Dentro de la historia del cine, se considera a William Daniels como uno de los pioneros de la dirección de fotografía. Y lo fue porque, al igual que otros grandes del gremio como George Barnes, Ernest Haller, Arthur Edeson, o Leon Shamroy, inició su carrera en el cine mudo y después supo transicionar hacia el sonoro para convertirse también en un valor seguro. Fue un técnico de primer nivel, los mejores directores de Hollywood querían tenerle a su lado para que se encargase de la iluminación y los encuadres.
También las estrellas del momento querían tenerle en el set para asegurarse de que resplandecerían adecuadamente en pantalla. El caso más evidente fue el de Greta Garbo que siempre hizo valer su influencia para que Daniels fuera el iluminador de sus películas. Definido hasta la saciedad como el creador de la imagen fílmica de la actriz sueca, Daniels fue capaz de sobresalir en su profesión gracias al enorme conocimiento técnico que consiguió desplegar.
Entre 1922 y 1970 (año de su muerte), se encargó de la dirección de fotografía en más de 160 películas y trabajó bajo las órdenes de grandes realizadores como King Vidor, Clarence Brown, George Cukor, Rouben Mamoulian, Raoul Walsh, Ernst Lubitsch, Douglas Sirk, Anthony Mann, Richard Brooks, Vincente Minnelli, Frank Capra, John Sturges, y Mark Robson, entre otros.
Fue nominado en cuatro ocasiones para los premios Oscar y se llevó la estatuilla en 1948 por su trabajo en La Ciudad Desnuda, de Jules Dassin.
Daniels es el primero de una importante lista de directores de fotografía que, poco a poco, irán siendo revisados en el blog. De todas sus películas, yo me quedo con La Gata sobre el Tejado de Zinc (1958), por la enorme labor que realizó al crear imágenes icónicas de Elizabeth Taylor y Paul Newman, sacando provecho del imponente atractivo físico de ambos. Unas imágenes que permanecerán en la memoria cinéfila para siempre.