El final de la cuarta temporada ha llegado. Muchas son las respuestas
que nos han dado después de esta primera tanda de ocho capítulos.
La aparente e irreal sensación de vuelta a la vida normal que nuestro
grupo había experimentado en la prisión se ha desvanecido, volviendo cada uno
de sus miembros a correr suertes muy distintas. Mientras unos han podido
escapar (como hemos visto con Rick y su hijo, Carl), otros ya no volverán a
aparecer.
Este es el caso del anciano Hershel. El “abuelo” y voz de la conciencia
del grupo muere a manos del Gobernador, como no podía ser de otra manera. El
enemigo por excelencia de Rick y de los demás no deja de comportarse de manera
cruel e injusta hasta su último aliento. No tiene límites, no hay nadie que le
plante suficiente cara y no tiene nada que perder, puesto que ya perdió a su
mujer y a su hija tiempo atrás a manos de los caminantes.
Aún así, es un personaje que ha dado mucho juego a la trama en general.
Es el villano por excelencia: despiadado, sádico y, al mismo tiempo, con un
halo de bondad que engaña a los que tiene al lado. De ahí su fuerza
devastadora. El Gobernador ha hecho mucho daño pero ha dado un ritmo más que
interesante a la serie. Este personaje malvado nos ha hecho identificar más si
cabe con Rick y los demás; ha permitido que nos demos cuenta de que, aún en tiempos
apocalípticos como son los que están viviendo a raíz de la epidemia zombie, también
quedan personas buenas, comprensivas, capaces de volver a “formar” una sociedad
que les mantenga unidos y les haga posible sobrevivir intentando encontrar un
poco de la vida de antes en todo ello. Veremos si, como en el cómic original,
la figura del Gobernador ha llegado a su fin porque, como en todo, otros nuevos
villanos están por llegar.
Esta cuarta temporada, por otra parte, no me ha defraudado en absoluto.
Siguiendo bastante fiel a su origen en formato papel, “The Walking Dead” mantiene el tono de historia triste y angustiante que podemos seguir gracias a los
personajes que salen en ella, tanto los principales como los que no lo son
tanto.
He visto reflejada, en estos capítulos, una sobriedad y un crecimiento
maduro de sus protagonistas que no tenía muy claro al principio si sabrían
trasladarlo en pantalla. Todos los personajes han pasado (y pasarán los que
hayan sobrevivido al ataque del Gobernador y de su grupo) por un crecimiento
interior fuera de toda previsión al inicio del cómic (o de la serie, en este
caso) que les ha hecho mucho más adultos. Su toma de decisiones, sus
prioridades, han tenido que cambiar a la fuerza ante la situación dantesca que
están viviendo y, esta madurez, ha quedado sobradamente reflejada en esta
temporada.
Hay quien se ha quejado de que ha habido capítulos muy aburridos,
lentos, sin emoción… y, desde aquí, reivindico que no estoy nada de acuerdo con
tales puntos de vista (aunque los respeto) porque precisamente este “no pasa
nada” era un preludio de lo que iba a venir a continuación: un cambio radical en cuanto a dramatismo y crueldad.
Kirkman siempre ha dicho que, en sus cómics, el factor sorpresa tenía
que ser una constante que no iba a faltar nunca y que ninguno de sus personajes
era imprescindible. Quería plasmar una evolución de la historia lo más ajustada
posible a si hubiera sido real, en la que nadie tiene un guión donde se le diga
hasta dónde va a vivir.
En esta temporada, pues, lo he visto sobradamente reflejado. Los
personajes necesitaban de algunos capítulos para situarse dentro de la historia
que les confiriera de un realismo real, válgase la redundancia. No hubiera sido
creíble (que es como Kirkman ha reflejado y defendido siempre en el cómic) que,
capítulo tras capítulo, hubiera habido siempre matanzas, desapariciones de
personajes principales, complots… Todo lo que ha acabado pasando ha sido fruto
de una gestación larga y bien pensada que ha hecho que el resultado final haya
sido impactante y sumamente creíble. Es decir, se necesitaba un poco de
“ponernos a los espectadores” en situación para que este impacto nos calara lo
más hondo posible. Ha sido fantástico
ver cómo la aparente situación idílica en la prisión ha explotado por los aires
y ha deshecho sin compasión todo aquello por lo que Rick y los demás han estado
luchando durante meses, muy comparable a la calma que precede a la tormenta.
No sabemos muy bien qué ha pasado con los demás: Carol (dónde debe
estar), Maggie y su hermana, los que han podido subir al autobús y marchar, Daryl, Tyrese... y los niños… ¿qué habrá pasado con ellos?. Y con Judith, ¿qué habrá
sucedido?. Este punto es bien diferente del cómic porque el grupo de niños
no existe (ahí va toda una innovación en esta fantástica serie) y la hija
pequeña de Rick muere junto con su madre en el ataque del Gobernador y de su
grupo a la prisión (argumento muy diferente a como se desarrolla en la serie) y
no, se supone, en la sillita de bebé ensangrentada donde estaba sentada en el
momento del ataque (que es como se la encuentran Carl y su padre, deduciendo
así su muerte ya que el cuerpo no está). Así pues… ¿han muerto los niños que no
han podido subir al autobús? O, por el contrario, ¿habrán podido coger los
mayores a Judith y se habrán refugiado en alguna celda de la prisión? Solo lo
sabremos cuando empiece la nueva tanda de capítulos, prevista para febrero.
Cada vez me reafirmo más en mi opinión de que, el formato televisivo, es
una excelente versión del formato en papel de esta maravillosa serie que,
mientras dure, tendrán en una servidora a una fiel seguidora.
Ya estoy deseando ver cómo ha acabado todo después del ataque y si, tal
como me temo, nos daremos cuenta de que ha habido más muertes de personajes
importantes de las que creemos en realidad.