Timothy Dalton pudo ser Bond mucho antes de 1987. En 1968, "Cubby" Broccoli ya había pensado en el por entonces jovencísimo actor galés. Pero éste declinó la oferta por considerarse demasiado joven para el papel. Los caminos del destino volverían a cruzarse en la vida de Dalton a mediados de los 80 y entonces dijo sí.
Quiso el destino que Broccoli acabara encontrando al nuevo Bond en un anuncio de televisión. El elegido era el desconocido George Lazenby, un australiano de 29 años que nunca había trabajado en el cine.
La prueba de casting que realizó acabó de convencer aún más a los productores al propinar un fuerte golpe a un especialista con el que realizaba un ensayo de combate cuerpo a cuerpo. La agresividad que Lazenby ofrecía y sobre todo el bajo sueldo que exigía, fueron determinantes para que decidieran ponerle al volante de un precioso Aston Martin.
No le fue fácil a un actor sin experiencia asumir un personaje icónico en una franquicia exitosa. Y el panorama se complicó aún más por la propia temática de la película elegida. Al Servicio Secreto de su Majestad (1969) es el film de Bond más atípico puesto que nos cuenta la historia de cómo un mujeriego empedernido cae en los brazos de la joven Condesa Teresa De Vicenzo (Diana Rigg) y llega a contraer matrimonio con ella. La cinta concluía con Bond y Teresa iniciando su viaje de novios en coche y siendo abordados por Ernst Stavro Blofeld (Telly Savalas) que, en su intento de eliminar a 007, acaba con la vida de su esposa.
Era una historia rompedora pero básica para construir la biografía del personaje. La viudedad de Bond le cambia para siempre y, a partir de ese momento, radicaliza aún más sus métodos y opta por no volver a comprometerse con ninguna otra mujer. Ian Fleming creó una trama que le otorga entidad y justificación al protagonista y el cine tenía que abordarla en algún que otro momento, aunque fuera en la sexta entrega de la saga.
Lazenby, pues, afrontó un reto difícil e intentó mostrarnos a un personaje conocido en circunstancias extraordinarias o casi imposibles teniendo en cuenta el bagaje y trayectoria de Bond. Su escasa expresividad y su rudeza, indisimuladamente poco refinada, no ayudaron a que su trabajo pudiera ser considerado como aceptable. Sin embargo, Broccoli estaba convencido de que tenía a un actor de futuro y le ofreció un contrato para siete películas. Aunque las cifras de recaudación habían bajado respecto a la película anterior, se mantuvieron suficientemente altas y la cinta fue una de las más exitosas de 1969.
Pero entonces ocurrió uno de aquellos momentos en que las personas juegan a ser futurólogos y casi siempre fallan en sus predicciones. El flamante agente artístico de Lazenby le desaconsejó firmar el contrato porque creía que la figura de Bond era profundamente anacrónica y poco acorde con los tiempos presentes. Según él era más que evidente que, en los 70, la franquicia se eclipsaría y bajaría el interés del público.
Y así fue como Lazenby fue un visto y no visto como James Bond. Quizá debemos agradecer a ese representante "agorero" su pésima prognosis al creer acabada una saga que es la más larga de la historia del cine y sigue extraordinariamente fuerte en el siglo XXI. Su error permitió librarse de un actor hierático, de rostro pétreo y cuadrado; alguien impropio para vestir el esmoquin y seducir a mujeres al mismo tiempo que disfruta de un martini con vodka.
Su carrera posterior fue el reflejo de sus escasas habilidades interpretativas y se acabó perdiendo en producciones de serie B, y telefilms.
Su presencia en la saga es casi anecdótica aunque hizo cosas que no se han vuelto a ver. El ejemplo más claro es la ruptura de la "cuarta pared". Ocurre al inicio de la película cuando pronuncia aquello de... "This never happened to the other fellow..."
Hay que tener en cuenta que era el primer relevo en la franquicia y el guionista Richard Maibaum quiso introducir algún elemento extra que fuera parte de una broma interna entre el protagonista y el público.