Páginas

4 d’abril del 2008

El monólogo de Quint sobre el USS Indianapolis



En el clásico de Steven Spielberg, Tiburón (1975), el carismático personaje de Quint, interpretado magníficamente por el gran Robert Shaw, explica que él fue uno de los pocos supervivientes del hundimiento del buque USS Indianapolis, en el Pacífico, casi al final de la Segunda Guerra Mundial. Este hecho verídico aumenta su dramatismo con la escalofriante narración de Quint. Sin duda, uno de los mejores monólogos de la historia del cine.

No se sabe exactamente quien escribió este monólogo. Aún así, la versión más extendida es que fue concebido por el propio Robert Shaw, John Milius (que realizó tareas de reescritura de guión en la película), y Steven Spielberg. Otros dicen que tuvo una participación muy destacada Howard Sackler. En cualquier caso, lo que sí es seguro es que no fue Peter Benchley (autor de la novela y de la primera versión del guión) ni tampoco Carl Gottlieb (guionista oficialmente acreditado).
A pesar de esta improvisación que caracterizó, en buena parte, ese difícil rodaje, el resultado fue excelente.

Estas son las palabras de Quint, que dejan asombrados a Martin Brody (Roy Scheider), y al biólogo marino Matt Hooper (Richard Dreyfuss):

"Un submarino japonés le disparó dos torpedos al costado del barco. Yo había vuelto de la isla de Tinyan, de Leyte, donde habíamos entregado la bomba, la que había de ser para Hiroshima. 1100 hombres fueron a parar al agua. El barco se hundió en 12 minutos. No vi el primer tiburón hasta media hora después, un tigre de cuatro metros. ¿Usted sabe cómo se calcula esto estando en el agua? Usted dirá que mirando desde la dorsal hasta la cola, nosotros no sabíamos nada. Nuestra misión de la bomba se hizo tan en secreto que ni siquiera se radió una señal de naufragio (risa irónica). No se nos echó de menos hasta una semana después. Con las primeras luces del día llegaron muchos tiburones y nosotros fuimos formando grupos cerrados, algo así como aquellos antiguos cuadros de batalla, igual que la que había visto en una estampa de la de Waterloo. La idea era que cuando el tiburón se acercara a uno de nosotros éste empezara a gritar y a chapotear y a veces el tiburón se iba, pero otras veces permanecía allí y otras se quedaba mirándole a uno fijamente a los ojos; una de sus características son sus ojos sin vida, de muñeca, ojos negros y quietos; cuando se acerca a uno se diría que no tiene vida, hasta que le muerde; esos pequeños ojos negros se vuelven blancos y entonces ah... entonces se oye un grito tremendo y espantoso, el agua se vuelve de color rojo, y a pesar del chapoteo y del griterío ves como esas fieras se acercan y te van despedazando. Supe luego que aquel primer amanecer perdimos cien hombres, creo que los tiburones serían un millar que devoraban hombres a un promedio de seis por hora. El jueves por la mañana me tropecé con un amigo mío, un tal Robinson de Cleveland, jugador de béisbol, bastante bueno; creí que estaba dormido, me acerqué para despertarlo... Se balanceaba de un lado a otro igual que si fuera un tentetieso. De pronto volcó y vi que había sido devorado de cintura para abajo. A mediodia del quinto día apareció un avión de reconocimiento, nos vió y empezó a volar bajo para identificarnos; era un piloto joven, quizá más joven que el señor Hooper, que como digo, nos vió y tres horas después llegó un hidro de la Armada que empezó a recogernos y ¿saben una cosa? Fueron los momentos en que pasé más miedo, esperando que me llegara el turno; nunca más me pondré el chaleco salvavidas. De aquellos 1100 hombres que cayeron al agua solo quedamos 316. Al resto los devoraron los tiburones el 29 de julio de 1945. No obstante, entregamos la bomba." 

El USS Indianapolis, en 1937.