Finalizada la tercera temporada de The Walking Dead, contamos con un nuevo análisis de Eva Buendía. Se centra, en esta ocasión, en la valoración de lo que ha ofrecido esta última season en comparación directa con la línia argumental del cómic original. Eva vuelve a demostrar sus conocimientos sobre esta franquicia y esperamos seguir contando con sus colaboraciones cuando, a partir de octubre, nos llegue la nueva temporada de una serie que afronta un cambio de showrunner. Glen Mazzara deja paso a Scott Gimple pero el entretenimiento e interés no dejará de fluir. Porque estos "Walking Dead" aún tienen mucho que contarnos.
¿Por qué será
que cuando una serie nos cautiva desde un primer momento, al finalizar la
temporada nos parece que es imposible
que termine si tenemos la impresión de que fue ayer que empezaba de nuevo
después de estarla esperando durante tanto tiempo?
Porque, sencillamente, es un buen producto,
sin lugar a dudas.
A mí me ha pasado esta vez con la tercera
entrega de “The Walking Dead”, esos maravillosos zombies a los que tanto cariño
les he cogido. Parece que fuera hace una semana que volvían a deleitarnos con
sus aventuras y, en cambio, se acaban de proyectar los dos últimos episodios de
esta nueva tanda. Y se me ha hecho muy corta.
Paralelamente a mi nostalgia como fiel
seguidora de la historia creada por Robert Kirkman en 2003 en formato cómic y
adaptada a la televisión por Frank Darabont en 2010, me gustaría compartir con
vosotros mi opinión sobre dicha adaptación a estas alturas de la historia. Creo
que es un buen momento para hacerlo.
Para los que no sigáis el formato cómic,
debo deciros que hay muchas situaciones que difieren bastante entre uno y otro
formato (algunas son diametralmente opuestas) y que, no por ello, ninguno de
los dos medios desmerece en absoluto.
Como Kirkman ya explica en alguna de sus introducciones en los libros y Darabont lo subraya a la hora de defender estas adaptaciones en algunos de los protagonistas (aun cuando la historia en general se va desarrollando de la misma manera), la razón de estos cambios se debió a que era sumamente necesario realizar dichas adaptaciones estratégicamente para no colapsar a los lectores y, en especial, para poder adecuar según qué sucesos de la historia que Kirkman nos narra en el cómic, que en el formato televisivo necesitaban de una mayor celeridad para no aburrir al espectador. Y creo que lo han conseguido de sobras aunque alguno de ellos al principio me dejara bastante perpleja, lo admito, como ha sido el cambio radical casi de un episodio para otro del propio Rick, ya que en el cómic este proceso interno ha ido mucho más despacio y no tan visceral como en la serie.
Como Kirkman ya explica en alguna de sus introducciones en los libros y Darabont lo subraya a la hora de defender estas adaptaciones en algunos de los protagonistas (aun cuando la historia en general se va desarrollando de la misma manera), la razón de estos cambios se debió a que era sumamente necesario realizar dichas adaptaciones estratégicamente para no colapsar a los lectores y, en especial, para poder adecuar según qué sucesos de la historia que Kirkman nos narra en el cómic, que en el formato televisivo necesitaban de una mayor celeridad para no aburrir al espectador. Y creo que lo han conseguido de sobras aunque alguno de ellos al principio me dejara bastante perpleja, lo admito, como ha sido el cambio radical casi de un episodio para otro del propio Rick, ya que en el cómic este proceso interno ha ido mucho más despacio y no tan visceral como en la serie.
Como siempre ha defendido Kirkman, la evolución
de toda esta historia ha ido paralela a la evolución de sus personajes; en
especial, con la de su principal protagonista, el agente de policía Rick Grimes.
Hemos visto y veremos cómo los humanos se transforman también; no en zombis,
sino en personas cada vez más despiadadas donde el grupo de cercanos será cada
vez más restringido. La plaga de muertos del siglo XXI no será la única nueva
especie del planeta ya que, paralelamente y derivada directamente de esta
primera, aparecerá una nueva raza humana, aquella que perderá de vista las
normas sociales establecidas y la ética en pro de la auténtica lucha por seguir
viviendo, se sacrifique a quien sea en el empeño por conseguirlo.
Y creo que es un mensaje que ha quedado bien
claro y explicado en los dos formatos, como hemos podido ver en esta tercera
entrega de la serie. En ella hemos visto cómo Rick (ya nos advirtió de ello el
propio Kirkman en el cómic) ha ido cambiando irremediablemente condicionado por
las durísimas pruebas personales, de supervivencia y de liderazgo del grupo en
el que ha vivido casi desde el principio de la plaga de zombis. Tanto en la
serie como en el cómic lo hemos podido comprobar pero, maticemos, de una manera
muy diferente. Mientras en la primera lo vemos ir cambiando poco a poco hasta
la muerte de su esposa Lori (lo que le supone una gran crisis que afectará a
todo aquel que esté a su lado, hasta el punto de querer sacrificar a compañeros
suyos por su propia supervivencia), en el segundo su cambio se debe a la
presión continua que le supone estar al mando de todos al no encontrar a nadie en quien delegar y en
quien refugiarse de tanta responsabilidad diaria pero, y he aquí un cambio muy
importante, su esposa aún vive y ha tenido al bebé sin problemas, lo que le
supone el clavo de la cordura y de la reflexión tan necesario para su cordura y
al que tanto se aferra. Es decir, va cambiando irremisiblemente pero no deja de
tener sus principios.
De la misma manera, también vemos cómo el
personaje de Tyreese obedece a estos cambios estratégicos ya que, en el cómic
da mucho juego al formar parte de un triángulo amoroso que acaba trágicamente
(que ocasiona la muerte de Carol), mientras que en la serie pronto se va de la
prisión para unirse al grupo del Gobernador y parece ser que, de momento, no
tiene un mayor protagonismo (muy diferente a su homólogo en papel donde el
personaje es esencial para la supervivencia del grupo liderado por Rick).
Estos cambios, si bien evidentes entre los
lectores de Kirkman, han sido necesarios porque no se hubieran podido mantener
tantas historias abiertas en una sola temporada. Mismos personajes, diferentes
evoluciones, hasta acabar confluyendo otra vez las dos historias narradas, de
distinta manera, en una misma secuencia común para dar paso a la etapa
siguiente. Creo que, hasta aquí, todo está correcto.
Como ya comenté en una de mis aportaciones anteriores al blog de Néstor en relación a “The Walking Dead”, encuentro dichos
cambios buenos para la correcta marcha y no saturación de sus seguidores, ya
sea tanto lectores como telespectadores o ambos. Pero, después de haber
presenciado toda esta tercera temporada, creo que ahora entiendo por qué
Kirkman confiesa que ha habido fans suyos desde que creó el cómic que se han
enfadado un poco con él… entremos ya en las dos únicas objeciones que le hago a
esta última entrega de capítulos.
Empecemos por el Gobernador… Solo puedo
describirlo como muy acertadamente adaptado (e interpretado) en su papel de
terrible, escalofriante y siniestro líder de una comunidad aparentemente
conciliadora y pacífica que esconde bajo su manto de tranquilidad una ferocidad
reprimida de muchos de sus habitantes pero muy distinto al Gobernador de
Kirkman, cambio que hace parecer a este personaje en la pantalla como el
hermano bueno del líder de Woodbury del cómic. Creo que con esto ya lo he dicho
todo. En este último formato, el Gobernador es ya, desde un principio,
estéticamente muy diferente: pelo largo y negro como la noche, con vestuario
mezcla de pirata y de cowboy sin leyes, con tal halo maligno que es imposible evitar
sus consecuencias si tienes la mala suerte de tropezarte con él. Es sinónimo de
muerte segura y terrible, despiadada. Y en cuanto a su conducta, si bien en la
serie de Darabont a veces parece que nos quieran mostrar algún atisbo de la
humanidad que aún tiene, en el cómic Kirkman lo refleja atroz, sin ningún amago
de piedad ante nadie y sin demasiados intentos de querer ocultar su ferocidad
bajo una máscara de buen samaritano encargado de velar por los intereses de
todo un pueblo de supervivientes, porque es un personaje nacido para ser
odiado. El error, desde mi punto de vista, viene dado porque en el formato
televisivo se han excedido en querer darle esa ambigüedad que lo ha
caracterizado desde un principio para ir jugando con las emociones de los
espectadores, debatiéndose entre si sentir pena por él o, incluso, en querer
comprender y hasta justificar al principio su conducta. Si lo hubieran
reflejado como en el cómic, el Gobernador hubiera sido apocalíptico,
convirtiéndose en uno de los personajes más malvados de toda la historia
televisiva. Pero, insisto, es que había nacido para ser así: ahí radicaba la
esencia de este personaje.
Por lo que respecta a los demás
protagonistas, también existen multitud de cambios; algunos son tan importantes
hasta el punto de que existen en televisión pero no en el cómic, como es el
caso de Merle, hermano de Daryl. Pero entiendo que haya sido necesario. Y en
algunos casos, como este, muy acertados porque Merle es un personaje que da
mucho juego hasta el final de la temporada, oscilando siempre en la cuerda
floja entre si seguir a su hermano y ser más pacífico o en si dar rienda suelta
a su conducta tormentosa, herencia del maltrato de su padre.
La otra objeción, ý última, que le hago a
esta temporada es la de haber querido suavizar demasiado según qué escenas
violentas o dramáticas, donde los protagonistas eran niños. Espero que los
cambios que se vayan sucediendo sean necesarios, como ya he comentado antes,
pero sin hacer la serie más “correcta” para el público al vetar escenas
realmente impactantes y sustituirlas por otras en las que la carga violenta, si
la hay, se desarrolla directamente sobre los personajes adultos, más fácil de
aceptar por los espectadores en general.
Con esto pretendo decir que, si bien la
evolución de la historia sigue el mismo camino y vemos cómo van cambiando todos
ellos hasta el punto de que ya no son los mismos personajes que nos encontramos
al iniciar esta aventura, me parece a veces que la adaptación televisiva debería
guardar, en según qué momentos y personajes, más fidelidad con la idea original
ya que no creo que haya sido del todo un acierto el dejar entrar la censura
americana en esta serie, eludiendo la cruda realidad con la que Kirkman narra
su idea post-apocalíptica de la humanidad. Uno de los motivos por los que esta
historia ha triunfado entre tantos millones de lectores al ser tratados como un
público adulto y suficientemente fuerte como para aceptar según qué escenas.
De hecho, de esto mismo se han quejado
muchos de los seguidores del cómic a Kirkman, de que conforme se van sucediendo
las temporadas parece que haya una separación de puesta en acción cada vez más
evidente entre ambos formatos que deja patente que, aunque se sigan los mismos
acontecimientos generales, la manera de enfocarlos en uno y otro medio se está
bifurcando cada vez más hasta dar la sensación de que están cobrando vida
propia los dos pero por caminos separados, la serie por un lado y el cómic por
el otro.
Los dos formatos tienen cabida entre los
millones de fans originados por el cómic, cada uno con sus particularidades, es
cierto, pero sin perder de vista que están narrando unos mismos hechos a través
de unos mismos personajes, ya sean adultos o niños, censuras aparte. Esa es la
verdadera alma de esta historia, la de unas personas que deben adaptarse a un
mundo post-apocalíptico de unas dimensiones y consecuencias inimaginables, independientemente
de su edad o condición social. Espero que lo sepan ver y respetar para las
temporadas que le restan a la serie.
Por cierto… estad atentos a Carl a partir de
ahora. Si respetan su evolución en el cómic y la trasladan a la serie, dará
mucho de qué hablar. Ha nacido con este personaje un nuevo monstruo a pesar de
su corta edad. Ya lo iremos comentando… si la censura no aparece de nuevo.