Oblivion despertó
en mí una sensación inesperada. Acudí a la sala de cine pensando en un film de
ciencia ficción, de factura técnica impecable, pero no pensé que tendría una
repercusión más allá del entretenimiento.
Joseph Kosinski
concibió el argumento hace más de ocho años y había co-escrito una novela
gráfica que siempre ansió llevar al cine en cuanto pudiera establecerse como
director. Después de rodar Tron Legacy para Disney, trató que el estudio de
Burbank financiara y distribuyera el film pero la necesidad de una calificación
PG-13 alejó el proyecto puesto que se escapaba de la idea que tenía la major para una película familiar sin
restricciones. Manteniendo su propuesta
intacta, y tras haber escrito el guión con William Monahan y Karl Gajdusek,
Kosinski consiguió atraer a Universal Pictures que compró los derechos a Disney
y autorizó la calificación PG-13. Una
vez en Universal, el guión recibió un último toque por parte de Michael Arndt
(el guionista del momento gracias a su implicación en la nueva entrega de Star
Wars). Y, poco después, el script
llamó la atención de Tom Cruise, que aceptó protagonizarlo.
Con Cruise a bordo
y un presupuesto de 120 millones de dólares, el sueño de Kosinski se hizo
realidad de la forma más deslumbrante posible. Ese borrador inicial que había
escrito largo tiempo atrás, cobró vida con unos medios que le han permitido
presentarnos una película con una puesta en escena impresionante. Hago una
anotación en este momento: me parecerá muy injusto si el equipo de dirección artística, encabezado por Darren Gilford, no recibe
nominación en los
Oscar 2014.
El ambiente de la
película seduce desde el primer momento. Es imposible no sentir una sensación
de fascinación inmediata por los maravillosos entornos que nos ofrece la Sky
Tower (uno de los mayores decorados construidos en el cine reciente), iluminada
por una luz que no procede de fondos artificiales colocados en post-producción
sobre pantalla azul. El set se iluminó con la luz desprendida por proyectores
con imágenes de cielos grabados, para la ocasión, en las islas de Hawaii. Eso
le confiere a los interiores una naturalidad
pocas veces vista hasta ahora. La idea de Kosinski siempre fue la de crear un
film épico de ciencia-ficción en escenarios de máxima claridad, alejándolo de
las habituales tomas nocturnas. Y eso también lo consiguió rodando
exteriores en Islandia, durante la fase de noches de Sol. Excepcional, una vez
más, el trabajo del recientemente oscarizado director de fotografía chileno,
Claudio Miranda. Su maestría y su aprovechamiento de la luz en interiores y
exteriores está plasmada en cada plano, en cada escena de la cinta.
No quiero hablar en
esta reseña del argumento de la película. Sólo pretendo trasladar al texto
sensaciones e impresiones, en ocasiones estéticas, porque de allí surgió gran
parte de la satisfacción recibida como espectador. Considero que, en líneas
generales, la película nos presenta un argumento interesante y cautivador en el
que hay momentos de emotividad muy logrados. No podría describir mejor los
elementos fundamentales de la historia que mis amigos Octopus y Mike Lee en la
valoración que escribieron hace unos días. Os las recomiendo fervientemente.
El sentimiento de
pertenencia, el aprecio por el entorno, la sensación de añoranza; son
características que distinguen a Jack Harper (Tom Cruise) ante las dos semanas
que le quedan viviendo en la Tierra. Eso le diferencia de su compañera de
trabajo y amante, Victoria, a la que el borrado de memoria que sufrieron hace
años parece haber cundido más efecto. Pero Jack presiente algo, los recuerdos
brotan en su interior, puesto que su papel en el pasado fue demasiado decisivo
para poder ser eliminado. Creo que el principal mensaje que nos traslada la
película es que el poder de la mente humana para no olvidar es algo demasiado
poderoso. Incluso una entidad alienígena, extremadamente avanzada, no puede
derribarlo totalmente. La fuerza que tiene la mente y el espíritu humano para recordar,
para mantener vivos los recuerdos y experiencias más agradables o traumáticos,
es aquello que más nos distingue y, al igual que las buenas canciones o las
buenas películas, perdura para siempre.
Escenas como las
que se viven en el lago con el “A Whiter Shade of Pale” representan, mejor que
ninguna otra cosa, la visión del director en su esfuerzo por explicarnos una historia de
emociones y sentimientos recuperados en el marco de un film épico de ciencia
ficción. Y eso debe ser valorado y reconocido. Porque la película tiene escenas
trascendentes de acción, busca impactar con su propuesta visual, pero incorpora
también un fluir de elementos dramáticos casi poéticos.
Tom Cruise canaliza
la narración con su solvencia habitual y, a través de su sentida
interpretación, nos traslada ese halo de humanidad que aún pervive en un mundo
post-apocalíptico. Al mando de esa maravilla de “nave burbuja” parece guiarnos
física y emocionalmente por unos páramos desolados que, sin embargo, guardan un
encanto visual arrebatador.
Y también hay que
destacar la presencia de Andrea Riseborough y Olga Kurylenko. Dos actrices de
características necesariamente opuestas para dar vida a personajes totalmente
diferentes. Riseborough, en el papel de Victoria, parece compartir esa belleza
etérea, casi de ambiente estéril y “apple-designed”, que desprende
la Sky Tower. Su contención y devoción extrema hacia la misión sólo parecen
romperse en una bellísima escena que tiene lugar en la increíble piscina de la
torre. Un lugar mágico en el que la sensación de nadar sobre un precipicio,
dota al momento de una relevancia cinematográfica de gran calibre.
Olga Kurylenko, en
el papel de Julia, aporta otros valores. Su belleza más racial, más apegada a
la realidad, corresponde al rol que la historia le otorga. Y su relación con
Jack Harper, vivida muchos años atrás, más allá del tiempo y del espacio, puede
volver a surgir gracias al impulso y al carácter más vivaz que la caracteriza.
Morgan Freeman
nunca está mal, es uno de los mejores actores de Hollywood desde hace varias
décadas. Pero su irrupción en la película y la definición de sus seguidores es,
sin lugar a dudas, el punto más flojo de un film que nunca he tratado de
definir como perfecto.
Lo que sí pretendo
trasladar en este artículo es que Oblivion es una aportación brillante al género
de ciencia-ficción y merece la oportunidad que muchos le niegan. Sus
influencias son diversas aunque yo sintonizo especialmente con la forma en que
Joseph Kosinski ha logrado contar una historia, con buenos niveles de
profundidad, sin perder el concepto del entretenimiento. Hay otros directores,
a los que muchos veneran, que realizan una película del mismo género entre
cuatro paredes y reciben fragorosas ovaciones. Yo no estoy dentro de esta corriente
de opinión.