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28 d’abril del 2013

Oblivion: luchando contra el olvido


Oblivion despertó en mí una sensación inesperada. Acudí a la sala de cine pensando en un film de ciencia ficción, de factura técnica impecable, pero no pensé que tendría una repercusión más allá del entretenimiento.
Joseph Kosinski concibió el argumento hace más de ocho años y había co-escrito una novela gráfica que siempre ansió llevar al cine en cuanto pudiera establecerse como director. Después de rodar Tron Legacy para Disney, trató que el estudio de Burbank financiara y distribuyera el film pero la necesidad de una calificación PG-13 alejó el proyecto puesto que se escapaba de la idea que tenía la major para una película familiar sin restricciones.  Manteniendo su propuesta intacta, y tras haber escrito el guión con William Monahan y Karl Gajdusek, Kosinski consiguió atraer a Universal Pictures que compró los derechos a Disney y autorizó la calificación PG-13.  Una vez en Universal, el guión recibió un último toque por parte de Michael Arndt (el guionista del momento gracias a su implicación en la nueva entrega de Star Wars). Y, poco después, el script llamó la atención de Tom Cruise, que aceptó protagonizarlo.
Con Cruise a bordo y un presupuesto de 120 millones de dólares, el sueño de Kosinski se hizo realidad de la forma más deslumbrante posible. Ese borrador inicial que había escrito largo tiempo atrás, cobró vida con unos medios que le han permitido presentarnos una película con una puesta en escena impresionante. Hago una anotación en este momento: me parecerá muy injusto si el equipo de dirección artística, encabezado por Darren Gilford, no recibe nominación en los Oscar 2014.

El ambiente de la película seduce desde el primer momento. Es imposible no sentir una sensación de fascinación inmediata por los maravillosos entornos que nos ofrece la Sky Tower (uno de los mayores decorados construidos en el cine reciente), iluminada por una luz que no procede de fondos artificiales colocados en post-producción sobre pantalla azul. El set se iluminó con la luz desprendida por proyectores con imágenes de cielos grabados, para la ocasión, en las islas de Hawaii. Eso le confiere a los interiores una naturalidad pocas veces vista hasta ahora. La idea de Kosinski siempre fue la de crear un film épico de ciencia-ficción en escenarios de máxima claridad, alejándolo de las habituales tomas nocturnas. Y eso también lo consiguió rodando exteriores en Islandia, durante la fase de noches de Sol. Excepcional, una vez más, el trabajo del recientemente oscarizado director de fotografía chileno, Claudio Miranda. Su maestría y su aprovechamiento de la luz en interiores y exteriores está plasmada en cada plano, en cada escena de la cinta.
No quiero hablar en esta reseña del argumento de la película. Sólo pretendo trasladar al texto sensaciones e impresiones, en ocasiones estéticas, porque de allí surgió gran parte de la satisfacción recibida como espectador. Considero que, en líneas generales, la película nos presenta un argumento interesante y cautivador en el que hay momentos de emotividad muy logrados. No podría describir mejor los elementos fundamentales de la historia que mis amigos Octopus y Mike Lee en la valoración que escribieron hace unos días. Os las recomiendo fervientemente.

El sentimiento de pertenencia, el aprecio por el entorno, la sensación de añoranza; son características que distinguen a Jack Harper (Tom Cruise) ante las dos semanas que le quedan viviendo en la Tierra. Eso le diferencia de su compañera de trabajo y amante, Victoria, a la que el borrado de memoria que sufrieron hace años parece haber cundido más efecto. Pero Jack presiente algo, los recuerdos brotan en su interior, puesto que su papel en el pasado fue demasiado decisivo para poder ser eliminado. Creo que el principal mensaje que nos traslada la película es que el poder de la mente humana para no olvidar es algo demasiado poderoso. Incluso una entidad alienígena, extremadamente avanzada, no puede derribarlo totalmente. La fuerza que tiene la mente y el espíritu humano para recordar, para mantener vivos los recuerdos y experiencias más agradables o traumáticos, es aquello que más nos distingue y, al igual que las buenas canciones o las buenas películas, perdura para siempre.

Escenas como las que se viven en el lago con el “A Whiter Shade of Pale” representan, mejor que ninguna otra cosa, la visión del director en su esfuerzo por explicarnos una historia de emociones y sentimientos recuperados en el marco de un film épico de ciencia ficción. Y eso debe ser valorado y reconocido. Porque la película tiene escenas trascendentes de acción, busca impactar con su propuesta visual, pero incorpora también un fluir de elementos dramáticos casi poéticos.

Tom Cruise canaliza la narración con su solvencia habitual y, a través de su sentida interpretación, nos traslada ese halo de humanidad que aún pervive en un mundo post-apocalíptico. Al mando de esa maravilla de “nave burbuja” parece guiarnos física y emocionalmente por unos páramos desolados que, sin embargo, guardan un encanto visual arrebatador.

Y también hay que destacar la presencia de Andrea Riseborough y Olga Kurylenko. Dos actrices de características necesariamente opuestas para dar vida a personajes totalmente diferentes. Riseborough, en el papel de Victoria, parece compartir esa belleza etérea, casi de ambiente estéril y “apple-designed”, que desprende la Sky Tower. Su contención y devoción extrema hacia la misión sólo parecen romperse en una bellísima escena que tiene lugar en la increíble piscina de la torre. Un lugar mágico en el que la sensación de nadar sobre un precipicio, dota al momento de una relevancia cinematográfica de gran calibre.


Olga Kurylenko, en el papel de Julia, aporta otros valores. Su belleza más racial, más apegada a la realidad, corresponde al rol que la historia le otorga. Y su relación con Jack Harper, vivida muchos años atrás, más allá del tiempo y del espacio, puede volver a surgir gracias al impulso y al carácter más vivaz que la caracteriza.
Morgan Freeman nunca está mal, es uno de los mejores actores de Hollywood desde hace varias décadas. Pero su irrupción en la película y la definición de sus seguidores es, sin lugar a dudas, el punto más flojo de un film que nunca he tratado de definir como perfecto.

Lo que sí pretendo trasladar en este artículo es que Oblivion es una aportación brillante al género de ciencia-ficción y merece la oportunidad que muchos le niegan. Sus influencias son diversas aunque yo sintonizo especialmente con la forma en que Joseph Kosinski ha logrado contar una historia, con buenos niveles de profundidad, sin perder el concepto del entretenimiento. Hay otros directores, a los que muchos veneran, que realizan una película del mismo género entre cuatro paredes y reciben fragorosas ovaciones. Yo no estoy dentro de esta corriente de opinión.