El cine de acción suele estar en la cola en cuanto a las preferencias de los pomposos y aposentados críticos de ayer y de hoy. Me veo en la necesidad de recordar que, en el momento de su estreno, Depredador (Predator, 1987), fue vilipendiada por esa misma casta endiosada de analistas. No obstante, su influencia no fue determinante y el público se encargó de reivindicar el film en taquilla provocando que, años después, algunos de esos mismos críticos tuvieran que rectificar sus apreciaciones excusándose en el hecho de que habían visto copias no editadas del film de John McTiernan en los pases de prensa. Depredador no tardó en convertirse en un film de referencia dentro del género de acción y ciencia ficción, consiguiendo un reconocimiento unánime que aunque tardío fue absolutamente necesario. Otros clásicos del género corrieron una suerte similar: Acorralado (First Blood, 1982), The Terminator (1984) y La Jungla de Cristal (Die Hard, 1988).
La industria del cine se sustenta en un modelo económico que se ha ido modulando a lo largo del tiempo hasta consolidarse definitivamente con el surgimiento de los blockbusters en los años 70. Los estudios distribuyen cada año una serie de películas que incorporan los atractivos suficientes para convertirse en grandes éxitos de taquilla. El acierto o el fracaso depende de muchos factores y siempre hay varios títulos, en cada curso, que se acaban convirtiendo en sonoros descalabros. No obstante, las majors acostumbran a colocar al menos un título cada una en el top ten de taquillaje. Estas películas, cuya calidad oscila entre el cine palomitero autoconsciente y la excelencia de gran presupuesto, permite que la industria siga funcionando pues genera recursos suficientes para el sostenimiento del sistema audiovisual. Tanto es así, que una parte de las ganancias revierte en las filiales menores que dependen de los grandes estudios, asegurando así la producción del 80% del cine independiente americano.
Una parte significativa de los grandes rendimientos de la industria han procedido tradicionalmente del cine de acción. Actualmente, son las grandes franquicias las que aportan más al sistema pero en el cine de los 70 y 80 la acción ofreció títulos triunfadores que poblaban las carteleras y llenaban las salas. Una figura emblemática de este escenario es Sylvester Stallone. El neoyorkino ejemplificó. una vez más, que la falta de talento puede ser superada por el trabajo duro y la voluntad. Tras varios trabajos residuales en películas de baja repercusión e intervenciones eventuales en series de televisión, Stallone consiguió convencer a los productores Irwin Winkler y Robert Chartoff de que el guión que había escrito sobre un modesto boxeador de Philadelphia a quien se le presenta la oportunidad de luchar por el título mundial, podía ser un film importante.
El estreno de Rocky (1976) cambió el destino de este humilde actor y le encaminó hacia una carrera de éxitos en el cine de acción. El género estaba conectando con el público de forma insólita y generó una bolsa de recursos que era necesario explotar cada año con varios títulos. A lo largo de la década de los 80, ese interés se vio incrementado con el inicio de lo que se denominó el "culto al cuerpo". En la América de Ronald Reagan, el bienestar de las familias de clase media estaba subiendo y la posibilidad de ir a un gimnasio, de forma regular, ya no era algo que perteneciera a las élites. Además, la inseguridad en barrios marginales de las grandes ciudades generó una sensación de pánico que la gente conseguía aliviar viendo como los héroes de la pantalla eran capaces de despachar a los villanos de turno de la forma más aplastante posible.
En este lapso temporal, Stallone se convirtió en el número 1 y ni siquiera la irrupción de Arnold Schwarzenegger, a partir de 1982, consiguió sacarle de esa privilegiada posición durante varios años. La contundencia, la visceralidad y la violencia testosterónica eran elementos cruciales en esta etapa del cine de acción y se ha hablado mucho de ello pero lo que pretendo mostrar, en este artículo, es otro de los elementos que pareció distinguir esta fase del género de acción: las canciones originales.
En general, la década de los 80 fue una gran época para las canciones originales de películas. Grandes artistas se sumaron a este fenómeno y dejaron muestras de suma brillantez en cintas como Oficial y Caballero (An Officer and a Gentleman, 1982), Contra Todo Riesgo (Against All Odds, 1984), Noches de Sol (White Nights, 1985), 9 Semanas y Media (9 1/2 Weeks, 1986), y Atrapados sin Salida (No Mercy, 1986), por citar solo algunos ejemplos. El género de acción, por su parte, se convirtió en el refugio de varios artistas pop ochenteros que trataron de promocionar sus carreras aportando piezas en películas potencialmente taquilleras. Siguiendo la carrera de Stallone en esa época, podemos trazar un interesante recorrido musical que, en algunos casos, añadió un toque de interés extra a las películas en cuestión.
En general, la década de los 80 fue una gran época para las canciones originales de películas. Grandes artistas se sumaron a este fenómeno y dejaron muestras de suma brillantez en cintas como Oficial y Caballero (An Officer and a Gentleman, 1982), Contra Todo Riesgo (Against All Odds, 1984), Noches de Sol (White Nights, 1985), 9 Semanas y Media (9 1/2 Weeks, 1986), y Atrapados sin Salida (No Mercy, 1986), por citar solo algunos ejemplos. El género de acción, por su parte, se convirtió en el refugio de varios artistas pop ochenteros que trataron de promocionar sus carreras aportando piezas en películas potencialmente taquilleras. Siguiendo la carrera de Stallone en esa época, podemos trazar un interesante recorrido musical que, en algunos casos, añadió un toque de interés extra a las películas en cuestión.
Aunque este repaso está dedicado a la década de los ochenta no podemos abstraernos de los primeros éxitos en la carrera de Sly. Y todo recorrido debe empezar por la mítica Rocky (1976). El film que dirigió el recientemente fallecido John G. Avildsen ganó el Globo de Oro en la categoría dramática y, en los Oscar, obtuvo 10 nominaciones que se acabaron traduciendo en tres estatuillas (mejor película, dirección y montaje). Stallone fue nominado como actor y guionista aunque sorprendió que la emblemática banda sonora original de Bill Conti no consiguiera el reconocimiento en su categoría. No obstante, el tema principal sí que obtuvo la candidatura en la categoría de mejor canción, a pesar de contener una letra de solo 30 palabras. Nos referimos, como no podía ser de otra forma, a la pieza épica más brutal de la historia del cine: "Gonna Fly Now". La breve e impactante letra fue escrita por Carol Connors y Ayn Robbins mientras que la interpretación correspondió a DeEtta Little y Nelson Pigford.
Con el estreno de las sucesivas entregas, Bill Conti creó múltiples versiones alternativas de este gran tema pero la esencia siempre ha estado presente en una franquicia que aún no podemos dar por finalizada.
En la primera entrega de Rocky también encontramos un tema original, de carácter sentimental, que fue compuesto e interpretado nuevamente por el tándem DeEtta Little / Nelson Pigford. Se trata de "You Take my Heart Away" y sirve como fondo emocional a la relación amorosa que se entabla entre Rocky y la apocada Adrian Pennino (Talia Shire).
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