9 de març del 2012

Scorsese explora su faceta más cinéfila con La Invención de Hugo


"La magia del cine". Una frase largamente mencionada en la historia del séptimo arte y que define la magnífica experiencia que el espectador puede llegar a sentir en una sala de cine. A pesar de lo que digan algunos puristas, esta sensación especial sigue estando muy presente en la cinematografía actual aunque, en ocasiones, esta impresión puede hacerse mucho más patente. Y eso es lo que ocurre con La Invención de Hugo.

Basándose en el cuento infantil (con formato de novela gráfica) escrito por Brian Selznick, la película dirigida por Martin Scorsese se construye como un maravilloso homenaje al cine. Enmarcado dentro de los cánones del cine infantil, el film consigue trascender cuando nos introduce en la apasionante historia de uno de los grandes pioneros del séptimo arte: Georges Méliès (1861-1938).



Conocido como el creador que más hizo evolucionar el cine en sus inicios, Méliès cayó en bancarrota durante la Primera Guerra Mundial y, profundamente amargado, decidió destruir su legado cinéfilo convirtiéndose, con el tiempo, en un triste vendedor de juguetes de la estación Montparnasse de París.

Combinando realidad y ficción, la historia de Selznick cobra nueva vida gracias a la exquisita adaptación de John Logan, que brilla especialmente a través de la maestría visual y técnica de un director que llevaba tiempo buscando un argumento de este tipo en el que la fantasía, la emotividad, y los grandes valores fueran el factor dominante.

Como en tantas otras ocasiones, la mirada de un niño es la que nos guía por los recovecos de una idealizada estación de tren en la que todos los relojes están interconectados por una serie de pasadizos y compartimentos. Perseguido por la tragedia familiar, el jovencito Hugo Cabret (Asa Butterfield) se encarga de controlar y dar cuerda a todos los relojes mientras socializa con varios personajes que trabajan en las diferentes dependencias de la estación. Pero un día todo cambia al conocer a un tendero empecinado en ocultar su glorioso pasado.

La Invención de Hugo es, ante todo, un gran homenaje al cine. Además de haber sido un gran cineasta, Scorsese también se ha distinguido siempre como un estudioso del séptimo arte y, en sus manos, una película de estas características brilla con más intensidad.

Es memorable la excelsa reconstrucción del plató de rodaje de Méliès y también la inserción de material fílmico del director francés combinado con recreaciones de diferentes escenas realizadas por Scorsese para la película. Una integración ejemplar para una película que hace gala en todo momento de una suprema elegancia y distinción.

Apoyado en un fenomenal reparto y colaborando con un director de fotografía de referencia, Robert Richardson, Scorsese crea una cinta magnífica que es capaz de insuflar el amor al cine hasta a aquellos que nunca se hayan planteado ir a ver películas que no estén protagonizadas por Jennifer Aniston o Drew Barrymore.

Scorsese comparte la producción con uno de sus socios en los últimos años, el británico Graham King, quien a su vez recibió el interés de Johnny Depp por formar parte del proyecto. Depp quedó fascinado por la atmósfera de la obra de Selznick y decidió abrir su carrera como productor con La Invención de Hugo.

Cuando se unen tantos talentos, en las diferentes facetas creativas, es obvio que se puede esperar el mejor de los resultados pero, en mi opinión, esta cinta no habría sido lo que es con otro director. El maestro Scorsese convence porque volca gran parte de su impulso en contar la historia de la redención de Méliès (brillantemente interpretado por Ben Kingsley). Su adaptación al formato 3D ha sido brillante, al igual que su apasionante propuesta visual, pero lo que más va a quedar en la memoria del cinéfilo será la indudable pasión que rezuma cada uno de sus fotogramas.