Tras el estreno de La Guerra del Planeta de los Simios (War for the Planet of the Apes, 2017) ya se puede afirmar con rotundidad que se trata de la mejor trilogía reboot realizada hasta la fecha. El conjunto de las tres películas constituye una obra sólida, profunda, impactante y espectacular. Se agotan los calificativos a la hora de agradecer todo lo bueno que ha aportado esta trilogía al género de ciencia ficción moderno.
Visto ahora, resulta curioso que, en 2010, el reinicio no fuera bien recibido por la crítica especializada. El rodaje de El Origen del Planeta de los Simios (Rise of the Planet of the Apes, 2011) transcurrió paralelo a la publicación de una serie de artículos que calificaban el proyecto como innecesario e intrascendente. No obstante, todos esos especialistas escépticos tuvieron que retractarse cuando se estrenó el primer filme. 20th Century Fox había dado instrucciones precisas para que las películas de esta saga se construyeran a partir de guiones bien trabajados. Además, entregó las riendas creativas a profesionales que sentían aprecio por el legado de la cinta original y querían rendirle homenaje a través de la realización de películas sólidas, bien interpretadas y dotadas de grandes efectos digitales.
El Origen sentó las bases, pero El Amanecer del Planeta de los Simios (Dawn of the Planet of the Apes, 2014) elevó aún más el nivel de calidad. La llegada de Matt Reeves a la franquicia dotó a la película de un naturalismo agreste que hacía un uso preciosista de los escenarios naturales para crear un entorno en que la tensión dramática nos situara ante el caos de una civilización y el origen de otra.
La conclusión de esta trilogía, de nuevo dirigida por Matt Reeves (responsable de títulos como Monstruoso o Déjame Entrar), acrecienta los elementos positivos precedentes y además insufla corazón y alma a la trama.
En esta tercera entrega, César (Andy Serkis), líder supremo de los simios, se ve obligado a volver a combatir cuando su familia sufre la ira atroz de un coronel interpretado brillantemente por Woody Harrelson. El Coronel ve venir el final de la humanidad y está dispuesto a aniquilar a todos los simios que le sea posible para asegurar la posición de los humanos como especie dominante del planeta. El conflicto que surgirá removerá las conciencias de todos los implicados y tendremos oportunidad de conocer las motivaciones de unos y otros mientras el mundo avanza inexorablemente hacia el cambio.
El éxito de esta tercera entrega reside en que maneja extraordinariamente la ruptura del antropocentrismo. La película explicita la transferencia definitiva de valores entre humanos y simios. El resultado es una decantación rotunda del espectador hacia lo inverosímil, dando así una lección de lo que significa realmente la ciencia ficción. Pero nada en esta construcción narrativa es maniqueo. Los personajes tienen sus matices y expresan dudas de conciencia a pesar de disponer de fuertes voluntades. César sigue siendo perseguido por la sombra de Koba, el pérfido líder opositor que creía en la confrontación como único recurso. Esas dudas golpean varias veces la conciencia de César, pero sus valores de juventud le otorgan la fuerza definitiva para definir su filosofía de respuesta defensiva y castigo a los culpables, no a toda una civilización.
El Coronel, por su parte, atesora un gran sufrimiento personal e incluso podemos vislumbrar en él un deseo intrínseco de que todo hubiera sido distinto. Pero ante el escenario creado, con la humanidad en retroceso, no cejará en actuar de forma sanguinaria, perdiendo así lo que tanto ansiaba defender. De alguna manera, vemos en él rasgos del Coronel Kurtz de Apocalypse Now (1979).
La película nos muestra como las virtudes de benevolencia y comprensión ya forman parte de la civilización simia mientras que la intolerancia y la crueldad se han apoderado definitivamente de la raza humana, completamente desesperada por mantener su posición en el mundo. Lo interesante en este punto es que los primates no toman el relevo por imposición sino que se ven en el ojo del huracán sin desearlo. El surgimiento de un virus que ha acabado con miles de millones de personas y la irracionalidad creciente de los supervivientes les ha colocado en una posición de protagonismo que no deseaban. Gestionar todo ello puede derivar en desastre y es por ello que César, como representante máximo de una nueva generación de primates inteligentes, trata de controlar a los suyos para que no repitan comportamientos que puedan llevarles al mismo nivel de declive moral.
La Guerra del Planeta de los Simios supone el acto final de un proceso en que la racionalidad se balancea definitivamente en favor de los simios. Esta constatación, que no deja de resultarnos incómoda, es exactamente lo que debía lograr esta saga y sus responsables no solamente lo han cumplido sino que lo han expresado con excelencia narrativa.
Buena parte del éxito se debe al enorme avance en el dominio de la técnica digital de captura de imagen. Eso ha permitido que el maravilloso trabajo de Andy Serkis y el resto de intérpretes se haya traducido en la pantalla de forma excelsa. El actor británico es el mejor del mundo en este tipo de interpretaciones, pero parece encontrar la manera de seguir superándose a sí mismo con cada nuevo trabajo.
También quería destacar las notas que se hacen eco de la película original de 1968, protagonizada por Charlton Heston, Maurice Evans, Kim Hunter y Roddy McDowall. Además del uso de los caballos sobre arenas de playa, podemos observar cómo Matt Reeves coloca las emblemáticas cruces en aspa del film de Franklin J. Schaffner para ilustrar el castigo que infligen los paramilitares a los simios rebeldes. Además, no podemos obviar la emotiva historia de la niña (Amiah Miller) que es encontrada por César y lo suyos. La pequeña sufre ya las secuelas de la mutación del virus y ha perdido el habla. A través de la interacción de la niña con los simios, podemos observar otro elemento de compasión entre estos últimos: Maurice, el gran orangután interpretado por Karin Konoval, la "bautiza" con el nombre de Nova. En ese momento, los cinéfilos disfrutamos al recordar el nombre de Linda Harrison en la película original. A pesar de tratarse de un reboot, es bueno que esta nueva saga haya incorporado detalles que homenajean el legado recibido por parte de unos cineastas agradecidos.
Por otra parte, Michael Giacchino demuestra que sigue en estado de gracia con una partitura magnífica. Combina temas con mucha percusión, que recuerdan la fuerza de la composición original del maestro Jerry Goldsmith, pero también encuentra inspiración para dar acompañamiento a las secuencias más emotivas con piezas de espléndida textura dramática.
En definitiva, estamos ante un filme que nos coloca en una dura tesitura trabajando a fondo las emociones y encontrando el equilibrio preciso entre solidez y espectacularidad. Pocas veces se puede salir tan satisfecho de una sala de cine.