7 de juliol del 2014

El Standard Hotel en Shame (Steve McQueen, 2011)



Brandon Sullivan (Michael Fassbender) es un atractivo ejecutivo de empresa que sufre una fuerte adicción al sexo. Dedica todo su tiempo libre a la práctica sexual y al consumo de productos audiovisuales del género. Las relaciones ocasionales y puntuales son su fuerte y las calles del Nueva York más estilizado y cool son testigos de sus andanzas.

Su vida está completamente vacía más allá de la adicción. No tiene ninguna otra inquietud ni plan de futuro. Su dinámica disoluta empeora cuando recibe la visita de su disociativa hermana menor, Sissy (Carey Mulligan)

En realidad, Brandon es un producto de su tiempo. Es el resultado de una evolución vital desarrapada y carente de valores. El resultado le convierte en una especie de "zombi sexual", un hombre que es incapaz de desarrollar empatía por otros aspectos de la vida. Esta deshumanización profunda que le caracteriza, dentro de un contexto urbano en el que encaja perfectamente, configura el mensaje que el director y guionista Steve McQueen puso de relieve en Shame (2011).

En su segunda colaboración con Fassbender (volverían a coincidir posteriormente en 12 Años de Esclavitud), McQueen esboza una acuarela de sensaciones de frialdad, distancia, superficialidad y vacío existencial. El mensaje es enérgico pero no busca la conciliación. La historia que crea no tiene un final lumínico. 

Porque Brandon no es solo un hombre que rechaza el compromiso y la estabilidad del modelo familiar tradicional. Va mucho más allá de eso. Su adicción al sexo es la catarsis de un sentimiento de vacío interno muy fuerte. Es por ello que solo puede practicar sexo con personas a las que no le une ningún sentimiento. Cuando intenta cambiar ese modelo de actuación, choca cara a cara contra su patología psicológica. Y es por ello que no puede motivarse ante una persona por la que podría desarrollar sentimientos, su compañera de trabajo Marianne (Nicole Beharie)


Al final, estos demonios internos y el nuevo intento de suicidio de su hermana parecen provocar su derrumbe emocional. Pero es solo una ilusión momentánea. La mente humana siempre regresa al camino que más conoce y la secuencia final lo ejemplifica. Brandon entra en un vagón de metro y vuelve a conectar visualmente con una chica. No hay redención ni moraleja final. Todo lo que queda es resignación ante una conducta invariable que nunca se enjuicia moralmente. Simplemente se muestra de la mejor manera posible.

Gran parte de la película se rodó en localizaciones del barrio neoyorkino de Chelsea. También se filmó en los alrededores del apartamento de lujo del protagonista, ubicado en pleno midtown. Pero dos escenas importantes tuvieron lugar en el Standard Hotel, un edificio de construcción reciente que es el emblema de uno de los vecindarios más renovados de la ciudad: el Meatpacking District

Este barrio que, hasta principios del siglo XX, reunía una gran cantidad de mataderos y carnicerías, es desde hace unos años el destino de una serie de mejoras urbanísticas que le han convertido en polo de atracción de gente adinerada. Situado justo al norte del Greenwich Village y frente al río Hudson, cuenta con el Standard High Line como uno de los edificios más representativos del cambio de usos que ha experimentado el distrito.

Construido en 2009 y diseñado por el despacho Ennead Architects, dispone de 18 plantas y 337 habitaciones. En una de ellas, Brandon mantiene un encuentro fallido con Marianne. Posteriormente, contrata los servicios de una prostituta con la que mantiene relaciones sexuales frente a la cristalera de la habitación. 


El hotel se encuentra frente a una de las nuevas atracciones de la ciudad de Nueva York. Se trata del High Line Park, una rambla ajardinada construida sobre unas antiguas vías de tren elevado que bordeaban la orilla Este del Hudson. Ahora, las vías han dejado paso a una propuesta botánica y arquitectónica que configura un bello paseo por una parte de la ciudad bastante desconocida hace algunos años.