William Goldman (Highland Park, 1931) es un escritor, dramaturgo y guionista de enorme prestigio. En el cine, su nombre está vinculado a títulos como Harper (1966), Dos Hombres y un Destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969), El Carnaval de las Águilas (The Great Waldo Pepper, 1975), Marathon Man (1976), Un Puente Lejano (A Bridge too Far, 1977), La Princesa Prometida (Princess Bride, 1987), Misery (1990), Chaplin (1992), Maverick (1994), Los Demonios de la Noche (The Ghost and the Darkness, 1996), y Poder Absoluto (Absolute Power, 1997), entre otras.
Su libreto para Dos Hombres y un Destino fue galardonado con el Oscar pero Goldman obtuvo una segunda estatuilla, años después, por un título que aún no he mencionado. ¿Adivináis cual?
Si existe una película que cambió para siempre la formulación del thriller político en el cine, ésta es, sin lugar a dudas, Todos los Hombres del Presidente (All the President's Men, 1976). La investigación periodística realizada por dos redactores del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, fue la punta de lanza de un proceso, con múltiples facetas, que acabó precipitando la caída del núcleo interno de asesores de Richard Nixon y, en última instancia, del propio Presidente.
Pues bien, la traslación al cine se daba por cantada pero centrémonos en la génesis de ese proyecto...
Todo empezó cuando Robert Redford llamó a William Goldman a principios de 1974. Ambos mantenían una relación muy cordial tras haber trabajado juntos en Dos Hombres... y en El Carnaval de las Águilas. Redford había adquirido los derechos del libro que acababan de publicar dos jóvenes periodistas del Washington Post en el que recopilaban toda la investigación realizada entorno al asalto al cuartel general del Partido Demócrata durante la campaña de 1972. Esos "manazas" que fueron descubiertos en el complejo Watergate no eran unos simples agitadores porque las implicaciones políticas de sus actos llegaban a lo más alto de la administración Nixon.
Redford quería producir una versión cinematográfica y se había comprometido además para interpretar el papel de Bob Woodward. Goldman devoró el borrador del libro aún no publicado y tenía clarísimo que era una oportunidad que, como guionista, no podía dejar escapar.
"Lo que cualquier guionista desea antes de empezar a escribir es que sea una película que la gente recuerde, y segundo, una película que la gente vaya a ver. La historia del Watergate había sido tan importante para el país durante meses que si conseguíamos exponerla sin tapujos, la gente la recordaría."
En su investigación preliminar, el guionista pudo comprobar que el famoso asalto del 17 de junio de 1972 no había sido el primer intento. Los perpetradores habían fracasado estrepitosamente en varias ocasiones anteriores. En una de ellas, se quedaron encerrados y se ocultaron en una habitación vacía del complejo durante toda una noche. Descubrir estos detalles de incompetencia y tosquedad fueron factores que atrajeron más a Goldman por ser situaciones que podrían sorprender al público.
El Watergate complex, a orillas del río Potomac (Washington DC). |
Poco después, visitó la sede del Post para entrevistarse con los redactores-jefe del periódico y, por supuesto, con Woodward y Bernstein. La reunión no salió del todo bien y definir el asalto como una "ópera cómica", por parte de Goldman, fue algo que disgustó especialmente a Bernstein. Gracias a la investigación del Watergate se había convertido en un columnista de renombre y cualquier burla de este tipo le ofendía soberanamente. La colaboración con él nunca fue relevante a partir de ese momento.
Sin embargo, Woodward sí que estuvo disponible constantemente. Su apoyo y conocimiento fue de gran valía ante el reto de hilvanar un argumento sobre una trama terriblemente enrevesada y difícil de manejar. Durante gran parte del tiempo, Goldman no escribió un guión. Simplemente invirtió el tiempo en ordenar los acontecimientos.
Pronto fue más que evidente la necesidad de recortar. Para que esta película pudiera resultar mínimamente entendible era necesario ir más allá de recortes puntuales y obviar toda la segunda mitad del libro. Lo importante era que no faltasen los acontecimientos clave de la investigación y eso estaba asegurado gracias a la colaboración de Woodward. De esta manera, aunque el guión acabara siendo un bodrio, la estructura de hechos valdría para seguir trabajando.
Carl Bernstein y Bob Woodward en la redacción del Post (1974). |
Así que sobre esta premisa, Goldman empezó a escribir el libreto. En agosto de 1974 entregó el guión a Redford durante una visita a Utah (donde el actor poseía una residencia de montaña). El escritor vino con toda su familia puesto que se pasarían todo el mes trabajando y revisando el material.
A Redford pareció gustarle el trabajo realizado y puso en marcha el envío de copias. Recibieron el borrador Warner Brothers, los redactores-jefe del Washington Post, y Woodward & Bernstein. A partir de entonces, se abría el compás de espera que Goldman y Redford aprovecharon para seguir hablando de la película en reuniones diarias. Aunque esto de conversar es mucho decir porque, fundamentalmente, Redford hablaba y el guionista escuchaba.
Tras el éxito de Dos Hombres y Un Destino en 1969, Robert Redford se había convertido en una estrella, en un fenómeno social. Cada una de sus películas era esperada con anhelo por el público. Pero la persona que había detrás del actor era muy diferente a la imagen proyectada. Poco a poco, se estaba haciendo más y más reservado. Un ejemplo de ello es que, a pesar del conocimiento previo y la proximidad entre ambas familias durante todo aquel tiempo en Utah, Goldman nunca supo su teléfono. Para entrar en contacto con él, tenía que llamar a su secretaria, ella le llamaría, y él, a su vez, se pondría en contacto con el guionista.
Redford y su hijo Jamie en la propiedad de Utah. |
Todos estos detalles se hicieron totalmente irrelevantes cuando Warner comunicó que le gustaba el guión y que ponía en marcha la producción. Todos los Hombres del Presidente se iba a hacer realidad.
"Era el trabajo cinematográfico más difícil y complicado que yo hubiera hecho hasta entonces y nunca antes había sentido una sensación de plenitud tan grande. Ojalá hubiera acabado todo en ese momento."
Con esta aseveración que anticipa conflictos de futuro, finalizo la primera parte de la génesis de All the President's Men. El desenlace de esta historia lo podréis conocer en este link: Segunda parte del trabajo de William Goldman en Todos los Hombres del Presidente.