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20 de maig del 2010

¿ Era necesario otro Robin Hood ?



A lo largo de la historia del cine, la leyenda popular del justiciero medieval inglés apodado Robin Hood ha sido llevada a la gran pantalla en más de 100 ocasiones. En 1912 ya encontramos la primera aportación con Robert Frazer en el papel del héroe del condado de Nottingham. A Frazer le siguieron intérpretes de la relevancia de Douglas Fairbanks, Errol Flynn, Sean Connery, Kevin Costner, Patrick Bergin, y Stuart Wilson. Hemos asistido, pues, a versiones de todo tipo sobre una historia que conocemos hasta la saciedad.

Es por ello que podemos plantearnos la pregunta que enuncia el presente artículo. Tras tantas aportaciones, ¿ por qué volver a este personaje ?.

La respuesta tiene un origen turbio ya que la película que nos ocupa es la heredera de un proyecto inconcluso cuyo título era Nottingham. Ridley Scott compró un guión que tenía la originalidad de presentar una cara oculta y positiva del tradicional villano en estas películas: el Sheriff de Nottingham. Scott había pensado en Russell Crowe para que hiciera un doble papel interpretando a Robin y al Sheriff. Pero, como es obvio, este proyecto no llegó a buen puerto porque varios estudios no vieron futuro en esa idea. Sin embargo, en vez de abandonar, Ridley Scott decidió reformar el argumento y continuar con la idea de producir un nuevo film de Robin Hood.

Confió en Brian Helgeland para que escribiera un guión que, en esta ocasión, tendría la "originalidad" de ser una precuela a los hechos que conocemos en la trayectoria del arquero del bosque de Sherwood.

Ya sabemos que hay gran cantidad de personajes que han sido muchas veces representados en el cine y que lo van a seguir siendo en el futuro. Pero, si cogemos el ejemplo de Sherlock Holmes, tenemos un personaje muy complejo, con muchas aristas que se pueden explorar de forma diferente, por lo que siempre existe un componente nuevo que puede interesar. Pero Robin Hood es un personaje plano, con poca profundidad, de instintos muy primarios, y que posee una única trama argumental que concluye con la caída del malvado Rey Juan "sin tierra". Producir, pues, una nueva versión entraña un gran riesgo porque el público conoce todos los hechos de sus andanzas. Conociendo todo esto, el intento de mostrarnos su supuesto background previo a convertirse en un proscrito, tampoco convence porque nos deja con un final abierto e inconcluso. Es un proyecto difícil de llevar tomes el rumbo que tomes. Pero está claro que Ridley Scott creyó que su reconocida talla como director y el tirón en pantalla de Russell Crowe podría convencer al público en un intento de reproducir una fórmula parecida a la que les llevó al éxito en Gladiator (2000).

Pero las cifras del primer fin de semana son concluyentes. Robin Hood no ha podido superar a Iron Man 2 (que ya lleva casi tres semanas en cartel) y se comenta que su boca-oreja no está siendo positivo por lo que su taquilla de las próximas semanas no alberga muchas esperanzas.

La película, además, falla también en su tensión dramática. Hay numerosas escenas de acción y combates pero todas ellas son bastantes desapasionadas, les falta garra. La batalla final en la playa carece de emoción, de fuerza, son sólo fuegos de artificio. Russell Crowe vuelve a estar en buena forma y no cabe duda que es idóneo para este tipo de papeles de género épico pero su participación no es suficiente para sacar a la película de la mediocridad.

Una cinta que cuenta con Russell Crowe, Cate Blanchett, William Hurt, Eileen Atkins, Max Von Sydow, Danny Huston... siempre debería ofrecer más para convertirse en un título de referencia. Desgraciadamente, esto no es así.

El film está muy bien recreado, dispone de grandes localizaciones, y abundan los recursos pero el guión de Brian Helgeland y la dirección de Ridley Scott no estan a la altura aunque quizá el problema, como apuntaba antes, es que un nuevo film de Robin Hood lo tiene ya muy difícil para destacar porque la propuesta, aunque se quiera disfrazar, es de sobras conocida y no dispone de elementos que te permitan presentarla de otra forma.

Creo, por tanto, que es una película innecesaria y estoy convencido de que Scott y Crowe tenían la posibilidad de haber producido cualquier otro proyecto épico que podría haber sido más exitoso que éste. Una película que se situara, por ejemplo, en la Guerra de los Cien Años o en la Guerra de las Rosas (considerada, por algunos, como el primer conflicto civil de Inglaterra) podría haber sido más interesante. Un marco que habría permitido un margen narrativo más amplio con el que el público hubiera sintonizado mejor por entrañar una mayor dosis de sorpresa y novedad.

Ridley Scott ya decepcionó al presentar su tan esperado proyecto sobre las Cruzadas cuando decidió confiar al inmaduro Orlando Bloom el papel de un herrero que, en poco tiempo, era capaz de liderar a las tropas cristianas en el asedio de Jerusalén. La falta de credibilidad de su protagonista lastró al film.

En esta ocasión, ha dispuesto de un actor protagonista convincente, con el que se entiende a las mil maravillas (es su quinta colaboración), pero ha errado en el proyecto elegido.