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21 de juliol del 2020

Hollywood Heritage Museum

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Hollywood en los años 20

Las sorpresas en los viajes siempre se guardan en un lugar especial de la memoria. Sirven para nutrir el anecdotario que irás explicando, a las personas más cercanas, tras tu llegada.

Pero lo que voy a relatar a continuación llegó a un grado de trascendencia aún más relevante. Puedo definir la experiencia que viví en el Hollywood Heritage Museum con las siguientes palabras: asombro y emotividad.

Tras desayunar, como de costumbre, en el Hollywood & Highland Center (adjunto al Dolby Theatre), me dispuse a visitar uno de los lugares que, por falta de tiempo, me habían quedado pendientes en mi viaje anterior a Los Angeles. Sabía que iba a un enclave donde conocería la historia de los orígenes del cine pero nunca pensé que fuera a venir acompañado de la vivencia que estaba a punto de ocurrirme.

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El Hollywood Heritage Museum se ubica en el histórico Lasky-De Mille Barn, popularmente conocido como "The Hollywood's First Major Picture Film Company". Este granero fue construido en 1895 para formar parte de uno de los ranchos que poblaban el actual Hollywood a finales del siglo XIX e inicios del XX. Vendido en 1904, fue cambiando de manos hasta su adquisición, en 1913, por parte de la Burns & Revier Studio and Laboratory quien, a su vez, la acabó alquilando a una compañía neoyorkina recién llegada a la región cuyo nombre era Jesse L. Lasky Film Company. Lasky era un productor en ciernes que había conseguido el dinero para empezar gracias a su cuñado, Samuel Goldfish (más tarde conocido como Samuel Goldwyn). Para llevar las riendas creativas, contrató a un joven actor y director teatral de la Gran Manzana que soñaba con establecerse en el lugar donde el negocio del cine estaba floreciendo. El nombre de ese loco visionario era Cecil B. De Mille.

Convertido el granero en oficina y set de rodaje, De Mille se dispuso a dirigir el que fue el primer largometraje rodado íntegramente en la zona de Hollywood. Se trataba del western, The Squaw Man (1914), que significó el inicio de una carrera memorable iniciada desde la más admirable humildad. 



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Cecil B. De Mille, Mary Pickford, Douglas Fairbanks, y Jesse Lasky, ante la puerta principal del barn. 1918.

Situado en la esquina de Selma y Vine Street (cuando Hollywood era un conjunto de ranchos aislados y pequeños estudios de filmación), De Mille siguió trabajando y creando películas en esta ubicación hasta que, con la alianza entre Jesse Lasky y Adolph Zukor, se empezó a consolidar un futuro gigante: Paramount Pictures. En 1926, el granero fue reubicado dentro del backlot del estudio, y allí permaneció durante cincuenta y tres años.


El origen de Paramount Pictures fue la unión entre Famous Players y Lasky Company: de izquierda a derecha,   Jesse Lasky, Adolph Zukor, Samuel Goldwyn, Cecil B. De Mille y Albert Kaufman, en 1916.


La eclosión de Paramount estuvo íntimamente ligada al ascenso de Cecil B. De Mille. Ambos se retroalimentaron y el director llegó a convertirse en uno de los mejores realizadores de la historia. Forjó su fama por ser capaz de levantar proyectos colosales otorgándole al cine una dimensión épica tanto en la época muda como en la sonora. Su huella es imborrable. Pero esa historia no es el objeto de este artículo.

En el Lasky-De Mille Barn conoces sus inicios, su voluntad de convertir en película la novela The Squaw Man, y su asociación con futuros magnates del cine hasta convertirse él mismo en uno de los directores-productores más influyentes del negocio.

En 1956, el granero fue homenajeado en los estudios Paramount y se le catalogó como California State Historic Landmark, por su importancia en los inicios de la industria cinematográfica. El propio De Mille presidió la ceremonia junto a los que fueron sus socios de la época (Lasky, Zukor, Goldwyn). Hasta ese momento la instalación había tenido múltiples usos: fue biblioteca, gimnasio del estudio, y salón de conferencias. También se utilizó de exterior para rodar algunas escenas en westerns utilizándola como estación de ferrocarril. Su nueva catalogación preservó la integridad aunque De Mille (fallecido en 1959) no pudo defender la instalación ante el persistente olvido de los tiempos.


De izquierda a derecha: Samuel Goldwyn, Jesse Lasky, Cecil B. De Mille, Adolph Zukor, Leo Carrillo y Frank Freeman en 1956 


En 1979, Paramount decidió trasladar la instalación fuera del backlot yendo a parar finalmente al párking del club Hollywood Palace. Allí el granero fue encapsulado y apartado de la circulación hasta que en 1983, la organización Hollywood Heritage, que promueve y defiende la conservación de los enclaves emblemáticos de la meca del cine, adquirió el granero trasladándolo a una zona del párking sur del Hollywood Bowl, en Highland Avenue. Esta encomiable entidad realizó un importante trabajo de restauración con vistas a convertir el barn en su nuevo museo de historia del cine. Poseedores de un gran  patrimonio cinéfilo, el museo abrió en 1985 y, desde entonces, conserva y difunde la herencia del Hollywood clásico a través de grandes colecciones de fotografías, carteles, equipos técnicos, props, documentos históricos, y un completísimo archivo de momentos cumbre del cine mudo. Estando allí tomas contacto con el glamour de la fábrica de sueños a través de todo lo que te rodea y de lo que puedes llegar a admirar.

En mi caso, recuerdo estar en el porche exterior y dirigirme hacia la puerta de acceso donde ví a dos ancianos (hombre y mujer) que parecían estar al cargo del museo. Al ser el primer visitante del día y mientras no venía nadie más, el responsable del museo, un venerable anciano llamado Bill Brenner, se dedicó a explicarme, con gran detalle, la historia de los inicios de la producción cinematográfica en el barn. También me enseñó el primer despacho de Cecil B. De Mille, mostrándome con detalle cada una de las históricas pertenencias del legendario director: sus clásicas botas de jinete, el ejemplar enormemente valioso de The Squaw Man, las maletas donde guardaba el equipo técnico de filmación,  y su famoso escritorio de trabajo.

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Me sentí un privilegiado por poder disfrutar de todas estas explicaciones que no se suelen dar en los museos y tampoco en éste. Tuve suerte de ser el primero en llegar ese día y caerle bien al hombre tras decirle que era un "movie lover" y que me interesaba especialmente la historia de los orígenes del cine en Los Angeles. Descubrí que Bill había nacido y se había criado en los momentos de eclosión de la industria. Y, además, también había sido un producto del instituto de las estrellas, el Hollywood High School. Comentaba su añoranza de aquél Hollywood brillante, con espacios por todas partes, y libre de la lacra que, según él, ha supuesto la progresiva expansión de restaurantes, tiendas de oportunidades, y negocios diversos de poca trascendencia.



Pero eso no fue todo porque tras dar la vuelta por el museo y haber admirado la impresionante colección, llegué de nuevo a la recepción y Bill me presentó a la señora que le acompañaba. Se trataba de una mujer  elegante que, pese a su avanzada edad, destilaba un aura especial. Esta sensación hallaba respuesta al conocer de quien se trataba. Su nombre es Diana Serra Cary, aunque los historiadores del cine la reconocerán por el nombre que la caracterizó en sus inicios y que la ha perseguido desde entonces: Baby Peggy.

Baby Peggy es una de las tres grandes estrellas infantiles que surgieron en el cine mudo. Baby Marie (1911-2010), Jackie Coogan (1914-1984), y Baby Peggy (n. 1918) iluminaron la pantalla durante los años 20 y emocionaron a millones de personas a lo largo de sus cortas pero intensas carreras.


Peggy-Jean Montgomery empezó a trabajar en el cine a la precoz edad de tres años, en 1921. Y hasta 1925 participó en casi 200 cortometrajes cómicos para Century Sudios y Universal Pictures. Pero esta precocidad y esta explotación laboral tuvieron consecuencias para ella. Su padre y representante acabó teniendo un desacuerdo con el productor Sol Lesser que derivó en la cancelación abrupta de su contrato. A partir de entonces, la niña fue puesta en la lista negra, por las malas prácticas profesionales de su padre, y de repente experimentó la caída y la pobreza antes de tiempo.

Continuó su carrera trabajando en vaudevilles y obras de teatro funestas que complicaron la relación que tenía con sus padres, quienes querían seguir aprovechando mordazmente lo que quedara de su fama en el cine. Tras emanciparse de forma precipitada, viajó por el país, se casó dos veces y fundó una familia. Con el paso del tiempo, Peggy-Jean se cambió el nombre por el de Diana Serra Cary (escogiendo Serra por el gran evangelizador de California, Fray Junípero, y siendo Cary el apellido de su segundo marido), se convirtió en escritora y ha pasado el resto de su vida intentando apartarse de la sombra de Baby Peggy y de los terribles recuerdos que le sobrevienen cada vez que piensa en los sacrificios que tuvo que afrontar a tan temprana edad. Ha abanderado la lucha por evitar el abuso laboral en los niños actores al mismo tiempo que continuaba su trayectoria como escritora e historiadora de la época del cine mudo.

Para mí, fue sin duda un enorme privilegio compartir un tiempo con estas maravillosas personas y escuchar sus vivencias y anécdotas. Su lucidez me sorprendió muy gratamente y la capacidad para recordar anécdotas no tenía fin. Diana incluso me contó, al saber que yo vivo en Barcelona, que allí se había encontrado una de sus películas, dentro de un archivo privado. Considero que esta experiencia contribuyó enormemente a que mi inmersión en la historia de Hollywood, que era el motivo fundamental de mi viaje, se lograra con mayor rotundidad. Nunca olvidaré esa mañana en el Hollywood Heritage Museum.