La Primera Guerra Mundial (1914-1918), como uno de los grandes conflictos bélicos contemporáneos que es, ha sido llevada a la gran pantalla en innumerables ocasiones. Los especialistas analizan y estudian películas como El Gran Desfile (The Big Parade, 1925), Sin Novedad en el Frente (All Quiet on the Western Front, 1930), La Gran Ilusión (La Grande Illusion, 1937) y El Sargento York (Sergeant York, 1941). Sin embargo, una de las más destacadas, tanto por historiadores como críticos, siempre ha sido Senderos de Gloria (Paths of Glory, 1957).
El joven Stanley Kubrick, que sólo contaba 31 años cuando realizó esta película, muestra sus ideas más antibelicistas en esta cinta. Critica la guerra y las injusticias que se viven, tanto por las misiones suicidas que están obligados a cumplir los soldados como por las diferencias entre soldados y oficiales. Basada en una novela de Humphrey Cobb de 1935, la historia de esta película fue rechazada por varios estudios norteamericanos debido a su carácter extremadamente crítico y antibelicista, ya que, aun habiéndose acabado el maccarthismo, todavía estaban muy presentes las listas negras. Esta situación obligó al director a rodar la película coproduciéndola con James B. Harris y con el apoyo, tanto económico como profesional, del actor Kirk Douglas, que protagoniza la cinta de manera excepcional.
Francia, 1916 - La guerra está detenida, nadie avanza ni retrocede, y la «tierra de nadie» crece día a día. La Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra, iniciada dos años antes ha llegado a un punto muerto, las trincheras están superpobladas en condiciones pésimas de salubridad, y los soldados que no mueren intentado conquistar unos metros de tierra, enloquecen esperando el terrible momento de la muerte.
Nos situamos en el bando francés, el general Broulard (Adolphe Menjou), un alto cargo del ejército, le pide al general Mireau (George Macready) que conquiste la Colina de las Hormigas, una posición alemana inaccesible, es decir, una misión imposible. A cambio, a pesar de expresarse con sutilezas, recibirá un ascenso. Mireau, reticente a llevar a cabo una misión como aquella, acaba aceptando. Como es evidente, un general como Mireau, que vive en un palacete amueblado al estilo de Luis XVI, no puede dirigir la ofensiva personalmente, así que le pasa el encargo a uno de sus mejores hombres, el coronel Dax (Kirk Douglas). Este se niega al principio, pero después se ve obligado a aceptar la misión por miedo a posibles represalias y a ser licenciado con deshonor. Pero antes de emprender tan suicida misión, Dax encarga al teniente Roget (Wayne Morris), un hombre traumatizado por la guerra y adicto al alcohol, que haga una misión de reconocimiento de la «tierra de nadie». Sin embargo, durante esta misión, Roget pierde los estribos y provoca que uno de sus dos hombres muera. El otro, el cabo Paris (Ralph Meeker), lo amenaza con confesarlo todo al coronel, dando lugar a una disputa personal provocada por la tensión que se vivía constantemente en las trincheras.
El intento de conquistar la Colina de las Hormigas empieza, los soldados caen como moscas en el campo de batalla, mientras que batallones enteros no avanzan por el miedo a morir. Mireau, enfurecido por la cobardía de sus hombres, decide abrir fuegos sobre sus propias posiciones para que los soldados salgan de las trincheras o mueran en ellas, pero la orden no se llega a cumplir. El ataque resulta ser un auténtico fracaso y los soldados del coronel Dax son acusados de cobardía y traición a la patria. Para castigarlos y para que aprendan la lección, Mireau decide, con el permiso de Broulard, ejecutar a tres soldados, uno de cada batallón, seleccionados arbitrariamente por los responsables correspondientes. A pesar de que se realice un juicio militar secreto y sumario, la sentencia es irrevocable desde un principio, los tres soldados serán fusilados. Sin embargo hay un hombre que intentará salvarlos, el coronel Dax.
El resultado final es una película con un mensaje claro, no contra los militares, sino contra todas las guerras, como la de Vietnam, que en aquellos momentos era el tema de actualidad en todo el mundo por la reciente intervención francesa. Con un guión rápido y claro, y una fotografía excelente en blanco y negro, da la sensación que la cinta se rodara en una auténtica trinchera francesa. Nos muestra el sufrimiento de los soldados, antes, durante y después de cualquier ataque, tan presente en todos los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial.
La película está repleta de escenas que han pasado a la historia, como el travelling por las trincheras, una de las escenas de mayor sufrimiento humano de la historia del cine, o el juicio final, en el que se ve hasta donde puede llegar la injusticia de la justicia.
A pesar de su indiscutible calidad fílmica, Senderos de Gloria fue una película rechazada por muchos países. En Francia, se prohibió su proyección hasta 1980, más de veinte años después de su realización, y de casi setenta de los hechos que narra.
Algo que queda muy claro al verse esta película son las diferencias entre soldados, oficiales menores y grandes oficiales. Mientras que los primeros viven en condiciones pésimas de salud, con la lluvia constantemente cayendo sobre ellos, embarrados, comiendo mal, etcétera, etcétera, los oficiales residían en palacios y casas aristocráticas de la época de la Monarquía absolutista, con todas las comodidades posibles: comida, bebida, descanso, alguna que otra fiesta o recepción. Dando lugar a una contradicción social, siendo los que más quieren luchar y combatir, los que menos lo hacen.
En la llamada «guerra de trincheras», que dominó casi todos los frentes de la Primera Guerra Mundial, las posiciones no se movían, puede que durante meses solo se avanzara unas decenas de metros, para más tarde volver a retroceder en favor del enemigo. La mayoría de ataques eran actos suicidas, en los que se intentaba que de entre centenares de soldados, solo unos pocos lograran llegar hasta la posición enemiga, donde la inferioridad de fuerzas los llevaría igualmente a la muerte. Los soldados eran considerados por los oficiales como piezas de ajedrez, sobre todo peones, que se podían sacrificar en favor del triunfo del rey, es decir, los propios oficiales. Este desprecio por la vida de los soldados se puede ver perfectamente cuando el general Mireau hace un recuento de los porcentajes de bajas, bastante optimista, que sufrirá el cuerpo del coronel Dax durante el ataque, mostrando que, para Mireau, los soldados no son más que números y probabilidades, en su caso, de lograr el deseado ascenso.
Por otro lado, tenemos el caso de los adoctrinamientos mediante las ejecuciones, algo que si bien nos puede parecer imposible, incluso contraproducente, era un procedimiento habitual que seguía la siguiente reflexión: si matamos unos cuantos soldados por cobardía, o por cualquier otro tipo de traición, los otros tendrán más miedo de nosotros, sus oficiales, que no del enemigo; de este modo, durante los ataques preferirán salir de las trincheras y morir con honor, que morir fusilados por cobardes en manos de sus propios compañeros. A pesar de esta reflexión, cuya lógica está un poco pasada de vueltas, el resultado que se obtenía no era este, sino que los soldados respondían psicológicamente en negativo, por lo que no conseguían que luchasen con mayor fuerza, sino que quisiesen volver de cualquier forma a casa, algo imposible, provocándoles depresión, estrés, agotamiento físico y mental, y, por lo tanto, muerte igualmente.
Ha sido una película muy valorada y criticada a la vez. Por ejemplo, Marc Ferro, uno de los pioneros en estudiar las relaciones entre historia y cine, lo destruye, no le niega su valor como película, pero sí como el film histórico que quiere ser, tal y como expresa en estas líneas:
«Senderos de gloria es una película que tiene como objetivo complacer a un determinado público, y este público es bastante, y posiblemente hay verdad en este film, porque todos los pequeños hechos que explica Stanley Kubrick son auténticos: el general ha existido y el coronel también, y todos [...]. Pero no fue todo junto ni en el mismo lugar; en nombre de la unidad de espacio y tiempo y de dramatización se ha hecho un film histórico que es falso. Y aquí llegamos a un punto crucial de la cuestión, porque el film como la novela y como cualquier medio de expresión tiene sus reglas, y estas reglas no siempre coinciden con la naturaleza histórica de los fenómenos.» (Ferro, M. «Perspectivas en torno a las relaciones Historia-Cine», en Film-Historia, vol. I, nº1, 1991, p.8.).
Volviendo al principio, existe una larga lista de películas que nos retratan las diferentes facetas de conflicto armado, si bien al principio hemos mencionado las que los «especialistas» más valoran. Ahora, y para terminar, os ofrezco unas pequeñas recomendaciones para aquellos que quieran seguir descubriendo la Primera Guerra Mundial sin tener que abrir un libro de historia:
—Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962), de David Lean. Arabia, 1916 - La vida de T. E. Lawrence durante el conflicto entre les tribus árabes y Turquía.
—Gallipoli (1981), de Peter Weir. Turquía, 1915 - Soldados australianos voluntarios durante la batalla de Gallipoli.
—Capitán Conan (Capitaine Conan, 1996), de Bertrand Tavernier. Frente Oriental, 1918 - Soldados franceses renegados al final de la guerra.
—Largo domingo de noviazgo (Un Long Dimanche de Fiançailles, 2004), de Jean Pierre Jeunet. Posguerra en Francia - Doble hilo argumental entre el París de posguerra y la vida en la trinchera.