"I think Roger was fine as Bond, but the movies had become too much techno-pop and had lost track of their sense of story. I mean, every movie seemed to have a villain who had to rule or destroy the world. If you want to believe in the fantasy on screen, then you have to believe in the characters and use them as a stepping-stone to lead you into this fantasy world. That's a demand I made, and Albert Broccoli agreed with me.”
Timothy Dalton
Cada vez que un nuevo actor ha asumido el papel de James Bond, la franquicia ha sufrido convulsiones y cambios que en muchas ocasiones han venido determinados por las diferentes personalidades de los intérpretes elegidos y el consiguiente nuevo enfoque que aportaban.
Cuando Roger Moore dejó la saga en 1985, Eon Productions volvió a entrar en un gran proceso de renovación iniciando un nuevo casting para elegir al cuarto actor que asumiría el protagonismo. En esta ocasión, Albert Broccoli recuperó a Timothy Dalton (a quien ya quería contratar en 1968) e incluyó a Sam Neill, Lewis Collins, y Pierce Brosnan en las pruebas. Muy pronto se vio que Neill y Collins no eran los idóneos. En cambio, Dalton convenció completamente.
Pero el actor galés, con una sólida trayectoria interpretativa forjada en el teatro y el cine, tenía varios compromisos pendientes y rechazó el papel por falta de tiempo. Ante esta situación, Broccoli optó por contratar a Pierce Brosnan, un intérprete irlandés que acababa de concluir un largo periplo en una serie de televisión de la NBC que había sido cancelada por una fuerte caída en su audiencia: Remington Steele.
Todo parecía encarrilado aunque nada más lejos de la realidad. Cuando la NBC se enteró de la noticia, decidió ejercer una opción en el contrato de Brosnan por la cual podían renovarle automáticamente el compromiso para una temporada más. Hasta la sede de la cadena había llegado una gran cantidad de cartas de aficionados que pedían que la serie continuara ahora que su protagonista iba a ser James Bond.
Pero esta prórroga unilateral del contrato de Brosnan no hizo más que enfurecer a Albert Broccoli que, muy indignado, optó por rescindir el convenio con el irlandés afirmando lo siguiente: "Remington Steele nunca será James Bond". Lo curioso del caso es que la audiencia de los nuevos episodios de Remington nunca remontó y al final sólo se rodaron cinco episodios de esa hipotética última temporada. Ese moribundo compromiso cerró las puertas a Brosnan aunque, como todos sabemos, se le iba a presentar otra oportunidad más adelante.
Desesperados ante la situación, Broccoli y Michael G. Wilson volvieron a reunirse con Dalton y le presentaron un plan de rodaje que podía adecuarse al tiempo del que disponía. Finalmente, consiguieron su implicación y nunca mejor dicho porque se puede asegurar, con rotundidad, que Dalton es el actor que más se ha sumergido en el mundo literario de Bond para prepararse en su papel. The Living Daylights (1987), con guión de Richard Maibaum y Michael G. Wilson, fue su debut en la franquicia.
El galés siempre había sido un gran seguidor del personaje y solía repasar las novelas de Fleming en el set de rodaje. Como queda claro en las palabras que destaco al inicio del artículo, Dalton quería volver a las esencias de 007 desmarcándose del tono más cómico que caracterizó la etapa de Roger Moore. Los responsables de la franquicia estaban en perfecta sintonía con esa demanda y escribieron guiones más oscuros, intensos y complejos, adaptándose a los tiempos y alejándose del enfrentamiento entre bloques como motor principal de la narración.
Además, el Bond de Dalton es el primero que empieza a manifestar abiertamente su desacuerdo con las órdenes que recibe. Su lealtad se mantiene firme aunque se cuestiona, en varias ocasiones, algunas de las indicaciones que le llegan confiando más en su instinto y experiencia para solucionar los problemas que se le van presentando.
El crítico y especialista en 007, Stephen Jay Rubin, escribió que el Bond de Dalton era el candidato idóneo para ser paciente de una consulta de psiquiatría. Sus implicaciones personales se inmiscuyen constantemente en su misión dando como resultado un sufrimiento que es bien palpable en la interpretación. Dalton hace gala de una contención y un lenguaje gestual que te hace llegar una sensación de enorme sufrimiento. A diferencia de sus predecesores, casi nunca "disfruta" de su peligroso trabajo.
En su segunda y última encarnación de Bond, Licencia para Matar (1989), 007 llega incluso a ser repudiado por el MI-6 cuando se niega a dejar de investigar el ataque sufrido por su amigo Félix Leiter. A partir de entonces le vemos actuando por libre, como un rogue agent, dispuesto a desatar un huracán con tal de destruir el imperio del narcotraficante Franz Sánchez (Robert Davi).
A pesar de que los rendimientos económicos de ambas películas no fueron extraordinarios, los productores y United Artists querían continuar por ese camino y estaba previsto que Dalton volviera en una nueva película que debía estrenarse en 1992 y que ya tenía título: The Property of a Lady (título que procedía de una novela corta de Ian Fleming).
Pero todos esos planes se desvanecieron cuando empezó una enorme batalla legal entre las diferentes compañías implicadas en la franquicia. La imposibilidad de iniciar la pre-producción acabó provocando la renuncia definitiva de Timothy Dalton.
Estoy entre los que piensan que sus dos películas fueron buenas. Licencia para Matar es uno de los títulos que más he visto y que más me interesan. Me gusta su aproximación al personaje y la evolución del mismo a lo largo del film. Me apasionó la venganza salvaje que 007 decide emprender contra el imperio de un gran villano. Un hombre que verdaderamente parecía capaz de poner al mundo en jaque con su persistente y continuada actividad criminal. Y, además, considero que la canción principal, en la voz de Gladys Knight, es una de las mejores de toda la saga. Sé que estos comentarios pueden suscitar opiniones contrarias y la verdad es que la voluntad de provocación está muy unida a estos artículos.