George Lucas y Steven Spielberg han sido amigos desde principios de los 70 cuando ambos trataban de abrirse paso en el mundo del cine. Cuando afianzaron su posición en el negocio, buscaron la forma de poder colaborar en un proyecto común. Fue Lucas quien, en unas vacaciones en Hawaii tras el estreno de Star Wars, le explicó la idea que le rondaba la cabeza desde hacía tiempo: la resurrección del cine de aventuras de la mano de un intrépido arqueólogo muy hábil con el latigo...
Así pues, las aventuras de Indiana Jones fueron el escenario en el que dos grandes creativos unieron su talento.
Pero Lucas quería repetir esa colaboración en su otra franquicia de referencia, Star Wars. Tras contar con Irvin Kershner (antiguo profesor suyo en la University of Southern California) para El Imperio Contraataca (1980), Lucas quería que Steven Spielberg fuera el director de El Retorno de Jedi (1983).
Pero algo que había sucedido en la post-producción de El Imperio Contraataca, imposibilitó este plan. Resulta que tanto el Writers Guild (WGA) como el Directors Guild of America (DGA) impusieron multas a la producción por colocar los títulos de crédito al final del film (algo habitual en nuestros días). En la primera Star Wars, Lucas ya había procedido de la misma manera pero los sindicatos lo permitieron entonces al considerarlo una excepción. Sin embargo, en esta ocasión estaban dispuestos a sacar tajada de una franquicia exitosa. Lucas pagó las multas pero, acto seguido, cursó su baja como miembro de los dos sindicatos y de la Motion Picture Association of America (MPAA).
En este contexto, los reglamentos sindicales le impedían contratar como director a algún otro miembro del DGA. Así fue como Spielberg, que era la primera opción y que ardía en deseos de implicarse en la saga galáctica, no pudo ser contratado por su condición de miembro del sindicato de realizadores.
Así pues, Lucas se vio obligado a buscar un sustituto que no estuviera vinculado al establishment. Mantuvo conversaciones con el outsider David Lynch y el canadiense David Cronenberg pero ninguno de los dos aceptó ya que temían, con razón, que no podrían expresar su propia visión.
Tras estas dos negativas, dirigió su mirada hacia el Reino Unido y contactó con Richard Marquand, un realizador galés cuyo trabajo en el thriller de suspense El Ojo de la Aguja (1981) había convencido plenamente al productor de Modesto.
La relación entre ambos fue poco distendida en el rodaje. Lucas ejercía una supervisión constante ya que creía que Marquand no tenía suficiente experiencia en una filmación tan complicada y con tantos efectos especiales. El resultado fue que el productor acabó dirigiendo la segunda unidad y coordinó gran parte de las secuencias más complicadas. Ya en la sala de montaje, el papel del director británico fue nulo.
En 1985, Marquand dirigió el thriller Al Filo de la Sospecha, con Glenn Close y Jeff Bridges al frente del reparto, y parecía que podía tener una carrera en Hollywood pero, desafortunadamente, murió a causa de un infarto a la edad de 49 años.