Para rodar este drama épico de 1965 centrado en la historia de amor entre Yuri Zhivago (Omar Sharif) y Lara Antipova (Julie Christie) en la estepa rusa de la primera mitad de siglo XX, su director, David Lean, utilizó enclaves reales españoles que dotaron al conjunto de su obra de una caracterización que rayaba la obra maestra al ser transformados en una perfecta escenografía esteparia. Lean fue escogido para llevar a cabo el proyecto porque ya había demostrado con anterioridad su habilidad para recrear otras historias épicas, como El Puente sobre el Río Kwai (The Bridge on the River Kwai, 1957) o Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962).
Dotada de un gran reparto, la historia nos traslada a la búsqueda que realiza el teniente general de la KGB, Yevgraf Andréyevich Zhivago (Alec Guiness), de la hija ilegítima de su hermanastro, el poeta y médico Yuri Andrédevich Zhivago (Omar Sharif), y de su amante, Larisa “Lara” (Julie Christie).
La narración de Yevgraf sitúa este drama dentro del marco histórico ruso del tumultuoso período que abarcó desde 1902 hasta 1929, incluyendo la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa de 1917 y la Guerra Civil Rusa con la caída del Imperio del Zar y la proclamación de la Unión Soviética, en 1922.
Para el enfoque narrativo, Lean se sirvió de la técnica aún novedosa por aquella época conocida como analepsis o flashback en la que podemos ver a Yevgraf, alrededor de la década de los 50 (nunca se especifica en la película en qué año están), explicando la historia a la joven Tonya Komaróvskaya (Rita Tushingham), trabajadora de una presa hidroeléctrica y de la que cree que puede ser su sobrina (como anotaciones paralelas, apuntar que el detalle de la KGB es fruto directo del guionista ya que no aparece en la novela homónima de Boris Pasternak, por la que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1958).
El resto del elenco lo forman Tom Courtenay (prometido de Larisa), Ralph Richardson y Siobhan McKenna (como el matrimonio amigo de la madre de Yuri), Geraldine Chaplin (hija de dicho matrimonio y esposa del protagonista), Rod Steiger (abogado corrupto con contactos políticos), Klaus Kinski, Jeffrey Rockland y Mark Eden.
Así pues, esta historia de amor como eterno homenaje al cine, aterrizó en España con la intención de rodar en dos de sus localidades, adaptadas ambas para recrear en sus calles el Moscú de principios del siglo XX: el barrio madrileño de Canillas (donde su calle Silvano fue transformada en una vía moscovita clave en la manifestación bolchevique) y las llanuras de Soria (en las que se recreó la dura estepa rusa al ser una zona de fuertes nevadas, motivo por el que esta localidad fue escogida para el rodaje).
Transformación de la calle Silvano, en Canillas, para convertirse en Moscú. |
El hecho de decidirse por España como escenario natural se debió a dos motivos fundamentales: el primero, que era un país con grandes parajes naturales que irían muy bien para recrear en ellos la geografía rusa sin que le supusiera demasiado coste a la productora. En segundo lugar, gracias a su clima variado, era posible que permitiera rodar tanto la suave primavera rusa como el crudo invierno de la estepa, en una misma estación, sin llegar a temperaturas extremas. De esta manera, las llanuras de Soria se convirtieron en el escenario ideal para rodar los exteriores transformando la montaña del Moncayo (en el Sistema Ibérico situado entre Zaragoza y Soria) en los Urales. Otro de los enclaves utilizados en la película fue la estación de Delicias, transformada como el centro de Moscú.
Rodaje en Delicias. |
Una de las dificultades con las que se encontró la producción una vez iniciado el rodaje fue que, para poder recrear el duro invierno ruso en Soria, se necesitó de mucha nieve artificial ya que, en contra de todo pronóstico por aquellas fechas del año, el invierno fue más suave que nunca, con apenas nieve real. La nieve estaba asegurada, según los expertos, de manera que en 1964 se comenzó a rodar en Madrid el Moscú pre-revolucionario, mientras esperaban que nevara en los montes sorianos. Al darse cuenta de que ese año no tendrían las nevadas normales y debiendo cumplir con el calendario del rodaje, se recurrió a toneladas de polvo de mármol, sal, plásticos blancos y yeso en forma de estalactitas, lo que disparó el presupuesto inicial de la película y la duración del rodaje. Semanas después, al ver por cámara que algunas escenas no habían resultado creíbles por la falta de nieve real, se repitieron en Finlandia con nieve de verdad. Así pues, en Soria nos encontramos con las poblaciones de Candilichera y Campo de Gómara como la localidad rusa Varykino y el pantano de la Cuerda del Pozo y la estación de Cañuelo como la ciudad de Yuriatin.
Numerosas anécdotas se sucedieron durante los meses que duró la filmación ya que, en plena época de dura dictadura franquista, un rodaje centrado en los revolucionarios rusos estuvo vigilado desde el primer momento por la policía del régimen, que se ocupó de cara a la galería de la seguridad de las estrellas de cine para el rodaje de la película (proyecto que supuso en su totalidad una inversión para el país de cientos de millones de pesetas) y, de manera extraoficial, trataba de controlar el set de rodaje y la relación del equipo con los habitantes de las zonas en las que se filmaba.
Otra de las anécdotas tuvo lugar alrededor del viejo cementerio del extrarradio de Madrid que se convirtió (gracias al cartón piedra) en el Moscú revolucionario de 1917, con el Kremlin y la Torre de San Nicolás dominando una gran plaza adoquinada en la que cientos de extras escogidos de entre los vecinos aparecían en masa cantando “La Internacional”. La anécdota ocurrió cuando el sargento policial, encargado de vigilar el recinto, se puso muy nervioso al escuchar el himno bolchevique y fue a buscar a otros agentes de policía armados para irrumpir en el escenario, paralizando la grabación. Solo cuando el equipo de rodaje los tranquilizó explicando que se trataba solamente de una película y no de un acto de provocación, pudieron retomar la escena no sin una serie de “medidas cautelares” por parte de la policía franquista. Temerosos de que los extras (muchos de ellos, antiguos combatientes republicanos) se aprendieran la letra del himno bolchevique, se apuntaron los nombres de varios figurantes para controlar posibles revueltas contra el régimen de Franco, encubiertas por la grabación, y exigieron al equipo de rodaje norteamericano que, en lo sucesivo, para rodar aquella escena, los extras cantaran un pasodoble.
Otra anécdota que se derivó del rodaje, esta vez positiva, fue que al barrio pobre de Canillas le cayera una inversión fuerte en dólares por lo que muchos figurantes cobraron una suma considerable de dinero: 1500 pesetas diarias, con un extra de 1000 si hacía demasiado calor y otras 1000 si tenían que dormir de noche en el set de rodaje, ya que se realizaron muchas escenas nocturnas.
Como en toda gran historia, también en Doctor Zhivago circularon leyendas urbanas, como lo sucedido en el pueblo de Villar del Campo, caracterizado para la película como una aldea que era arrasada por los bolcheviques. La escena que dio origen a la leyenda urbana fue aquella en que se ve a una mujer con un bebé en brazos que corre para subir a un tren en marcha en el que viaja Zhivago. La escena de por sí es muy dura, ya que llega un momento en que la mujer tropieza y se cae bajo las ruedas del tren. El rumor de que la figurante se había caído realmente y había perdido las dos piernas corrió rápidamente por la localidad, ávidos tal vez de algo jocoso que comentar. La broma no cayó demasiado bien en el equipo de rodaje; tal como contó Geraldine Chaplin en una entrevista tiempo después, el director no paraba de gritar: “¡Que vistan a la doble de la figurante!”. Porque no quería parar de rodar y porque sabía que la mujer que se había tropezado no se había hecho nada (solo algunas heridas sin importancia). Resulta anecdótico saber que la extra accidentada era la actriz húngara afincada en España, Lili Murati, que se hizo famosa tiempo después gracias a diversas producciones españolas (Carola de Día, Carola de Noche; Doctor, me gustan las Mujeres, ¿es grave?).
Al igual que en Canillas, Soria también se vio recompensada por grandes beneficios económicos ya que el equipo y el personal de la Metro Goldwyn-Mayer ocuparon todos los hoteles de la provincia gastando a manos llenas, algo que los españoles de la época franquista no estaban acostumbrados a ver debido a la miseria a la que los había llevado la dictadura. Numerosas personas relataron que era increíble no solo el dinero invertido en sus tierras sino el honor de tener a Omar Sharif paseando entre ellos acompañado de su hijo Tarek o a Klaus Kinski, Alec Guiness y Rod Steiger sentados en los bares de toda la vida degustando la variedad de vinos de la tierra, así como a Julie Christie parándose a hablar con cualquiera que quisiera hacerle aprender un poco de castellano. El único que no se relacionó demasiado con los aldeanos fue el propio Lean, famoso por su carácter altivo.
En cuanto al reparto, hubo varias discusiones y reuniones para acabar decidiendo quiénes serían, finalmente, los actores. El productor Carlo Ponti quiso imponer a su mujer, Sophia Loren, para el papel de Lara pero, al no dar la imagen de ingenuidad virginal que requería dicho personaje, el director se decantó finalmente por Julie Christie. Lean apostó, en general, por varios actores que no eran muy conocidos (como la propia Christie) o que solo habían actuado de manera secundaria en algunas producciones anteriores (como Omar Sharif), lo que dotó a la cinta de más credibilidad ya que la historia que transmitían los personajes no quedaba eclipsada por los intérpretes que les daban vida. No obstante, Lean pensó en un principio, para el papel del joven Yuri, en el actor Peter O'Toole pero, al rechazar éste la oferta porque no quería someterse otra vez a un rodaje extenuante de varios meses como ya le había ocurrido con Lawrence de Arabia, el rol lo obtuvo finalmente Sharif. Se barajaron también otros nombres más conocidos en aquel momento, como Michael Caine, que llegó a hacer algunas pruebas de cámara con Christie. Pero otra anécdota más que forma parte de la historia de esta película es que, cuando Sharif contactó con Lean para el papel del prometido de Lara (el cual recayó finalmente en Tom Courtenay), jamás hubiera podido adivinar que Lean lo escogería a él para el gran papel de su vida aunque no exento de un gran sacrificio artístico por parte del actor para llevarlo a cabo: el director le pidió que no expresara nada en sus escenas, para dar credibilidad a un personaje pétreo, insensible ante los horrores de la guerra y los efectos de la revolución bolchevique, sentimiento que también tenía que ser reflejado ante la mujer que amaba, Lara.
Esta petición llevó al actor a sentirse completamente frustrado ante tal reto porque no podía dotar de ningún sentimiento a Zhivago en toda la historia, como se desprende de sus quejas ante los demás compañeros de rodaje cuando iban a tomar unas copas después de una ardua jornada de trabajo. Al final, no obstante, esa contención interpretativa tuvo su reivindicación ante Lean: cuando debía rodar las escenas en que los zaristas habían masacrado a los manifestantes revolucionarios y el doctor Zhivago debía ir en ayuda de los heridos, Sharif pensaba en escenas reales de matanza pero Lean no paraba de decir que aquella expresión no era la que él le había pedido así que, como confesó el propio actor años después en una entrevista, finalmente se imaginó en una tórrida escena sexual. El director dio entonces su aprobado a la expresión del actor.
Anécdotas aparte, tal fue su maestría en todos sus campos que Doctor Zhivago obtuvo cinco premios (mejor guión adaptado, fotografía, banda sonora, vestuario y dirección artística) y seis nominaciones (mejor película, director, actor de reparto, montaje y sonido) en la gala de los Oscar del año 1965, además de ser galardonada con cinco Globos de Oro en 1966 (mejor película dramática, actor dramático, director, guión y banda sonora original; Geraldine Chaplin estuvo nominada como nueva estrella del año en la categoría de actriz). Permaneció años en cartel y batió récords de recaudación.
Su popularidad fue tal que, en 2010, se la consideró en Estados Unidos como la octava película más taquillera de todos los tiempos.
Una vez más, la productora Metro Goldwyn-Mayer, hizo gala de saber apostar muy bien sus cartas al comprar los derechos de la obra de Pasternak, convirtiéndola en un gran éxito artístico y financiero.