Dos millones de personas visitan anualmente un enclave natural situado dentro de la cordillera de las Black Hills, en Dakota del Sur. Las laderas del Mount Rushmore fueron las elegidas para esculpir los rostros de cuatro de los Presidentes más venerados en la historia de los Estados Unidos.
Su concepción se debe al tenaz impulso del historiador Doane Robinson que, en 1923, elevó una petición al Gobierno solicitando apoyo en la creación de un monumento que debería convertirse en un referente para la región. La idea inicial respondía a la voluntad de incrementar el número de visitantes de la región, lo que favorecería la economía de las comunidades que allí habitaban.
El Presidente Calvin Coolidge (1923-1929) apoyó firmemente el proyecto y consiguió el respaldo del Congreso para que fueran destinados los fondos necesarios. Con el beneplácito Federal bajo el brazo, Robinson convenció al escultor de ascendencia Danesa, Gutzon Borglum, para que se hiciera cargo del diseño artístico.
Su concepción se debe al tenaz impulso del historiador Doane Robinson que, en 1923, elevó una petición al Gobierno solicitando apoyo en la creación de un monumento que debería convertirse en un referente para la región. La idea inicial respondía a la voluntad de incrementar el número de visitantes de la región, lo que favorecería la economía de las comunidades que allí habitaban.
El Presidente Calvin Coolidge (1923-1929) apoyó firmemente el proyecto y consiguió el respaldo del Congreso para que fueran destinados los fondos necesarios. Con el beneplácito Federal bajo el brazo, Robinson convenció al escultor de ascendencia Danesa, Gutzon Borglum, para que se hiciera cargo del diseño artístico.
Borglum viajó a las Black Hills e inspeccionó a fondo las características del sustrato eligiendo el Mount Rushmore por su orientación al sureste, lo que implicaba que iba a recibir una gran cantidad de horas de Sol. La piedra granítica de sus laderas se reveló como la más idónea para esculpir y, a partir de ese momento, las ideas empezaron a brotar.
Finalmente, la Comisión Nacional que se había creado a tal efecto, decidió que se esculpieran las caras de cuatro insignes Presidentes. Quedaba implícito en el mandato que uno de ellos debía ser el Padre de la Patria, George Washington (1789-1797), pero no se decía nada de los otros tres. Sin embargo, el propio Calvin Coolidge especificó que dos de ellos debían ser Republicanos y uno Demócrata.
Con estos preceptos, Borglum tuvo claro cuales debían ser los elegidos. El Demócrata sería Thomas Jefferson, autor de la Declaración de Independencia, ponente de la Constitución, y Presidente entre 1801 y 1809. Abraham Lincoln, primer Presidente Republicano entre 1861 y 1865, debía estar presente por su máxima significación histórica mientras que el último elegido fue Theodore Roosevelt (1901-1909), un hombre de carisma arrollador bajo cuyo mandato los Estados Unidos iniciaron una nueva etapa de progreso en los inicios del siglo XX. Entre los cuatro representaban adecuadamente los primeros 150 años de historia del país.
La construcción empezó el 4 de octubre de 1927, en un trabajo intensivo que implicó a 400 obreros. Pero los años iban pasando y la complejidad técnica de la obra, con los operarios trabajando en difíciles condiciones, comportó que los plazos se fueran alargando. Sin embargo, no hubo que lamentar ninguna víctima mortal durante catorce años. Hasta 1937, no se completaron tres de las caras. Pero la imagen de Teddy Roosevelt aún no se había iniciado debido a su situación más interna dentro de la ladera.
Gutzon Borglum siguió entregado a la tarea de dirigir el proyecto aunque no pudo verlo concluido. Murió meses antes de finalizarlo víctima de una embolia. Su hijo, Lincoln, tomó el relevo y fue el responsable de la dirección en la fase final de ejecución. Desde su puesto, trató de conseguir que el proyecto de su padre se completara totalmente, lo que implicaba esculpir las figuras hasta la cintura. Pero la falta de fondos puso fin a ese objetivo y en octubre de 1941 se dio por acabada la construcción.
A partir de entonces, y ya bajo la jurisdicción del National Park Service, Mount Rushmore se convirtió en lugar de peregrinación para un número, cada vez más significativo, de visitantes. Como enclave de interés histórico nacional, se construyó un centro de visitantes que, con el tiempo, ha ido viendo ampliadas sus instalaciones.
En el cine, el emblemático Mount Rushmore ha tenido una presencia bastante recurrente aunque sobresale en dos películas. La primera de ellas sería Con la Muerte en los Talones (1959), el brillante clásico de Alfred Hitchcock que sitúa su escena de conclusión final en las cumbres del Monte. Huelga decir, sin embargo, que toda esa secuencia se rodó en estudio con la ayuda de matte paintings que trataban de replicar los rostros de los Presidentes. No obstante, hay que recordar que Hitchcock rodó la escena de la presunta muerte de Roger Thornhill (Cary Grant) en el centro de visitantes de Mount Rushmore.
La otra referencia es mucho más reciente puesto que se encuentra en La Búsqueda: El Diario Secreto (2007). Mount Rushmore fue muy bien aprovechado como localización importante de la película al ser el lugar que, según el guión, había sido escogido para ocultar la legendaria ciudad amerindia de Cíbola. El enclave queda inmortalizado con todo tipo de planos y brilla especialmente incluso en planos nocturnos.
Existe otra referencia que mi amigo Octopus echará en falta en cuanto lea el artículo. Lo hablamos en el apartado de comentarios...