En 2009, JJ Abrams revitalizó, de una forma descomunal, la franquicia Star Trek y, gracias a la nueva propuesta argumental de sus guionistas Alex Kurtzman & Roberto Orci, creó una insólita oportunidad para la saga, en una línea temporal alternativa, que permitía ver a los personajes de la tripulación original del Enterprise ante nuevas situaciones, con cambios en sus trayectorias y vicisitudes, pero también con elementos que podrían coincidir con lo que conocemos, aunque siempre con diferencias. Esta vía abierta ofreció libertad, evitó el constreñimiento, y permitió trazar nuevas tramas para sorprender a la audiencia en los años venideros.
La propuesta se basa en una reflexión que todos hemos hecho alguna vez sobre nosotros mismos. Si volviéramos a nacer o, si a partir de un momento concreto de nuestra vida, un factor de cambio violento alterara nuestro camino... ¿qué sucedería con nuestra vida entonces?. Algunas cosas sucederían igual o parecidas aunque experimentaríamos también muchas situaciones diferentes. Nuestro destino podría verse transformado. Pero, aún así, ciertas situaciones nos volverían a ocurrir aunque con ciertos cambios, porque estaríamos viviendo una versión alternativa de los hechos. Serían las inevitables consecuencias derivadas de un nuevo rumbo de vida.
Esa es la idea que se aplicó al reboot de Star Trek hace cuatro años y su éxito confirmó el acierto de la propuesta. Porque JJ Abrams recibió el encargo de insuflar fuerza a una franquicia que, tras diez películas y cinco series de televisión, parecía haber explorado todos los elementos narrativos posibles. Además, era necesario conectar con una nueva generación de espectadores presentando un film más espectacular, más impactante. Los registros de taquilla han favorecido la apuesta y con la secuela recientemente estrenada, Star Trek Into Darkness, se confirma que estamos ante el film comercialmente más exitoso de la histórica franquicia de Paramount Pictures.
Star Trek, en el cine, es ahora un valor muy seguro, ha refrescado sus ideas y el joven casting elegido ha conectado bien con cada uno de los icónicos personajes forjando una base que puede seguir funcionando en los próximos años.
Con Into Darkness, JJ Abrams y su equipo han mantenido todo lo bueno que ofrecieron hace cuatro años y, además, han dado nuevos pasos en el terreno de la cohesión entre la propia tripulación del Enterprise y en la reformulación del mundo, quizá utópicamente unido, en el siglo XXIII.
Se ha universalizado la propuesta, haciéndola más atractiva para el gran público, pero en dicho proceso se ha mantenido la esencia del legado de Gene Roddenberry. Él mismo siempre pensó en iniciar un proyecto que nos explicara cómo James T. Kirk llegó a ser capitán del Enterprise y cómo había forjado su extraordinaria amistad con Spock y con el resto de la tripulación original. Las personalidades de todos ellos se mantienen y, además, se introduce algún elemento nuevo que, lejos de molestar, le añade un interés especial a la propuesta. En esta película, se incluye un alegato muy contundente en contra de una iniciativa que pretende militarizar a la Federación para hacer frente, de una forma más efectiva, al Imperio Klingon en un conflicto que se prevee inminente. La violación sistemática del objetivo de explorar y conocer los secretos del universo, implícito en las bases fundacionales de la Federación Unida de Planetas, se trata de pervertir por parte del almirante Alexander Marcus (Peter Weller) y el mensaje de luchar por mantener la identidad pacifista de la alianza interplanetaria es un criterio argumental muy presente en el film. De alguna manera, desde algunos estamentos de la Federación, siempre han habido intentos de ir más allá de los mandatos establecidos generando situaciones de mayor conflictividad. Por todo ello, la trama es coherente con el bagaje que, aquellos que hemos seguido la franquicia a través de sus múltiples formas, conocemos.
El incumplimiento de la Primera Directiva también está muy presente y con ello situaciones que respetan el canon de Star Trek de manera oficial y que propician interesantes conflictos en las relaciones entre personajes. Quiero resaltar la acertada representación de la dualidad-amistad que siempre preside la relación entre Kirk y Spock. Al igual que los contínuos reproches del doctor McCoy hacia el vulcaniano, algo que sigue funcionando excelentemente como nota de humor de calidad. La evolución del propio Spock y la inversión de roles que explora la película, en su tramo final, resulta una de las aportaciones más interesantes y está plenamente justificada si examinamos todos los elementos dramáticos que Abrams nos va presentando.
El reparto confirma su idoneidad para los diferentes roles y quiero destacar que Chris Pine está mucho más seguro en el papel de Kirk y eso se nota en cada momento. Su mejora es muy notoria y hay momentos en que ya tiene el aura de liderazgo que su personaje está adquiriendo y que él ya está en condiciones de brindar puesto que es más conocedor de su papel y dispone de una confianza mucho mayor para hacer frente a un personaje tan emblemático.
Esta es la base de Into Darkness y es algo muy sólido sobre lo que construir el film pero lo que le da el ingrediente extra que necesita toda secuela es el villano encarnado por el soberbio Benedict Cumberbatch. Todos sabíamos que Khan Noonien Singh aparecería en esta realidad alternativa que se generó poco antes del nacimiento de Kirk. En la serie original, Khan (interpretado por Ricardo Montalbán) hacía su aparición pronto y suponía una amenaza brutal para la Federación, algo que fue aprovechado nuevamente en Star Trek: La Ira de Khan (1982). La película nos dejó momentos legendarios en cuanto a la lucha entre personajes antagónicos. El épico momento del grito (Khaaaaaaan!!!!) y el sacrificio que debe asumir un importante miembro de la tripulación, han sido magníficamente reorquestrados en el guión escrito por Kurtzman, Orci, y Damon Lindelof.
La inclusión de Khan en esta nueva realidad está excelentemente conseguida y Cumberbatch logra reafirmarlo aportando una nueva dimensión de villanía al personaje. Refuerza la sutileza y elegancia del personaje sin por ello perder una pizca de su poder amenazador e intimidante. Estamos ante un guerrero, el resultado del proyecto surgido de una sociedad atemorizada que generó una serie de "superseres" para hacer frente a los grandes peligros que la acechaban. Pero la Federación llevó la civilización y el pacifismo a todo su ámbito de actuación y el propósito de Khan y sus congéneres quedó desfasado. Pero los cuerpos congelados de todos ellos siguieron almacenados en algún lugar, como si esperaran su oportunidad de reaparecer para cumplir con sus crueles objetivos. Ante la amenaza del Imperio Klingon, el almirante Marcus considera que se enfrentan a una fuerza incivilizada, visceral, y destructiva. Por consiguiente, decide reanimar al último vestigio de una época en que la humanidad vivía atemorizada por el riesgo a una guerra global. Aprovechando su inteligencia superior y su fiereza, le utiliza para el desarrollo de armas y naves que vulneran todas las directivas que él juró prometer como oficial de la Flota Estelar. Como cita el propio Khan durante la película: "Él quería explotar mi salvajismo. El intelecto, por él mismo, es inútil en la batalla." Por tanto, tal como el primer Spock le explica a su nueva encarnación: "Khan is the most dangerous adversary the Enterprise ever faced. He is brilliant, ruthless and he will not hesitate to kill every single one of you."
De nuevo nos encontramos, frente a frente, con el principio de la eugenesia. Desarrollar genéticamente a individuos superiores en fuerza e inteligencia. Y, otra vez, presenciamos los peligros que estos seres podrían generar si no aplican sus dones de forma ortodoxa. Este tema que conecta con el darwinismo, el gobierno de los más fuertes, la mejora de la raza, etcétera, parece ser algo que obsesiona especialmente a los guionistas en los últimos años. Ninguna de las películas busca profundizar en este materia pero es curioso observar como utilizan premisas de este tipo para tejer interesantes argumentos. Y no cabe duda de que el material rinde.
En conclusión, Star Trek: En La Oscuridad, es una gran aportación a la saga galáctica y es, indudablemente, una de las películas más interesantes de la campaña de verano. Tiene acción, ritmo trepidante, emoción, y buenas tramas que se construyen a partir de una paradigma legendario. Abrams no podrá dirigir la futura secuela puesto que ahora está centrado en Star Wars y en todo lo que esa titánica labor supone, pero deja un rumbo fijado absolutamente apasionante. Esperemos que su creatividad y buen hacer tenga su eco en Star Wars. La exigencia y repercusión va a ser mucho más potente.