“Princesa Leia, antes de que os ejecuten me agradaría que me acompañaseis en una ceremonia que demostrará el poder de esta estación. Ningún sistema estelar se atreverá ahora a oponerse al Emperador”.
En este recorrido por la trayectoria vital de los personajes más destacados de la saga, vamos viendo como la mayor parte de ellos tienen orígenes humildes. La lucha por la supervivencia propia, en entornos complejos, preside los primeros pasos de sus vidas. Sin embargo, con Wilhuff Tarkin tenemos todo lo contrario.
El futuro Grand Moff y miembro del círculo selecto de asesores del Emperador, nació en el seno de una familia pudiente del planeta Eriadu. En el Borde Exterior hay pocos planetas que destaquen por su estabilidad. Pero, en el sector Seswenna, encontramos un ejemplo de organización administrativa y burocrática plasmada en Eriadu. La familia Tarkin fue la gran precursora de este auge puesto que su arraigo en el planeta se remontaba a mil años atrás. Cuando llegaron, Eriadu era un planeta agreste y peligroso, plagado de criaturas depredadoras. Pero, con el tiempo, fueron capaces de hacer florecer industrias que, a su vez, atrajeron a más y más colonos mientras los asentamientos se convertían en ciudades.
Los Tarkin crearon cuerpos de seguridad que posteriormente se convirtieron en milicia organizada. El planeta se dotó de instituciones y, con el paso de los siglos, se ganó la consideración como uno de los pocos sistemas del Borde Exterior que recibió la atención de la República Galáctica. Willhuff Tarkin recibió una educación excelsa aunque siempre le enseñaron que fue el esfuerzo de sus ancestros el que permitió que ahora pudieran disfrutar de una vida aposentada.
Durante su adolescencia fue puesto a prueba en parajes recónditos del planeta, aprendiendo técnicas de supervivencia en el proceso. Después recibió adiestramiento para convertirse en piloto de naves estelares. En Eriadu habían creado una flota de naves que se encargaba de evitar que piratas y contrabandistas llegasen al planeta. Dirigir a esa flota era el puesto que él iba a heredar aunque sus ambiciones eran más elevadas. El puesto se le quedó pequeño tras neutralizar algunas amenazas relacionadas con la piratería. Así que decidió ingresar en la Academia de Sullust con la intención de convertirse en funcionario de justicia para la República. Fue en Sullust donde conoció a Palpatine, por entonces senador de Naboo. Palpatine vio en él grandes dotes de liderazgo y le recomendó que entrara en política. Tras un periodo sirviendo como oficial de justicia, trabajando en misiones junto a los Jedi, decidió aceptar el consejo del senador.
Pero el estallido de las Guerras Clon cambió drásticamente esos planes. Tarkin fue nombrado Comandante del nuevo ejército de la República. Lideró varias misiones y participó en importantes batallas llegando incluso a caer prisionero de la Confederación de Sistemas Independientes. La colaboración con los Jedi fue constante aunque siempre quedó claro que era uno de los mandos militares que más creían en la iniciativa individual. En no pocas ocasiones, decidió liderar campañas sin ningún asesoramiento por parte de los representantes de la Fuerza.
A finales del conflicto, ya se había convertido en Almirante. Palpatine, siempre atento a la evolución de la gente con talento, seguía su carrera con interés y sabía que podría contar con él llegado el momento. Con la proclamación del Imperio, Tarkin fue uno de los primeros mandos militares que mostró lealtad al nuevo orden. No obstante, en su primer destino en Antar 4, demostró una gran crueldad al reprimir con sangre los últimos restos de la Confederación. Su popularidad cayó y aunque Palpatine aprobaba sus métodos, decidió apartarle de la luz pública encargándole la supervisión de la construcción del arma definitiva del universo: la Estrella de la Muerte.
La construcción de una gigantesca estación de combate, con una capacidad de fuego que podía destruir planetas enteros, fue harto difícil y duró casi dos décadas. Además, la estación debía construirse en el más alto secreto para evitar que nadie de la oposición Rebelde pudiera preparar una posible defensa. Sin embargo, en el nuevo régimen había también deslealtades y la base de construcción, situada en los límites occidentales de la galaxia, fue objeto de un atentado. Tarkin se encargó de investigar el suceso y cuando descubrió y eliminó a los conspiradores, el Emperador le distinguió con el título de Grand Moff, una consideración que nadie había obtenido antes.
El Emperador Palpatine dispuso que tanto Tarkin como su nuevo aprendiz, Darth Vader, fueran sus dos grandes apoyos al máximo nivel. Mientras Vader gozaba de la lealtad forjada en el seguimiento al culto Sith, Tarkin era el burócrata, el negociador que, siguiendo las viejas reglas, era capaz de zanjar cualquier diatriba con la más brutal de las crueldades. Esta bicefalia le resultaba muy útil a Palpatine ya que mientras Vader perseguía y mataba a los Jedi que habían conseguido huir, Tarkin organizaba el ejército Imperial como Gobernador del Borde Exterior y nombraba a una nueva casta militar. Al mismo tiempo, continuaba supervisando la construcción de la Estrella de la Muerte.
Palpatine continuó tutelando al Senado como forma de mantener el control de la galaxia. Pero cuando la Estrella de la Muerte estuvo completada, disolvió la cámara porque la doctrina Tarkin, en la que el miedo a la estación estelar mantendría el orden en los sistemas locales, hacía prescindible un foro de discusión que suponía un freno a las aspiraciones absolutistas del Emperador.
La demostración última de la doctrina Tarkin se produce con la destrucción de Alderaan ante los ojos de la Princesa Leia. Cuando vemos a Tarkin y Vader juntos casi parece que la crueldad es aún superior en el nativo de Eriadu. Bajo una pátina de fría cordialidad, Wilhuff Tarkin es un abnegado seguidor del Emperador, el mayor representante de la fidelidad inquebrantable de la clase militar. Vader tiene una autoridad imponente ante el ejército pero comprobamos como, en estas lides, Tarkin está un peldaño por encima de él e incluso puede darle órdenes cuando están en la Estrella de la Muerte. Vader no llegará a convertirse en el líder indiscutible de la flota Imperial hasta la desaparición de Tarkin.
Por suerte para la Alianza, el robo de los planos de la gran estación de combate, guardados en la memoria de R2-D2, permite coordinar una ofensiva, cerca de Yavin, en la que Luke Skywalker se proclama como el gran liberador. La destrucción de la Estrella de la Muerte prueba también la absoluta creencia en sí mismo de Tarkin puesto que, advertido del riesgo, se niega a evacuar ya que cree que podrán destruir la base Rebelde antes de que ninguno de los X-Wing acierte con el conducto del núcleo de la estación. Como podría decir el mismo Tarkin: “Arrogante hasta el final”.
Para interpretar a este fenomenal villano, inspirado en la presencia y porte de los altos mandos prusianos del ejército nazi, George Lucas consideró a varios actores. Finalmente, se convenció de la idoneidad del veterano Peter Cushing. En principio, había llegado a considerarle para dar vida a Obi-Wan Kenobi pero sus rasgos angulados le hicieron más verosímil como Tarkin. Por supuesto, el británico estuvo excelente en el papel y creó un personaje emblemático, a pesar de aparecer solamente en Star Wars: Una Nueva Esperanza. Casi tres décadas después, Lucas decidió incorporar un cameo del personaje en La Venganza de los Sith, cuando vemos, por primera vez, a la tríada que gobernará la galaxia (Palpatine, Vader y Tarkin) observando el esqueleto base de la Estrella de Muerte. Para esta brevísima aparición que no incluye diálogo, Lucas contrató al australiano Wayne Pygram que, gracias al maquillaje prostético, dio vida a una versión más joven del Gobernador.
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