15 d’abril del 2014

Grandes piezas de John Williams: El Patriota


En un rincón de Carolina del Sur, más allá del curso del río Santee, se encuentra una granja propiedad de Benjamin Martin. La tristeza por la reciente muerte de su esposa ha afectado profundamente a Ben y ahora vive entregado a la causa de sacar adelante a sus siete hijos mientras trabaja intensamente en los cultivos y prepara a sus vástagos para los rigores de una época muy convulsa.

Corre el año 1776 y, aunque Benjamin trate de ignorarlo, los acontecimientos generales van a irrumpir en sus vidas. En Philadelphia, delegados de las trece colonias americanas han apoyado la Declaración unilateral de Independencia redactada por Thomas Jefferson. El conflicto bélico con los británicos ya ha empezado en varios territorios y Carolina del Sur debate, en Asamblea General, la aprobación de una leva para reclutar hombres que se unan al nuevo ejército Continental. La abstención de Benjamin responde a su experiencia personal. Como veterano de las guerras franco-indias en las que, como soldado de la Corona Británica, tuvo que realizar toda clase de atrocidades, está decidido a hacer lo posible para evitar una nueva contienda. Opina que no se debe enviar a muchachos para librar una guerra que han decidido hombres adultos en una ciudad lejana. Ante todo es padre y eso, según su convicción más íntima, pasa por delante del valor para defender un ideal. 

Sus dos hijos mayores saben que en la habitación de su padre se encuentra un baúl que lleva muchos años cerrado. Cuando lo abren, descubren exactamente cual es el pasado que su progenitor trata de olvidar. El granjero que es ahora tuvo una vida completamente opuesta tiempo atrás. Y un hacha iroquesa, fuertemente afilada, atestigua que esa guerra no se libró siempre en campos de batalla, con líneas de frente disparándose entre sí. Hubo combates cuerpo a cuerpo en los bosques y todo tipo de crueldades. El buen padre era antaño un guerrero insaciable. Curiosamente, la mujer que le ofreció otro camino en la vida, ha fallecido. Y los hijos, que deberían darle consuelo, están más interesados en las hazañas pretéritas que en la vida diaria.

En última instancia, la neutralidad que Ben Martin deseaba enarbolar ya no será posible. Y un golpe terrible a lo que más quiere, despertará al guerrero una vez más. Ante la crueldad del enemigo hacia su familia, Benjamin responderá con más agresividad y violencia. Como suele suceder en estos casos, el mejor luchador entrará en escena cuando alguien cercano haya sufrido las más terribles consecuencias de la guerra. Y la muerte de un hijo propiciará que ese viejo baúl vuelva a abrirse.

Esta es la trama inicial de El Patriota (The Patriot, 2000), una película que a mi siempre me emociona y me conmueve. A pesar de las inexactitudes históricas que atesora el guión de Robert Rodat, el film funciona como un reflejo de lo que Estados Unidos debería ser. Es un canto a los ideales de una nación en el momento en que ésta surgía para hacer frente a la presión impositiva de los británicos. 

Cuando el film termina, después de un relato épico de altos vuelos, Benjamin (Mel Gibson) regresa a su antigua granja para iniciar la reconstrucción de la misma. En ese plano final, el director alemán Roland Emmerich, establece una metáfora visual de gran calado. La casa que debe volver a levantarse es un símil de lo que ocurrirá con la nación Americana. Tras el cese del fuego, todos deberán arrimar el hombro para construir un país que mejore el panorama anterior en todas las vertientes. Y ese proceso será largo y difícil. Otras generaciones serán las que deberán afrontar esos nuevos retos y dificultades. Los que han luchado y combatido han puesto la semilla de un árbol que deberá seguir siendo regado.

Una película tan magna, en cuanto a escala de producción, requería una banda sonora que aumentara la emocionalidad e inspirara al espectador desde un gran despliegue instrumental. John Williams resultaba la mejor elección para ese trabajo. Y, una vez más, el gran maestro consiguió crear una partitura que recorre todos los estados emocionales por los que pasan los personajes incorporando, además, piezas de gran textura épica. Las sutiles notas, interpretadas por flautas, nos conducen inevitablemente hacia una época apasionante. 

Os dejo con The Patriot suite. Los violines entran en escena para regalar a nuestros oídos una melodía arrebatadora...