Tras la cruzada contra los Jedis y la práctica aniquilación de todos sus adversarios, el Supremo Canciller Palpatine proclama el advenimiento del Imperio Galáctico, un nuevo régimen de Gobierno que acaba con todos los valores que la Antigua República había consolidado. Autoinvestido de poderes ejecutivos absolutos, el nuevo Emperador convierte al Senado en un organismo únicamente consultivo y sustituye la elección democrática de los representantes por Gobernadores militares. Sus peones administrarán, con autoridad y represión, los sistemas que van cayendo ante el poderío militar que el imparable ejército de clones es capaz de imponer allí donde se despliega.
Gran parte de los altos representantes aplauden las reformas del Emperador puesto que la nueva fórmula de Gobierno pone fin a la corrupción que se había enquistado en el seno de la milenaria República. Y el que no está de acuerdo poco más puede hacer. El miedo a la represalia hace el resto. Se apodera de la galaxia un discurso único y uniformizador. La libertad y la Democracia desaparecen bajo el poderoso régimen de Palpatine.
Pero muy pronto la gente se va dando cuenta que la nueva política se basa en la tiranía extrema, la brutalidad, y el odio hacia las especies alienígenas, a quienes se tiende a condenar al encarcelamiento y esclavitud. Los programas sociales desaparecen y esos fondos pasan a destinarse a la financiación del gasto militar. Todo avanza muy rápido y cuando los opositores quieren darse cuenta ya es tarde. El Emperador Palpatine ha convertido el miedo en su mejor arma y, siempre en beneficio de la “estabilidad”, continúa la expansión militar y la conquista y saqueo de todos aquellos sistemas que le hacen frente.
Sin oposición alguna y apoyado por su discípulo sith Darth Vader, Palpatine da la orden de iniciar la construcción del arma definitiva del Universo: una estación espacial con una capacidad destructiva nunca antes conocida.
Con una Armada en expansión, el Emperador delega su control a los comandantes militares. El primero de ellos es Willhuff Tarkin, quien se convertirá en el número 2 de su régimen ya que prefiere a Vader como azote eliminador de los Jedi que escaparon a la purga.
La maquinaria militar no tiene precedentes en la historia de la galaxia. Las naves de asalto Republicanas, utilizadas durante las Guerras Clon, ceden el paso a colosales destructores equipados con una capacidad de fuego inmensa.
La Academia de la República era el lugar donde se formaba a estudiantes en el servicio mercantil y de exploración. Palpatine la convierte en la Academia Naval Imperial, donde se instruye a los futuros oficiales del ejército en base al adoctrinamiento y a la propaganda. Los oficiales aprenderán a considerar a todos los seres alienígenas, no humanos, como a inferiores. Mientras son preparados para regir, dominar y conquistar, los estudiantes acaban siendo el producto de una filosofía elitista que busca la implantación práctica de un régimen autoritario y dictatorial que, con el tiempo, sembrará la semilla de la rebelión en miles de mundos.
Los oficiales que vayan saliendo de la Academia Imperial formarán una gran casta de líderes militares, al mando de poderosas naves y de ingentes tropas de soldados clon. Los que no se alistan voluntariamente son borrados del mapa o quedan reclutados en los regimientos de combate como soldados rasos. Terminan, por tanto, luchando junto a los clones en los sistemas que se rebelan contra la nueva autoridad.
Mientras Palpatine controla el poder político desde Coruscant, sus huestes crecen cada vez más. Pero su ideal de uniformidad y vasallaje acabará hallando contestación aunque para ello será necesario que pase cierto tiempo.
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