Si la vida del Conde Dooku fuera llevada al cine, seguramente tendríamos una interesantísima historia épico-histórica. ¿Por qué digo esto? Muy sencillo, porque la vida de Dooku es más propia de las novelas románticas de finales del siglo XIX que del universo Star Wars. Nacido en el seno de una noble y adinerada familia del planeta de Serenno, Dooku fue entregado a la Orden Jedi de pequeño, pero a diferencia de la mayoría de sus compañeros, creció sabiendo quien era y cuál era su familia. A pesar de que por nacimiento tenía el derecho de ser conde de su planeta natal, aceptó las ordenanzas Jedi y se convirtió en un caballero de honor y talento.
A lo largo de su vida en la Orden, destacó por su habilidad en los duelos de sables, de la misma manera que por conocer al dedillo el complicado funcionamiento de la República Galáctica y su senado. Sin embargo, después de décadas entre los jedis, Dooku empezó a sentir desencanto por la Orden y por su manera de proceder, creyendo que se implicaba en cuestiones políticas alejándose del camino de la Fuerza. Pero fue la muerte de su antiguo y fiel aprendiz, Qui-Gon Jinn, la que se convirtió en el detonante de su abandono. Llevado por diferencias ideológicas, además de por enfrentamientos directos con el Consejo, Dooku colgó su túnica de jedi, se retiró a Serenno y recuperó el título familiar de Conde.
Es por ello, que el Conde Dooku tiene el dudoso honor de pertenecer a un exclusivo club de Jedis, conocido como Los Perdidos o Los Veinte Perdidos. Siendo él el último de ellos, en más de dos mil años de historia, solo veinte maestros jedis abandonaron la orden, y se les recuerda en la biblioteca del templo con bustos. Es sabido que todos ellos, al carecer del apoyo de sus compañeros del lado luminoso de la fuerza, rápidamente eran tentados por las tinieblas sith, y Dooku no fue una excepción. Sin embargo, fue el primero en pasar al lado oscuro sin que sus antiguos aliados lo supieran.
El camino que un Jedi realiza para pasar al lado oscuro no es corto ni fácil, sin embargo puede plantearse desde diferentes enfoques. En el caso de Dooku no fue una conversión inmediata, sin embargo el descontento que sentía por los jedis, así como sus creencias sobre la corrupción de la Orden, sumado a la riqueza de la que disponía, llamó la atención de Palpatine, que lo convencería para convertirse en su aprendiz, Darth Tyranus.
A pesar de que, en apariencia, Dooku era un estrecho colaborador de Darth Sidious, este, en realidad tenía otros planes. Mientras que Dooku se hacía cargo de liderar a los Separatistas, financiándolos y nutriéndolos con más aliados gracias a sus contactos, creyendo que al final gobernaría la Galaxia junto a su maestro. Sidious lo utilizó de la forma más burda para que le hiciera el trabajo sucio, para, al final, sacárselo de encima en favor de un aprendiz más joven y más poderoso… Darth Vader.
Pero no adelantemos acontecimientos. Dooku, tras unirse a Sidious, se convirtió en un personaje esencial de las Guerras Clon, y no solo por ser el líder de unas de sus facciones, ni por motivar la creación del ejército de la República, sino por su papel vital como orquestador del conflicto. Si por su lado, Sidious, era el jefe en las sombras, Dooku era quien decidía donde atacar, como hacerlo y con qué agente: podía ser una simple negociación, podía soltar a Grievous en un planeta para que lo asolara, o enviar a uno de sus aprendices, como Asajj Ventress o Savage Opress.
Aun así, al final, creyendo a pies juntillas que se convertiría en uno de los dirigentes del nuevo orden en una Galaxia limpia de la corrupción jedi, su maestro, Sidious, dejó que Anakin Skywalker, llevado por la ira, lo decapitara frente a él. Y no hace falta insistir en que no se lo esperaba, solo hay que ver los ojitos de cordero degollado que pone Christopher Lee instantes antes que Anakin juegue a la Revolución francesa con sables láser.
Hay algo en los Sith y en la manera de ser de sus principales lores, que atrae en masa al público. Vader y Maul son los ejemplos más destacables, y si bien ambos son sith, no se parecen en nada. Algo parecido sucede con Darth Tyranus. Aun siendo un lord oscuro, tiene ese porte noble que le hace peculiar, de la misma manera que conserva una capa del mismo color que su vieja indumentaria jedi. El conjunto de estos y otros hechos, como la conservación de su nombre de nacimiento, nos lleva a pensar que Dooku es algo más que el aprendiz de Darth Sidious. Ante todo es conde de Serenno, después es un político rebelde -ya que debemos recordar que si bien es partícipe de los planes de Palpatine, desconoce las intenciones finales de este-, y, al final, es un sith. Es por este estilo tan… ¿Cómo decirlo?... Tan británico de ser un sith, por el que Dooku se ha convertido, junto con Maul y Vader, en los villanos favoritos del universo. Sin olvidarnos de su peculiar sable de luz con mango curvo y su estilo de lucha a una sola mano, más parecido a la esgrima que al combate a dos manos de los samuráis.
En resumidas cuentas, el Conde Dooku es el Saruman de La Guerra de las Galaxias, y no solo porque ambos sean interpretados por el magnífico Christopher Lee, sino porque ambos son personajes en origen buenos, pero que con el paso del tiempo se ven tentados por la riqueza, el poder y la ambición que nacen en los lados oscuros de sus respectivos universos.
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