Tras The Living Daylights, Michael G. Wilson persuadió a Albert Broccoli para plantear
importantes cambios en la nueva entrega. Tras 15 películas en la saga, repletas
de villanos megalómanos y de perversos planes de la Unión Soviética (en ese
momento iniciando ya su desintegración), era necesario cambiar de escenario y
propuesta.
Así pues, la base
argumental del guión que escribieron Wilson y Richard Maibaum, se centró en la
enorme escalada que estaba experimentando el narcotráfico a nivel mundial. La inestabilidad
creciente en Colombia, Bolivia, y otros países productores, iba en aumento y ya
eran muchos los criminales que florecían gracias al provechoso negocio del tráfico
de drogas hacia Estados Unidos y Europa.
Tenían ante ellos
la posibilidad de dar vida a un nuevo tipo de villano en la saga. Uno que no
tratará de dominar el mundo, con un plan de ciencia ficción, sino desde el
lucro imparable que le puede producir imponerse en el negocio del narcotráfico
a escala global.
De esta idea surge Franz Sánchez. En mi opinión, uno de
los mejores villanos de la saga Bond.
Interpretado magníficamente por Robert
Davi, Sánchez es un
narcotraficante colombiano que controla todo un imperio que abarca el
continente americano de norte a sur. Sin embargo, él suele vivir al sur de la
frontera, entendida como el límite entre los Estados Unidos y el territorio latinoamericano. Afincado en un
paraíso fiscal ficticio llamado Isthmus,
controla el mercado de la cocaína a gran escala y planea extender sus dominios
al incipiente mercado asiático.
"Plomo o plata, bala o pasta". Esta
afirmación resume bien cual es la ley que Sánchez ha
impuesto al sur de la frontera. Quien no está con él, pronto recibe el despido.
Pero cuando sus hombres violan y
asesinan a Della Leiter y dejan
en estado grave a Félix (ahora agente
de la DEA), despiertan la atención del hombre equivocado. James Bond hace su aparición desatando
una ola de venganza que busca destruir a Sánchez desde dentro de su propia organización.
Así pues, Licencia para Matar nos
plantea dos grandes giros argumentales que la diferencian de sus precedentes.
Por un lado, tenemos un villano que aporta una personalidad diferente y supone
una amenaza completamente opuesta a las conocidas hasta ahora en la franquicia.
Y, en segundo término, nos encontramos ante un libreto que nos muestra a Bond
actuando por iniciativa propia, al margen de las órdenes del MI-6. Está guiado
sólo por su propia furia vengativa, alimentada tras la tragedia ocurrida
entorno a su gran amigo, Félix Leiter.
Así pues, Timothy Dalton nos
ofrece una nueva perspectiva de la personalidad de Bond, que incluso le asemeja
a grandes mitos del cine de acción como Charles Bronson. Pero todo ello, dentro
de un film de 007, es innovador y sorprendente. Cuando su licencia para matar
es revocada por el propio M, entramos en un territorio totalmente nuevo en el
que Bond deberá manejarse sin el apoyo oficial del Gobierno Británico. Una
lucha en la que James encontrará sorprendentes aliados. Al mismo tiempo, deberá
hacer frente al MI-6, que intentará pararle, interrumpiendo así la
caza de su más mortal enemigo.
Aunque la película no fue el
éxito que se esperaba y muchos la criticaron por ser demasiado irreverente con
el canon Bond (Londres sólo aparece
unos segundos en una escena de situación), soy de la opinión que se trata de
uno de los films más interesantes de toda la saga. Aporta multitud de
situaciones nuevas e incorpora a buenos personajes en esta orgía de violencia
que Bond desata en el Caribe.
John Glen vuelve a demostrar su
flexibilidad para adaptarse a un nuevo tipo de relato en su última película
como director de la franquicia. Y, en cuanto a las Bond girls, decir que Carey Lowell y Talisa Soto son dos de las
mejores y más bellas actrices de la saga. Un plantel sensacional que incorpora
a un jovencísimo Benicio del Toro. Además, tenemos a un Q (Desmond Llewellyn)
en estado de gracia, qué más se puede pedir.
Y por si fuera poco, Gladys
Knight escribió e interpretó un tema principal espléndido que encaja a las mil
maravillas con el tono narrativo que propone la película. Una cinta
incomprendida pero que, afortunadamente, se ha ido revalorizando con el tiempo.
Artículo incluido en el libro digital, "Mezclado, no agitado: el cine de James Bond".