide en dos categorías […]”, “se va un cornudo y aparece otro”, “cada arma tiene su propio sonido y yo conozco el de esa”, etc…), frases que van muy en consonancia con los personajes y que no hacen más que añadir más épica y humor a algo tan desgarrador como lo que nos cuenta Leone.
Respecto a la música. Debo hacer hincapié en este apartado.
Nuevamente Leone volvió a contar con Ennio Morricone como ya hiciera en las dos
entregas anteriores. En esta, “Il Maestro” se sale de la escala. La banda sonora brilla con luz propia. Desde los títulos de crédito, hasta el momento
del duelo final, no sin antes mostrarnos todo el poderío y la épica de una de sus composiciones más famosas, “l’Estassi del Oro”. El tema principal, que parece el aullido de un
coyote, es una melodía de dos notas que se usa como motivo frecuente y que se
utiliza para caracterizar a los tres personajes principales: la flauta para
“Rubio”, la ocarina para “Sentenza” y las voces humanas para Tuco.
Una de las muchas interpretaciones que se hacen de la película, que
el mismo Leone descartó, pero no por ser menos alegórica puede ser errónea es
la siguiente: Sentenza (Lee Van Cleef) representa al Demonio
quién tienta al protagonista y le agasaja para hacer su voluntad y seguir sus
designios. “Blondie”, el “Rubio”, representa a un ángel, que cuida, “ayuda” y
protege al protagonista de la historia y le vigila para que no sufra ningún
daño. Tuco, el protagonista, es el ser humano. Avaricioso, codicioso, burlón,
cruel, mujeriego, bebedor, tramposo, burlón, ladrón, etc… En definitiva, es el
más humano de los tres con sueños y aspiraciones mundanas. Por esa razón, se ve
tentado por “un ángel y por un demonio” para ver a quién de los dos entregará
su alma. Huelga decir que cuando a Sergio Leone le contaron tal idea, la
deshechó por ser demasiado fantástica.
El western es un género que ha pasado por muchas manos y
directores pero a fe de éste que escribe, tres son los puntos de inflexión que
han marcado su trayectoria vital: John Ford, en sus inicios; Sergio Leone,
como su revitalización y crudeza; Clint Eastwood, su renacimiento y
reivindicación.
Con esta trilogía, Sergio Leone logró tres cosas a tenor del que escribe. Primero, darse a conocer al mundo entero y por ende dejar huella. Una huella que muchos querrían imitar pero jamás superaron. Segundo, poner de manifiesto el tipo de western que hacía Leone y, por extensión, el cine que hacía Leone (primerísimo Primer Plano, dominio del tempo, primacía de la banda sonora – música diegética, su famoso “Triello”, personajes carismáticos, frases lapidarias…). Tercero, dar a conocer a un joven Clint Eastwood, cuya carrera realmente despegó en España y quien más tarde, al recibir un premio de la Academia como mejor director por Sin Perdón (Unforgiven, 1992), agradecería a Leone (y a Don Siegel) por su influencia y por la oportunidad que le brindaron para convertirse en el actor y director que es hoy en día.
Sergio Leone murió en 1989 pero su legado fílmico pervive hoy día.
Esta era su forma de ver el western, su forma de ver el cine.
Con todo mi agradecimiento a Néstor, por
permitirme poder publicar
en su Blog.
[1]
El énfasis en el número Tres es intencional, puesto que pone de relieve el
concepto de “il Triello” de Leone. En este caso, el “Triello” se nos manifiesta
en su más pura expresión.
Precedido por:
El western según Sergio Leone (II)
El western según Sergio Leone (I)
Precedido por:
El western según Sergio Leone (II)
El western según Sergio Leone (I)